Con esta segunda generación el Nissan Terrano II 2.7 TD -con nivel de acabado GSX- elevó el listón de la primera generación con resultados bastante convincentes. Hablamos de un todo terreno de verdad, algo light, pero con buenas cualidades para moverse por el asfalto y la urbe. Un vehículo que empieza a oler a SUV y antecesor (en cierto modo) del Qashqai. En el Ford Maverick encontraba su gemelo.
Con un motor turbodiésel de 2,7 litros de cilindrada y 100 CV de potencia, no quedaba comprometida para nada la integridad del mismo ni ponía en apuros al bastidor, con un tradicional esquema de escalera compuesto de dos largueros y seis travesaños soldados, sobre el cual se montaba la carrocería. La unión entre estos dos componentes se realizaba mediante elementos elásticos, de forma que las vibraciones quedaban atenuadas.
Si observábamos su línea enseguida nos llamaban la atención sus proporciones, pues se antojaba estrecho y alto visto por detrás o por delante
La versión de tres puertas tenía unas dimensiones de 4.105 mm de largo, 1.735 mm de ancho y nada menos que 1.805 mm de alto, valores a tener en cuenta en la conducción por carretera. Una vez sentados en su interior descubrimos un habitáculo confortable y amplio.
El conductor se encontraba en una posición bastante adelantada, y delante de él se descubría un capó bastante corto, algo poco habitual en el segmento, lo que facilitaba las maniobras tanto en el campo como en la ciudad. Las plazas traseras eran también amplias y cómodas, con un respaldo que podía variar su inclinación y abatible por secciones, además de una banqueta aprovechable en toda su anchura. El maletero era bastante utilizable y amplio dadas sus formas regulares, aunque carecía de una tapa o cortinilla para ocultar su contenido.
La calidad de sus materiales era de primera y los ajustes de los mismos eran muy buenos. La climatización era muy potente y se repartía con gran eficacia por todo el habitáculo. Las plazas traseras contaban con salidas de aire. Lo cierto es que sus acabados eran tan buenos como los de un turismo. Se puede criticar alguna lagunilla en su equipamiento, como la inexistencia de un testigo luminoso en el cuadro de mandos de las luces antinieblas o la fácil exposición de la rueda de repuesto, situada en el portón del maletero, resultando atractiva para los amigos de lo ajeno.
El motor estaba en posición delantera longitudinal y llevaba cuatro cilindros en línea, con 2.663 cm3 de cubicaje. Tanto bloque como culata eran de fundición de hierro. La distribución se realizaba mediante un único árbol de levas accionado por ruedas dentadas, con dos válvulas por cilindro. Su potencia máxima era de 100 CV a 4.000 RPM y el par máximo era de 221 Nm a 2.200 RPM. La alimentación del gasóleo se realizaba a través de una bomba de inyección mecánica y turbocompresor.
La mayor virtud de este propulsor era su suavidad de funcionamiento. A bajas revoluciones se mostraba algo perezoso, pero una vez superadas las 2.500 RPM subía sin protestar como un misil hasta la línea roja. Este motor, que se fabricaba en la planta madrileña de Cuatro Vientos (cerrada en 2006), se optimizó y se redujo bastante su nivel sonoro respecto al anterior.
La caja de cambios del Nissan Terrano II 2.7 TD era manual de cinco velocidades, con propulsión a las ruedas traseras y engranables las cuatro ruedas. Como buen todoterreno que se precie contaba con una caja reductora, diferencial trasero de deslizamiento limitado y bloqueador automático de las ruedas delanteras. Se podía criticar el gran salto existente entre tercera y cuarta.
Los desarrollos de las marchas cortas eran algo largos, pero adecuados para un coche no pensado para ir excesivamente cargado. Por caminos buenos era rápido, seguro y cómodo, poco nervioso a pesar de su corta batalla (2.450 mm). El autoblocante trasero era ideal para meterse por zonas trialeras, sin olvidarnos de su baja altura libre al suelo y del tipo de neumáticos -de medidas 205/SR15-, orientados al buen comportamiento en el asfalto.
Sus prestaciones no eran precisamente de un cohete, con 149 km/h de velocidad máxima, 20 segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado y 40 segundos para los 1.000 metros desde parado. Con las recuperaciones, más de lo mismo, casi 40 segundos para recorrer 1.000 metros en cuarta a 40 km/h y 43 segundos para el mismo registro en quinta. Tomaba cerca de 20 segundos para pasar de 80 a 120 km/h en cuarta y 25 segundos en quinta.
Existen subcompactos con motorizaciones básicas con mejores prestaciones que nuestro protagonista
Su consumo podía ser razonable si no exprimíamos el acelerador, del orden de los 11 l/100 km por ciudad, bajando a los 9,6 l/100 km a 90 km/h de crucero por carretera de doble sentido, subiendo hasta los 13,6 l/100 km a 120 km/h de crucero por autopista/autovía, y disparándose hasta cerca de los 17 l/100 km en conducción todo terreno. Hay que tener en cuenta su pésima aerodinámica y su peso (1.730 kg). Al menos su depósito de combustible era respetable, con 72 litros de capacidad.
Una vez en marcha y el motor ha cogido temperatura, su calidad de rodadura es bastante silencioso y suave. La suspensión tenía unos tarados bastante conseguidos, resultando bastante cómodos, pero sujetando la carrocería evitando molestos balanceos.
La suspensión delantera era de doble triángulo superpuesto y con barras de torsión como elementos elásticos. En el eje trasero nos encontrábamos con un eje rígido, cuatro brazos oscilantes, una barra Panhard y muelles, con un perfecto guiado. Las barras estabilizadoras estaban presentes en ambos ejes. El conjunto de la suspensión resultaba muy sólido, con la única pega de un recorrido corto de la suspensión delantera.
La dirección era de lo mejorcito del coche, con un nivel de asistencia óptimo y una elevada sensibilidad. A pesar de tener cuatro vueltas de tope a tope no resultaba excesivamente desmultiplicado, dotando al coche de gran agilidad sobre cualquier terreno. Llamaba la atención el hecho de llevar tambores en el eje trasero, teniendo en cuenta el elevado peso del coche. La frenada era potente y equilibrada, y solo en situaciones muy apuradas se bloqueaban las ruedas posteriores.
Por su concepción, el Nissan Terrano II 2.7 TD estaba más orientado al asfalto, pero comportándose con dignidad en el campo. Ya empezaba a germinar el concepto SUV, viendo Nissan que el público empezaba a decantarse por los vehículos con estética de todo terreno, pero con la idea de tocar lo imprescindible todo aquello que no fuese asfalto. No vamos a insistir en las desventajas de este tipo de vehículos frente a una buena berlina convencional, ya hablamos de ello en este interesante artículo de nuestro compañero Javier Costas.
Su precio era de 3.195.000 pesetas en 1993, unos 35.000 euros de hoy.
Calcula cuánto cuesta asegurar un Nissan Terrano con nuestro comparador de seguros.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...Precisamente la climatización en la primera serie no era muy buena, pero en cuestión off/on Road sea muy polivalente
Puntualizando… la distribución en este motor no era accionada por cadena, sino por piñones.
Así es, se nos ha colado. Un sistema antediluviano… pero robusto.
Como ya se ha dicho, resulta un poco raro a día de hoy calificar al Terrano como suv, pero eso da una muestra de cómo ha cambiado el mundo del TT en estos 25-30 años. Esto mismo ocurría con el Vitara o el Frontrera, todos ellos considerados todo terrenos “light”, pero es que en esa época no se planteaba lo de hacer un coche con aspecto campero y que no fuese en el fondo un TT bastante bueno. Ahí también entra en juego cómo lo vende la propia marca. Efectivamente, Nissan (y las otras) trataba de darle ese especto lúdico-festivo… Leer más »
Yo tengo uno del 92, con 460.000 km y ninguna averia. tengo la version sin turbo sin intercooler con 134 cv. Alcanza los 160 sin problemas y lo uso casi a diario. Tanto en carretera como en pista forestal se comporta perfectamente el consumo depende de la velocidad pero se amortiza perfectamente al no tener averias.
Sin turbo, 134 caballos?
Es turbo pero sin el intercooler.
Y por desgracia se volvió SUV, aunque no como esperamos…Aquel coche rudo, junto a su gemelo durante un corto periodo de tiempo, el Ford Maverik, copo las calles de los pueblos, caminos, puestos de vigilancia, vale que en carretera flaquearan, pero quien quería correr con ese coche, la sensación de¨falsa seguridad¨ el ir mas alto, ya era algo positivo, a la hora de adentrarse en una autovía. Luego no era mal coche, quizá gano algo mas cuando ya incorporo AIRBAG, ABS y se introdujo una mecánica mas potente, aunque el 2.7 seguía a la venta, evolucionado, lastima que la fiebre… Leer más »
Es verdad que “olía a SUV” en el sentido de que tenía un refinamiento y acabados que en la época no eran habituales en los 4×4. Pero es que incluso en esa época algo pensado como SUV como un Cherokee XJ era un todoterreno pata negra. A nunca me gustó la estética que tenían (esas proporciones…) pero han resultado ser coches muy polivalentes y fiables (más fiables que el propio Patrol). Quizá los mejores son los de su primer restyling, ya con intercooler en el 2.7 y 125CV, creo que son bastante más duros que los últimos que se vendieron… Leer más »