El Volkswagen Golf 2.0 TDI era, muy posiblemente, uno de los coches más esperados en aquellos comienzos del Siglo XXI. Corría el año 2006 y la quinta generación del compacto alemán se daba a conocer provocando una oleada de críticas de todo tipo, tanto por su continuismo estético como por la notable ganancia en calidad en todos los apartados. Y, por supuesto, la adopción del motor 2.0 TDI con 140 CV centró toda la atención, hasta que llegó el Golf GTI, claro.
La saga del Volkswagen Golf ha sabido sobrevivir contra viento y marea, hasta que llegaron los SUV y fueron capaces de tumbar al invencible, al intocable. El Golf ya no es tan Golf, aunque a comienzos del Siglo XXI, afirmar algo así, podía suponer acabar enterrado bajo todo tipo de comentarios, y por lo general, ninguno sería bueno. El modelo alemán se posicionó como el referente a batir en su segmento y en algún otro ajeno a los compactos, pues el Golf estaba presente en todas las categorías, o casi, como ejemplo de éxito.
El Golf era sinónimo de calidad y de facilidad de conducción, pero sin dejar de lado la efectividad; como se decía en la época, no era el mejor en nada, pero lo hacía todo bien y por ello, como conjunto, era el más equilibrado. Sin embargo, la marca puso tanto empeño que los costes de producción se convirtieron en un problema. De todas formas, aunque los costes de producción afectaron a los precios –era uno de los Golf más caros de la historia–, el modelo mantenía una popularidad sorprendente y sus ventas no parecían verse afectadas por los precios.
Así, los 23.845 euros que pedía la marca, en 2006, por un Golf 2.0 TDI Sportline no era impedimento para que fuera bastante sencillo encontrarse con muchas unidades en circulación. Si le sumamos la inflación desde entonces y hasta 2025, la cifra subiría hasta los 34.742 euros. No olvidemos que hablamos de un compacto que no tenía, ni de lejos, el mismo equipamiento que el actual y estaba animado por un propulsor tubodiésel de 140 CV… A modo de ejemplo, no está de más comentar que se pagaba aparte por los airbags laterales traseros, por el climatizador bizona, por el control de velocidad de crucero o por el volante multifunción. Tampoco había pantallas a color, ni nada semejante.
Con el 2.0 TDI se ganó en prestaciones y en refinamiento, al tiempo que los consumos se mantenían a un nivel sorprendente, pero se perdió ese “punch” que hizo famosas a las siglas TDI y no se tardó en criticar

El coche era caro, porque la marca aumentó notablemente la calidad hasta quedarse muy cerca del Audi A3. La calidad de rodadura era altísima, al igual que los ajustes, la calidad visual, el tacto que ofrecían todos los elementos del habitáculo… El Golf V era un coche de buenísima factura, aunque sea un argumento que no guste a los “antiGolf” y sea muy aprovechado para pavonearse por los “taliVAG”.
Pero olvidemos ese tipo de cosas y centremos la atención en uno de los elementos que más ayudaron en la fama del Golf V: el motor turbodiésel, el 2.0 TDI de 140 CV. Era un nuevo desarrollo que buscaba paliar algunas cosas que no gustaron del 1.9 TDI, aunque esa búsqueda también acabó con otro argumento de venta del 1.9 TDI: la famosa forma de entregar la potencia.
El nuevo motor tenía 1.968 centímetros cúbicos y una carrera bastante larga –81 milímetros de diámetro por 95,5 milímetros de carrera–, con inyector bomba, turbo de geometría variable, intercooler y culata de 16 válvulas, para rendir los mencionados 140 CV a 4.000 revoluciones y 320 Nm de par –32,62 mkg– a 1.750 revoluciones. El funcionamiento de este motor era mucho más suave y lineal que el viejo “mil nueve” y la combinación con una caja de seis relaciones ayudaba a mejorar el uso.
Las revistas llegaron a registrar, en banco, casi 151 CV y nada menos que 36,27 mkg –cerca de 360 Nm–, una velocidad máxima de 203 km/h, recuperaciones desde 50 km/h en sexta de 39,94 segundos para recorrer un kilómetro o un 0 a 1.000 metros en 31,19 segundos.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS