Blanco, amarillo y negro, estos son los colores asociados a la más gloriosa época de Renault, la en la que los franceses aplicaron la tecnología turbo a todo lo que llevaba cuatro ruedas y necesitaba prestaciones. Hoy voy a contaros la historia del Renault RE40, la despedida del Gordini EF1 al que arrebataron la victoria a cinco carreras del final del campeonato.
En la época en la que muchas veces los monoplazas actualizados no llegaban a la primera carrera del campeonato, nos centraremos en el año 1983, año en el que en su segunda carrera, en Long Beach, llegó el nuevo aparato de Renault, el RE40. En marcado en la nueva normativa que prohibía el efecto suelo, llegaba el novísimo aparato de Renault, el primer monocasco de la marca hecho por completo de fibra de carbono. Sus pontones aumentaban en busca de recuperar la carga aerodinámica perdida, y la única concesión al clásico aluminio fue la “caja de choque”, una sección frontal que se hizo en este material para facilitar su reparación en caso de accidente leve.
Mecánicamente, el RE40 montaba el sempiterno motor V6 biturbo de 1,5 litros conocido como Gordini EF1, que no era más que la enésima evolución del motor turbo estrenado en 1977. En 1983, este propulsor entregaba la extraordinaria cifra de 880 CV, pero lamentablemente, el mayor punto débil del monoplaza eran los turbos, los cuales eran un quebradero de cabeza para sus pilotos, Prost y Cheever. La temporada empezó con un Nelson Piquet imparable a lomos del Brabham BT52, pero no duró mucho su rivalidad, ya que con la llegada del RE40 esto dio prácticamente a su fin.
Los únicos rivales dignos eran los Ferrari, el resto tenían mayores problemas de fiabilidad que ellos, y, por lo tanto, solo presentaban rivalidad en carreras puntuales, ninguno de ellos podía con los todopoderosos Renault y Ferrari. La temporada del piloto más avezado de Renault iba viento en popa, en el sexto Gran Premio Alain Prost ya había conseguido con el RE40 dos primeros puestos, un segundo y un tercero, y si novel compañero de equipo, Eddie Cheever, había ejercido de escudero haciéndose con dos terceros puestos.
El bueno de Eddie la mayoría de veces abandonaba, cuando no acababa fuera de la pista, su pilotaje más agresivo hacía que el Renault acabase en la cuneta con alguna pieza averiada. Pero aquí fue donde comenzó la leyenda del Profesor, apodo con el que se conocía a Alain Prost, era mucho más cuidadoso con la mecánica, y destacaba por algo que a día de hoy parece la mejor herramienta para ganar carreras, la gestión. Prost se movía en esa fina línea entre aprovechar todo el potencial del ya viejo motor, y preservar la mecánica cuando no era necesario sacar hasta el último segundo en cada vuelta.
Su temporada parecía estar firmada, este era el fin de su crecimiento en la etapa Renault, las últimas seis carreras no podían presentar dificultades. Todos se equivocaban, un equipo cuya participación fue discreta guardaba un as en la manga. Brabham había guardado el secreto hasta el momento adecuado, agazapado en el centro de la parrilla, pero con posibilidades de ganar el campeonato, hablamos del combustible para cohetes que le hizo arrebatarle en el último momento el campeonato a Renault.
Los franceses no tenían nada que hacer, era tarde para introducir mejoras, y veían a las Brahbam ganarles en todo, incluso cuando parecían estar cerca, los monoplazas que equipaban el propulsor de BMW siempre podían huir. Así fue como Prost vería pasar muy cerca su primer posible campeonato, con una medida al borde de la legalidad que dio al traste con todo el esfuerzo de su temporada, y que haría que al año siguiente se fuese a McLaren.
Francisco Javier Rodriguez
En la época en la que pasaba el día dibujando coches, alguien me preguntó: ¿pero a ti te gusta más la mecánica o la carrocería de los coches? Esa misma semana leí el Manual del Automóvil de Arias Paz. Tenía 14 años, esa simple pregunta es la razón por la que estoy aquí, desde entonces no he parado de aprender sobre lo que se convirtió en mi pasión.COMENTARIOS