Volvo siempre ha sido un fabricante muy preocupado por la seguridad, pero también ha sido un fabricante que no ha descuidado algunos aspectos como la deportividad. Es un notable contraste con lo que ofrece hoy día, que se centra en el lujo, la electrificación total y una preocupación por la seguridad que raya lo enfermizo. Sirva de ejemplo, por si hay alguien que se olvidó, que la firma sueca limita la velocidad máxima de sus coches a 180 km/h de fábrica por seguridad y porque, según los responsables, no hay razón para superar esa velocidad.
Evidentemente, para los usuarios de Volvo, la limitación es el menor de los inconvenientes, pues quien se compra un Volvo lo que busca es seguridad y también una imagen premium diferente al resto. Si fuera BMW el fabricante que limitara la velocidad de sus coches, quizá, la reacción sería diferente. No obstante, con esa decisión, la firma sueca da la espalda totalmente a cualquier hálito de deportividad y da la espalda a un paso en el cual, si había lugar para ella con modelos bastante interesantes.
Nuevamente, la falta de deportividad no es algo que realmente le quite el sueño a los usuarios de Volvo, pero nos perdemos cosas como el Volvo S40 T4, o el Volvo S40 T5. El T4 forma parte de la primera generación del S40, aquel que salió de un desarrollo conjunto con Mitsubishi –compartía muchas cosas con el Carisma– y el T5 ya era parte de la segunda generación, que se desarrolló cuando la marca sueca estaba bajo control de Ford.
Aquella segunda generación del Volvo S40 compartía plataforma, motores y sistemas con el Ford Focus y el Mazda 3, mientras que la versión T5, compartía su motor con el Ford Mondeo Titanium S 2.5T, con el Ford Focus RS y con el Volvo C30 T5. Esto es, un cinco cilindros turbo con 2.521 centímetros cúbicos y un turbo KKK K04, capaz de rendir 220 CV a 5.000 revoluciones y un par de 320 Nm entre 1.500 y 4.800 revoluciones. Era potencia suficiente para lanzar al S40 T5 hasta los 100 km/h desde parado en 6,8 segundos y para alcanzar los 240 km/h. Por supuesto, el cambio era manual de seis relaciones –procedente del Vovo S60 R– pero había un cambio automático en opción.
No obstante, no hablamos de una deportividad rabiosa, la personalidad de los Volvo nunca ha sido especialmente racing, aunque eso no quiere decir que tenga coches lentos. Además, el Volvo S40 T5 se aprovechaba de algunos desarrollos obtenidos y aprendidos con el Volvo S60 R, que permitieron a Volvo hacer coches más ágiles en carretera, aunque ágil, como seguramente ya sabréis, no quiere decir racing. Al menos, el fabricante sueco añadió la tracción total a la gama de forma opcional.
El Volvo S40 T5 no fue el más popular de la gama y encontrar unidades de ocasión es complicado. Se dijo, durante la presentación de la gama a la prensa, que se barajaba la posibilidad de lanzar un Volvo S40 R, algo que finalmente se quedó en un acabado llamado R-Desing y nunca hubo un auténtico S40 R.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS