El Ford Streetka 1.6 Luxury era claramente un coche con un marcado talante lúdico. Su tamaño era muy contenido, el maletero era tan pequeño como el propio coche, solo había dos asientos y tenían menos sitio que en un Ford Ka convencional… Y además, con un precio de 19.500 euros –en 2003–, se consideraba carísimo. Pero si dejamos todo esto a un lado, pocos descapotables resultaban tan apetecibles como el pequeño Streetka. Y no porque fuera verdaderamente prestacional, sino por aquella idea de un coche pequeño y con potencia justa, es muy divertido de conducir. ¿Os imagináis sin techo?
A mediados de los 90, Ford ponía en circulación un urbano de diseño bastante llamativo. Las revistas especularon durante algún tiempo con ideas y con posibles diseños, sobre todo tras el acto de presencia del Ford Ka Concept en 1994, que como curiosidad, adoptaba rasgos de diseño que tenían algunos modelos de la marca en aquel momento, como la calandra ovalada o las ventanillas muy curvas. El impacto fue ver el modelo de producción final, que adoptó el lenguaje de diseño que Ford usaría durante los siguientes años y que poco se parecía al prototipo mostrado.
En aquellos años –1996 en adelante–, los pequeños coches urbanos tenían buena aceptación y casi todos los fabricantes tenían presencia en la categoría. Por lo general, siempre fueron coches muy sencillos, tanto por acabados como por equipamiento, en busca de la reducción de costes y de no disparar el precio de venta. Sin embargo, nadie se había parado a pensar en que, quizá, una carrocería descapotable podría ser interesante. Y actuó en consecuencia en 2003, cuando puso en circulación el Ford Streetka, una versión descapotable del Ka.
Sí, apareció bastante más tarde que el modelo del que partía, pero, en el fondo, ¿qué más da? Además, se llamaban igual, estaban hermanados, pero el Streetka tenía enormes diferentes con el Ka. Pininfaina se encargó de su diseño –que adoptó el frontal que estrenó el Ford Sportka– y tanto la plataforma como el vano motor eran compartidos –al igual que el salpicadero o el volante–, pero era más ancho, la suspensión era muy firme, se aplicaron refuerzos a la estructura… Todo para conseguir un coche veloz en curva y muy divertido de conducir. Sirva de ejemplo que el eje trasero era el mismo que usaba el Fiesta con muelles un 7% más duros y la estabilizadora era un 64 % más rígida.
Los 95 CV del motor 1.6 se quedaban algo justos, mejor habría sido optar por el motor del Fiesta con culata de 16 válvulas

Aunque muy pintón, el Ford Streeka era un coche casi tan sencillo como el Ford Ka, incluso en la versión 1.6 Luxury, que, en teoría, era la más equipada de todas: cuatro airbags –dos frontales y dos laterales–, ABS, faros antiniebla, aire acondicionado, cierre centralizado, cierre centralizado con mando, llantas de aleación, tapicería de piel… Pero curiosamente, la capota era de accionamiento manual. La prensa lo llegó a considerar un paso atrás, pues lo comparaban con el resto de modelos descapotables del mercado, la mayoría de ellos de apertura eléctrica, pero el hecho de tener una capota manual, ayudaba a que el peso fuera de solo 1.061 kilos. ¿Dónde había visto un descapotable tan ligero, en pleno Siglo XXI?
El peso era más importante que nunca, pues todas las versiones del Ford Streetka usaban el mismo motor, es decir, el propulsor que daba vida al Ford Sportka. Concretamente, hablamos de un cuatro cilindros de 1.597 centímetros cúbicos de carrera corta –82,1 milímetros de diámetro y 75,5 milímetros de carrera de los pistones–, culata de dos válvulas por cilindro, un árbol de levas –accionado por cadena, por cierto–, inyección y capaz de rendir 95 CV a 5.500 revoluciones y 13,8 mkg a 4.250 revoluciones.
No eran cifras de coche deportivo, no al menos de un deportivo de los 2000, pero el coche era ligero y el cambio, de cinco marchas, tenía desarrollos más o menos cortos –una cuarta de 26,3 kilómetros/hora y una quinta de 32,9 kilómetros/hora–. Eso ayudaba a mantener cierto tacto dinámico, pero había que exprimir al máximo el motor para obtener buenos resultados en carreteras de montaña.
No obstante, de donde no hay no se puede sacar. La velocidad máxima era de 173 kilómetros/hora, el 0 a 100 kilómetros/hora se completaba en 12,1 segundos, los 400 metros con salida parada no se recorrían hasta pasados 18,7 segundos y, por añadir algún dato más, el 80 a 120 kilómetros/hora en cuarta, necesitaba de 12,3 segundos.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS