Si la cantidad de victorias fuera la porción de su trascendencia a tener en cuenta, deberíamos poner el foco en el historial de este coche con Niki Lauda. Con este chasis, el 029, el austríaco tres veces campeón se encaminó a su segundo título mundial, el de 1977, el que marcó la ruptura con la escudería y con Enzo Ferrari, una cicatriz que cerró años más tarde con un especial GTO oficiando como símbolo de paz. Si nos regimos por el reciente intento de un grupo de coleccionistas, la carga emotiva a considerar es otra, el lazo afectivo que une a este Ferrari de Fórmula 1 con otro de los pilotos del equipo italiano para aquella temporada se convierte en prioridad.
Porque a este Ferrari 312 T2 también lo manejó Carlos Reutemann y pudo haber regresado a la Argentina. Con este monoplaza, el Lole ganó el Gran Premio de Brasil de ese año y aportó al campeonato de constructores para los de Maranello. Entonces, devolver este Ferrari a la tierra del rey sin corona pasó a ser la cuestión. ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Por qué se abrió la puerta y por qué se cerró?
Bernie Ecclestone sabía que, a sus 94 años, debía garantizar el futuro de su colección de 69 monoplazas de la máxima categoría, de manera tal que a Mark Mateschitz, empresario dueño de la mitad de Red Bull –no la escudería, sino la compañía de bebidas– no se le ocurrió mejor idea de comprar la totalidad, bajo el compromiso de mantenerlos exhibidos y garantizarle el acceso al público. ¡Cómo privarle al mundo semejantes piezas históricas! Alguien como Ecclestone no podía accionar de esa manera.
La venta no es algo de última hora y no es la noticia en sí, pues primero se anunció en diciembre del 2024 y se concretó en marzo del 2025. De esa extensa lista formó parte el 312 T2 1977 y, cuando a finales del año pasado Tom Hartley Jr., encargado de llevar a cabo, entrevistó al ex dirigente y ex piloto británico, éste le confesó que desde Argentina habían intentado comprarlo “varias veces a cualquier precio”.
El 312 T2 1977, el Ferrari de Fórmula 1 que no pudo volver a casa
En ese momento, Bernie Ecclestone no consideraba desprenderse de sus coches y eso incluía al chasis 029. “Le respondí que no estaba a la venta, porque siempre me sentí muy apegado a estos coches. Ahora creo que llegó la hora de encontrarles un buen destino, mientras aún estoy en condiciones de negociar y encontrarles un buen hogar”, explicó en la entrevista con el especialista y vendedor de automóviles clásicos.
Sucede que en las últimas horas se dio a conocer, a través de Motor1 Argentina, que un grupo de coleccionistas, antes de que Mateschitz se quedara con absolutamente todo, había logrado llegar a la instancia más importante: arreglar de palabra con Ecclestone la adquisición del Ferrari 312 T2 1977 para que se mudara al país sudamericano. El coche, así, se acercaría a los coterráneos de Reutemann, último en manejarlo en un Gran Premio de Fórmula 1. Exhibirlo a su memoria debía ser su destino. Todos lo entendieron, empezando por el propio Ecclestone… menos el Gobierno Nacional.
No sorprende el desprecio por lo simbólico y el patrimonio cultural de parte de la gestión actual, menos si viene del ministro de Economía, un deportista olímpico en la toma de deuda externa. Cuando este grupo de coleccionistas se encaminaba a hacerse del coche, la carga impositiva sobre el valor del vehículo era del 70 por ciento, pues hasta comienzos del 2025 los coches deportivos históricos como este Ferrari de Fórmula 1 estaban exentos de impuestos internos.
Esto cambió cuando la Agencia de Recaudación y Control Aduanero empezó a computarle a los deportivos históricos impuestos propios de los coches deportivos con fines de matriculación. Ese 70 aumentó sin escalas a un 130 por ciento. “Era una patriada que iba costar seis o siete millones de dólares, pero al momento de sacar las cuentas la cifra final llegaba a casi 12 millones de dólares”, contó uno de los integrantes a Motor1. Todo quedó en la nada.
Mauro Blanco
Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.COMENTARIOS