El Volkswagen Vento GTD no era un portento de prestaciones, era la forma que tenía de ver la firma alemana la ecología allá por los años 90. Con una potencia contenida, el Vento GTD presumía de unas emisiones contenidas, pero claro, también de unas prestaciones en la misma línea.
La reducción de las emisiones no es algo moderno, siempre ha estado ahí y siempre se han buscado formas de reducir consumos y bajar las emisiones contaminantes de los motores. La cuestión es que antes, las normativas eran menos restrictivas, en ocasiones quizá demasiado benevolentes, pero es evidente que eran mucho más fáciles de acatar
El Volkswagen Vento GTD se desarrolló con esas normativas en mente, así como también en ofrecer una versión económica, tanto a la hora de adquirirla como de mantenerla, Sirva de ejemplo que, Motor 16, en el número 480 –diciembre de 1992–, comparó al Vento GTD con el Toledo TD, básicamente el mismo coche con distinta carrocería, y el precio de ambos estaba separado por poco menos de 20.000 pesetas –2.362.000 pesetas para el Vento, 2.344.000 pesetas para el Toledo–.
Bajo el capó del Volkswagen Vento GTD –en la prueba lo llaman Vento GL TD, Vento TD, Vento Turbodiésel, Vento GTD… –, había un cuatro cilindros de 1.896 centímetros cúbicos con culata de dos válvulas y un solo árbol de levas, inyección electrónica y turbo de geometría fija, que rendía unos contenidos 75 CV a 4.200 revoluciones y 15,3 mkg a 2.400 revoluciones. Cifras que no parecen las más indicadas para un coche del tamaño y la presencia del Vento, pero que a comienzos de los 90 se justificaba, como decíamos al inicio, con la ecología.
La forma de entender la ecología ha cambiado a lo largo de los años, pero siempre hubo una base fija: cuanto menos consumos, menos emisiones. Premisa que seguía el Vento GTD de 75 CV
Según declaraciones de la misma Volkswagen en aquellos años, al sobrealimentar la cámara de combustión con baja presión –el turbo soplaba a 0,7 bares–, se consigue una combustión con exceso de oxígeno, lo que permite reducir residuos en los gases de escape, unos residuos que se reducen todavía más en el catalizador.
La mencionada revista Motor 16 publicaba registros de consumo de 6,7 litros de media, con una autonomía estimada de 770 kilómetros –depósito de 50 litros–. También publicaba datos como una velocidad máxima de 172,2 km/h, un 0 a 400 metros en 19,6 segundos y el kilómetro también con salida parada en 36,3 kilómetros. Como era de esperar, no es un coche pensado para velocidades y tenía como hábitat natural las carreteras de trazado llano a velocidad sostenida, donde era un coche realmente bueno.
No debemos olvidar que, básicamente, el Volkswagen Vento era un Golf “con culo”. El Vento empleaba la misma plataforma del Golf, así como los mismos motores, los mismos asientos, los mismos paneles del habitáculo, mismos sistemas… Una serie de cosas que aproximaba mucho el comportamiento y el tacto entre ellos, aunque el Vento era un coche más enfocado a un uso familiar, como cabría esperar.
Esto significa que su comportamiento era neutro, fácil de controlar y predecible. No estaba falto de eficacia, pero su primera reacción cuando se forzaban las cosas era el subviraje, por culpa de unas suspensiones algo blandas.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS