El Shelby Cobra es quizá, uno de los automóviles más famosos del mundo, tanto a un lado como al otro del Atlántico e incluso más allá, pues en China y en Australia también es un oscuro objeto de deseo. Un coche mítico, cargado de pasión e incluso de cierto romanticismo que tanto se echa de menos en los espectaculares modelos actuales.
Pero como todos los sueños, no se encuentra al alcance de todos, ni siquiera de los más adinerados, pues existen muy pocos y los propietarios no suelen venderlos fácilmente. El caso es que la industria tiene soluciones para todo y los más apasionados siempre buscan formas de ofrecer algo especial, mejorando si cabe lo que ya era bueno, o al menos, lo que ya era deseado tal cual salió de fábrica.
Es aquí donde entra la parcela de las réplicas, de los coches bajo licencia y de los kit, esos coches que se venden en una caja y que su comprador tiene que montar, una de las variantes más pasionales del mundo del automóvil y totalmente imposible de ver en España (por desgracia). Entre las empresas que se dedican a ofrecer réplicas y coches bajo licencia, destaca especialmente Superformance, un especialista norteamericano que tiene permiso para crear réplicas del mítico Shelby Cobra, del más mítico todavía Shelby Daytona, así como también fabrica réplicas del Ford GT40 o realiza trabajos sobre los Corvette C2.
Requisito legal: venderlo sin motor
Una de sus últimas creaciones y posiblemente, una de las más bestias, es el Superformance MKIII-R, un coche que básicamente, es un Cobra llevado al extremo y modernizado en algunos puntos como la aerodinámica. En declaraciones de las propia compañía, el Superformance MKIII-R es un clásico de la vieja escuela infundido con un poco de estilo moderno. Lo más destacable de ese estilo moderno lo podemos encontrar en los apéndices aerodinámicos que se aprecian en el frontal, las aletas colocadas en la zona baja de la zaga y las salidas de aire tras los pasos de rueda (tanto delante como detrás) aderezados con láminas al estilo Ferrari Testarossa.
El Superformance MKIII-R es una creación bajo licencia del Shelby Cobra de 1965, que conserva la práctica totalidad de sus características y formas, pero que tiene una condición muy llamativa para poder existir: debe comercializarse sin propulsor. Cada licencia de fabricación debe cumplir unos estándares y además de una calidad de realización que se aprecia a simple vista, para la ocasión debe tener el vano motor vacío, ni siquiera tiene transmisión, lo que permite, no obstante, poder escoger el propulsor que más convenga. Superformance ofrece varias opciones, todas ellas Ford con componentes de Roush Performance y, por ejemplo, la unidad de las fotos equipa un V8 de 515 V y 698 Nm de par, que llegan a las ruedas traseras mediante un cambio manual de cinco relaciones y un diferencial autoblocante, que se equipa de serie.
La posibilidad de configurar este especialísimo Cobra al gusto, también afecta a sus prestaciones y a características como el peso, que puede variar de 1.127 a 1.206 kilos. Cifras realmente contenidas y que seguro, ofrecen unas prestaciones de órdago, sobre todo teniendo en cuenta que los motores disponibles van de los 5.000 a los 7.000 centímetros cúbicos, casi como el Shelby Cobra original (los 7.000 centímetros cúbicos equivalen a 427 pulgadas cúbicas). El cambio puede ser un Tremec de cinco velocidades o bien, un Ford de cuatro marchas “toploader” (nombre que recibe al tener la tapa de acceso a los componentes internos en la parte superior. La usaron los Cobra originales y se emplea todavía en alguna ocasión en la NASCAR).
Fabricación artesanal y chasis de largueros
Cualquier unidad del Shelby Cobra original, ya sea equipada con el motor de 286 pulgadas cúbicas (casi 4.700 centímetros cúbicos), tiene una valoración astronómica que puede superar los cinco millones de euros en subastas, algo que lo coloca en el olimpo de los coches de colección o casi. Sin embargo, una buena réplica del Cobra puede quedarse en “solo” 80.000 euros, como es el caso que nos ocupa. El Superformance MKIII-R tiene un coste de salida de 79.900 dólares, unos 74.000 euros, aunque cabe recordar que se entrega sin propulsor ni transmisión, que se deben pagar aparte.
A cambio de esta cantidad de dinero, por otra parte nada despreciable, se tiene una joya de fabricación artesanal y bajo encargo, articulado sobre un chasis de largueros con subchasis de tubos con soldadura TIG y zonas de absorción de impactos tanto delante como detrás, detalle que no tienen los originales. La carrocería, por su parte, es un conjunto fabricado con paneles de fibra de vidrio reforzados con barras y paneles de acero, para posteriormente adherirse al chasis. Se ofrece una carrocería fabricada en aluminio de forma opcional y todas ellas se entregan con pintado con capa base y acabado de uretano transparente.
Las suspensiones cuentan con muelles Eibach y amortiguadores telescópicos regulables, que trabaja sobre brazos en forma de A de longitud desigual en ambos trenes. Los frenos los firma Wilwood, con los delanteros ventilados y con pinzas de cuatro pistones. Las llantas, por su parte, son Halibrand con palomilla central.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS