El Volvo 244 Diésel es uno de los modelos que más y mejor definen la personalidad de la marca durante los años setenta y ochenta. Aquella época en la que Volvo empezó a dejar de tener prejuicios e inseguridades respecto a lo que era y debía ser, sublimando su identidad basada en la robustez, la fiabilidad y la seguridad. De hecho, el hacer bandera de estos valores le dio paradójicamente una imagen desenfadada, realizando campañas de publicidad realmente ingeniosas en las que ironizaba sobre lo anodinas que sus creaciones podían ser para parte del mercado. Todo un ejercicio de “ dar la vuelta a la tortilla “, ejemplificando cómo la mejor manera de diferenciarse en el mercado es no traicionando la definición establecida en los primeros tiempos de cada empresa.
Así las cosas, incluso cuando se acercaba a la deportividad lo hacía desde sus propios códigos. Algo que demostró muy bien el 850 T55 de 1993. No obstante, y volviendo a la época del Volvo 244, lo cierto es que esta forma de ser le funcionaba a la perfección al fabricante sueco especialmente en el mercado norteamericano. País donde llegó a ser la segunda marca con más exportaciones en determinados años de los años ochenta, por delante de las japonesas y sólo sobrepasada por Volkswagen. De esta manera, en 1974 presentó a la serie 200 como su nueva apuesta para el segmento D con tres carrocerías diferentes que marcaron diversos códigos de identificación.
En base a esto, el número 242 se reservó a los modelos coupé, el 244 a las berlinas de tres volúmenes y el 245 a las rancheras con portón trasero, es decir, cinco puertas. Obviamente, dado que estamos ante un modelo pensado en especial para un segmento donde la berlina era el tipo de carrocería más recurrente – aún faltaba mucho para que los SUV de todos los tamaños acabasen siendo la referencia de diseño desde el escalafón de los urbanos compactos hasta el de los superdeportivos – fue el Volvo 244 el más vendido de todos. También en el mercado español, donde a partir de su primera actualización – muy notoria en la estética del frontal y sus faros – comenzó a beneficiarse de los cupos de importación más abiertos que empezaron a darse justo antes de entrar a la Unión Europea.
Volvo era un verdadero referente para los fabricantes extranjeros que operaban en los Estados Unidos, llegando a ser en algunos momentos la segunda marca con más cuota de mercado de importación sólo superada por Volkswagen
Volvo 244 Diésel, un Volvo al cuadrado
Aunque se suponía que un comprador con capacidad de adquirir un solvente vehículo de gama media-alta como el Volvo 244 no estaba mirando demasiado el bolsillo, lo cierto es que incluso marcas premium como Mercedes contaban con una amplia oferta de motorizaciones diésel para mejorar la eficiencia del consumo. Algo verdaderamente controvertido, puesto que se tenían que hacer muchos, realmente muchos kilómetros, para compensar el sobreprecio que una mecánica diésel tenía sobre una gasolina. Y eso sin hablar de la menor potencia.
No obstante, modelos como el Volvo 244 Diésel seducían a parte del mercado con encantos basados en la racionalidad y las cosas bien hechas. Veamos. Para empezar, su bloque de seis cilindros en línea y 2.383 centímetros cúbicos procedente de Audi-Volkswagen – único diésel de seis cilindros entre los fabricante europeos del momento – daba poco más de 80 CV a 4.000 revoluciones por minuto. Muy poco en comparación con los 121 CV de un Mercedes W123 Turbodiésel de 1981 con su cinco cilindros de casi tres litros.
Sin embargo, el Volvo ofrecía un precio de acceso más asequible y una fiabilidad a prueba de bombas. De esta manera, las visitas al taller de los Volvo 244 Diésel eran bastante espaciadas, siendo muchas veces nada más que relativas al propio mantenimiento. Y eso por no hablar de la seguridad, de la cual la empresa sueco hizo bandera especialmente en el apartado de la seguridad pasiva prometiendo unos niveles de protección a los ocupantes poco vistos en otras marcas.
Frente a otras virtudes como la potencia o un comportamiento más prestacional, este Volvo se presentaba con una seguridad pasiva realmente excepcional, una fiabilidad a toda prueba y un mantenimiento de lo más sencillo
Además, el comportamiento del Volvo 244 Diésel en las rutas rectas por autovía o nacionales daba fe de un gran aplomo. El cual, combinado con el extremado confort y acabados de su habitáculo redundaba en un coche ideal para hacer largos viajes con calma, tranquilidad y confianza en que el coche no fuera a pedir ajustes ni reparaciones. Sólo así a este Volvo se le perdonaba el desfase entre el peso – más de 1.400 kilos – y la escasa potencia de su bloque motor nacido en Alemania. Al fin y al cabo, quien compraba uno de estos vehículos sabía perfectamente lo que estaba haciendo al pertenecer a una de esas marcas a las que “ había que buscar “. Por ello, el Volvo 244 Diésel respondió adecuadamente a las necesidad de conductores ya mayores sin ganas de acelerar. Justo aquellas personas sobrias y experimentadas que, a una cierta edad, prefieren ante todo un coche seguro y cómodo sin renunciar al toque de distinción que, de aquellas, daba llevar un modelo fabricado en la avanzada y racional Suecia.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS