Nos hemos acostumbrado a que la velocidad esté controlada, no siempre, pero sí en bastantes sitios. Como no puede colocarse un agente en cada punto de la red viaria controlando que los conductores no pisen el acelerador de más, la tecnología lo hace. Los radares están para eso, para controlar la velocidad, o para engrosar ingresos públicos, según se mire. Y no son muy novedosos, la primera fotomulta se tiró un buen día en 1973 en nuestro país.
¿Por qué se han tenido que instalar radares? Porque había gente que tenía accidentes por ir demasiado rápido, no por pequeños excesos. Eso puede deberse a varias causas, nunca a la velocidad por sí misma: distraerse, chocar contra algo, que la vía presentase deficiencias, tener demasiada fe en las posibilidades de uno, etc. Si los conductores, históricamente, siempre hubiesen sabido circular a una velocidad adecuada, no serían necesarios.
El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, dijo recientemente que no va a renovar los radares en vías nacionales -actualmente bajo contrato- y así devolverá a sus conciudadanos “el placer de conducir”. Según el diario Folha de Sao Paulo la familia del dirigente se ha zampado 40 ingracciones en el último lustro, ¿causalidad o casualidad? En primer lugar, no parece que Brasil sea el mejor país del mundo para eliminar los radares.
Após revelação do @MInfraestrutura de pedidos prontos de mais de 8.000 novos radares eletrônicos na rodovias federais do país, determinei de imediato o cancelamento de suas instalações. Sabemos que a grande maioria destes têm o único intuito de retomo financeiro ao estado.
— Jair M. Bolsonaro (@jairbolsonaro) March 31, 2019
Para los que no piloten mucho de portugués, lo que dijo el político (y a finales de marzo por vez primera) es que se va a revisar la ubicación de los radares y que esta no tenga que ver con la generación de multas. La traducción es muy libre, lo sé, esto sería más académico: “Después de la revelación del @MInfraestructura de pedidos listos de más de 8.000 nuevos radares electrónicos en las carreteras federales del país, determiné de inmediato la cancelación de su instalación. Sabemos que la gran mayoría de estos [radares] tienen la única intención de generar ingresos al estado.”
Vamos, que Bolsonaro se enteró de que se habían pedido miles de radares por un contrato de la administración interior. Añadió en otro tuit lo siguiente: “Al renovar las concesiones de tramos de carreteras, revisaremos todos los contratos de radares, verificando la real necesidad de su existencia para que no generen dudas del enriquecimiento de pocos en detrimento de la tranquilidad del conductor.”
Y es que por sentido común los radares deberían instalarse en aquellos lugares donde el respeto del límite esté estrechamente ligado a la reducción de un riesgo, no en tramos donde, aparentemente, no existen riesgos. Eso último incita a pisar el acelerador a quien se siente seguro, por lo que un radar en esa situación no influye tanto en la seguridad vial, sus efectos se notan más a nivel contable y en general son disuasorios.
Según la Organización Mundial de la Salud, hay tres países que son especialmente peligrosos para conducir: la India, China y ¡Brasil! En 2018 se mataron 58.022 ciudadanos del país latinoamericano (oficialmente se consideran unos 40.000), y son 209,3 millones de personas. En Estados Unidos son 327,2 millones y las víctimas de 2018 fueron unas 40.000. Está claro que hay mucho que mejorar al respecto. En el vídeo comentan que las causas que originan accidentes no son TAN diferentes a las nuestras, y que estos están disminuyendo por la mejora de los coches y las vías, ¡¡qué raro!!
En las estadísticas oficiales de Brasil las víctimas de tráfico no son contabilizadas en Brasil si fallecen 48 horas después del accidente, luego el número real es superior
Brasil no tiene los mejores conductores, ni los mejores vehículos (muchas veces son sobras tecnológicas de Occidente y racaneando en calidad de construcción), ni la mejor red viaria, ni la mejor cultura de la Seguridad Vial. Tal vez eliminar los radares en Alemania pueda tener efectos beneficiosos en algo tan etéreo como el “placer de conducir”, pero en Brasil desde luego parecer una medida bastante irresponsable.
Al otro lado del Atlántico, en España, empezamos a hablar de los radares en cascada, probándose ahora mismo en Navarra. Después de un punto de control de velocidad fijo, que puede albergar un radar o estar vacío (van cambiando de localización), se coloca un control oculto con radar móvil, y unos kilómetros más adelante los agentes cascan buenas multas.
¿Por qué ocurre eso? Porque sigue percibiéndose que hay que reducir la velocidad solo donde está el radar, y no en todo el trayecto. Algunos, además, consideran la ubicación del radar fijo como la apertura de semáforos de un Gran Premio, y “barra libre” hasta el siguiente. Es precisamente ahí donde es más fácil “pillar” infractores, pero volvemos a lo de antes, ¿y la Seguridad Vial?
https://www.youtube.com/watch?v=ofc1zYWfZCQ
Para que el control de la velocidad sea realmente efectivo en cuanto a la Seguridad Vial no basta con que la gente levante el pie en sitios concretos o que se sienta constantemente acosada con helicópteros, drones, o agentes de tráfico tan ocultos que ni Rambo les descubriría. La efectividad viene de que los conductores sean capaces de estimar qué velocidad es adecuada en cada tramo, a ser posible dentro de los límites legales. Y estos habrá que revisarlos algún día.
Durante años se nos vendió la moto de que se podría circular a 130 km/h en las autopistas y autovías, ¡y seguimos esperando! Los que siguen haciéndolo -fuera de la legalidad- no engrosan sistemáticamente las víctimas de tráfico. Es más, donde más gente se mata es en las vías secundarias (como tres de cada cuatro), donde las velocidades son inferiores, y suele haber implicadas distracciones, salidas de vía o adelantamientos que nunca debieron realizarse.
¿Cómo solucionar eso? Formación, formación y formación. Eso vale para los yanquis, los brasileiros, los indios, los chinos y los españoles. Además de eso, educación, educación y educación, así podremos compararnos en condiciones con alemanes, japoneses o británicos. Si esos dos valores estuviesen más en alza no necesitaríamos radares, y los recursos policiales podrían tener más eficacia en otros ámbitos.
Personalmente, considero que sí puede haber un mayor placer en la conducción si uno no se encuentra constantemente acosado por un ejército electrónico agazapado en posiciones de francotirador a la espera de que pase nuestro coche y nuestro dinero. Ahora bien, la conducción es un poder, y como tal, debe ser ejercido con responsabilidad: el que quiera conducir voluntariamente más rápido de lo legal tendrá que ser totalmente consciente de los riesgos que asume y la manera de mitigarlos o reducirlos al mínimo. Eso no sale por ciencia infusa.
Seamos francos, si exceder el límite de velocidad fuese sinónimo sine qua nom de sufrir un accidente, los desguaces estarían hasta arriba de chatarra reventada y los cementerios repletitos de conductores y pasajeros de turismos y motos. Cierto es que no es así, y que la velocidad por sí sola solo es una magnitud que relaciona el tiempo con el espacio. El problema de la velocidad es cuando se mete en una ecuación de energía porque debe haber una transformación: de cinética a hostiática, o como queramos llamarlo.
Y a partir de 2022 los coches nuevos vendrán con limitadores de velocidad que leerán la señales, aunque serán desconectables. Aunque todos los coches del parque móvil tuviesen ese adelanto las víctimas no bajarían tanto como le gustaría a algunos. Sigue habiendo una proporción preocupante de gente que no se pone el cinturón de seguridad, conduce distraída o muy cansada, se droga o bebe… pero eso no puede captarlo un puñetero radar.
Por último, una obviedad, para disfrutar de la conducción hay que estar vivo. En Brasil no es momento para eliminar radares si tienen un impacto positivo en la seguridad vial, pero los que solo están para hacer caja no solo sobran en Brasil, también sobran en España. Y si tienen que estar igualmente, que se evalúe si había un riesgo para el placer de conducir de los demás o solo se trata de un peligro abstracto y de difícil demostración. He dicho.
Javier Costas
Me gustan los coches desde que tengo uso de razón (o antes). Tras haber conducido más de 400 coches aquí sigo, divulgando y aprendiendo a partes iguales sobre las cuatro ruedas. Vosotros habéis hecho que se convierta en mi pasión.Que grande Jair!!! A ver si algún presidente argentino se copia…