De los comienzos como tope de gama del Toyota Celica a su consagración con el MK4 de los años noventa. Una vida comercial de menos de dos décadas y no precisamente de lo más exitosa en cuanto a ventas, pero que se haría lugar en la memoria colectiva para siempre. No hay que aclarar a estas alturas que el Toyota Supra es un coche que trascendió generaciones y que lo seguirá haciendo, y todo se debe a aquella época en la que BMW todavía no motorizaba.
Un liftback de capó estirado en casi 20 centímetros y ensanchado para colocar un motor superior al Celica de serie en su segunda generación. Con un seis cilindros en línea de 2,6 litros y otro que pronto se sumaría para iniciar la década de los ’80, más capaz debido a su desplazamiento de 2,8 litros, el primer Supra comprendía potencias de entre 116 caballos y 175 CV según mercados. Para la segunda generación, la A60 introducida en 1982, el motor 2.8 ya era una realidad, pero durante su comercialización llegaría a transmitir a las ruedas traseras hasta 181 caballos mediante una inyección electrónica de combustible, si bien en España se recordará la versión del seis cilindros con 145 CV.
En este momento de la historia se me presenta un dilema, porque el MK4 es el MK4, pero siempre he manifestado cierta devoción por la tercera generación. La A70, estrenada para 1986, fue la primera como modelo independiente y debía dar el salto de poder. Para ello, la novedad fue el aumento a tres litros del seis cilindros para llegar a producir hasta 200 caballos, aunque este 3.0 también se ofrecía turboalimentado, en cuyo caso generaba hasta 230 CV.
La cuarta generación ofrendaba al coche japonés el aspecto más deportivo hasta ese entonces. Nada tenía que ver ese diseño incrementado en proporciones y aerodinámica con el Supra rutero y refinado de tercera generación. En el A80, la potencia, con aspiración atmosférica, escalaba hasta los 225 CV, mientras que con el biturbo se iba hasta unos inéditos 330 caballos. Fue ese el Toyota Supra más potente de la historia con motorización de la casa… Hasta ahora.
Nada nuevo hasta aquí, un breve racconto de lo que los aficionados al deportivo japonés se sabrán de memoria, pero sentía que valía la pena el repaso introductorio, pues el modelo, en los últimos días, ha vuelto a la agenda debido a la posibilidad de que retorne a su época previa a su sociedad con la ingeniería alemana. Esto no tiene que ver con el que se hace desear, el Toyota Supra GRMN que viene anunciándose desde el 2023 y que durante el 2024 se ha seguido viendo en pruebas bajo camuflaje, porque, en definitiva, el Maestros de Nürburgring, que se espera que sacuda con 450 caballos de mínima, mantendrá la propulsión bávara, aunque ya no el B58 Biturbo 3.0, sino alguno de la Serie M.
Tampoco habría relación con los GR Supra de motor V8 de Lexus destinados a las carreras GT. No. En una publicación de comienzos de este 2025, la revista japonesa Motor Fan afirma que Dave Christ, vicepresidente de Toyota Motor North America, ha dejado abierta la puerta para un nuevo Supra con motorización independiente, y esto refuerza las especulaciones sobre dos cuestiones: la continuidad del modelo y su posible retorno a la propulsión propia, tras el punto final sentenciado a la colaboración con el BMW Z4.
¿Será híbrido? Ya desde el segundo semestre del 2024 que este posible escenario viene planteándose de parte de medios locales. Por ejemplo, la revista japonesa Best Car supo adelantar que el próximo Toyota Supra, además de volver a las fuentes de la motorización independiente, propondría un esquema híbrido con motor de combustión turbo de cuatro cilindros 2.0, y que éste llegaría a las calles entre el 2026 y el 2027. Todo esto, además, levantado por otros medios especializados como Automotive Press.
De concretarse esto último, sería entonces algo inédito para el Supra, que de momento jamás ha estado electrificado. Lo importante, sin embargo, está en que las expectativas por verlo de nuevo con ingeniería de la casa, y tras más de dos décadas de ausencia, van en aumento.
Mauro Blanco
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