Dicen que las bodas de oro se celebran cuando una pareja cumple 50 años de casados. En Alemania, y particularmente en Wolfsburgo, al parecer la tradición se cumple con décadas de antelación, porque en Volkswagen ya la estaban festejando luego de diez años. Lo que en realidad ocurrió, en realidad, fue que la producción del Beetle tardó una década en llegar al millón de unidades, algo normal para un modelo con éxito de la actualidad, pero mucho más meritorio en aquellos tiempos.
Es un aniversario especial el que el coche cumple en 2025. Nada más y nada menos que 80 años desde el comienzo de su producción en serie. Pero no es mi intención adentrarme en un recorrido cronológico de toda su historia, sino detenerme en un capítulo puntual de aquella, porque, si por algo se lo reconoce desde su retiro en 2003, es por haber dejado un sinfín de momentos para recordar. Y es, entonces, el 70° aniversario el que me importa. No, no hablo de la apertura del primer concesionario de Volkswagen en México como punto de partida hacia la fabricación nacional del, acaso, país en el que más se lo quiso.
Es agosto de 1955 y las inmediaciones de la casa matriz explota de gente. Un suceso de esos que requeriría la reconstrucción por medio de la palabra, de la palabra de los verdaderos protagonistas, de quienes estuvieron allí presente. Porque las fotos del denominado Volkswagen Gold Bug –Bug es el término históricamente utilizado en países angloparlantes– y del momento en específico no abundan, más bien todo lo contrario, y nada igualaría al valor documental de un “yo estuve ahí” o un “ese dorado vaya que brillaba”.

No todos los modelos alcanzan una producción de siete cifras. El Beetle fue el primer alemán en hacerlo. Para la ocasión, ante la atenta mirada de casi 150.000 testigos, ante el acoso de éstos, que se abalanzaron a él como si de un hijo pródigo se tratara o simplemente como algo jamás visto hasta la fecha, la marca presentó en sociedad el Volkswagen Beetle 1.000.000, en el que no solo la pintura dorada metalizada de su carrocería brillaba. También lo hacían las piedras preciosas que lucía en secciones como los paragolpes. Un detalle que hoy puede comprobarse a un metro de distancia si es que visitas el museo AutoStadt, donde hoy descansa y se exhibe.
Son días en el que coche del pueblo merece su lugar en la agenda y no solo por el aniversario especial del Volkswagen Gold Bug. Dependiendo de la región o el país, ha adoptado un nombre de arraigo. En España, por traducción literal, se lo conoce como escarabajo. Pero, si tuviera que bautizar en asociación con la insignia Beetle al prototipo del cual derivó el modelo de producción, pues no lo dudaría: un completo xenomorfo. Los devotos cinéfilos de la saga de Ridley Scott lo entenderán apenas vean la exagerada línea de techo y la comparen con la del coche de serie. Hoy, aquel precursor, el Volkswagen W30, vuelve a la vida y te recomiendo seguir leyendo sobre el gran clásico alemán.
Mauro Blanco
Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.COMENTARIOS