En el mundillo del automóvil es bastante frecuente que las marcas presenten prototipos. Algunos tratan de dar rienda suelta a los diseñadores, otros pretenden sondear al público ante alguna idea nueva, y por último están aquéllos que muestran un modelo próximo a la serie pero debidamente maquillado. En la terminología anglosajona, los dos primeros tipos se denominarían concept cars, mientras que el tercero sería un show car. El Volkswagen Chico está a medio camino. No debemos confundir este modelo con el Volkswagen Chicco desarrollado en 1975.
En 1991, la gama Volkswagen comenzaba en el Polo, que en su segunda generación contaba con tres carrocerías: el Polo Coach, el Polo Coupé y el Polo Classic. La tercera generación estaba próxima ya, e iba a crecer en dimensiones, por lo que la idea de un modelo por debajo no era descabellada.
En este contexto, la marca de Wolfsburg presenta el Chico en el Salón de Frankfurt (IAA) en 1991, en un llamativo color verde metalizado. Bastante más corto que el Polo, el Chico resulta ser un modelo visionario, un precursor de la tecnología actual, ya que contaba con un sistema híbrido formado por un motor de combustión de dos cilindros (0,64 litros, 34 CV) y un motorcito eléctrico con 9 CV. Esta disposición no era habitual, pues normalmente se presentaban prototipos de modelos eléctricos (sin mucha autonomía, eso sí). El Volkswagen Chico se ajustaba perfectamente al significado más literal de la marca (“coche del pueblo”), pues ofrecía una movilidad sostenible para un uso eminentemente urbano (2+2 plazas).
A pesar de su pequeño tamaño, llamaba la atención la modularidad de su habitáculo, que se veía acompañado de un grupo motor híbrido
Su estética desenfadada, y con un aire muy VW, resultaba agradable. Pero el Chico no tenía sólo una cara bonita: en su interior mostraba ideas ingeniosas como la modularidad (asiento del acompañante que gira 180 grados), las toberas interiores integradas en las propias puertas, y un sistema de apertura de las puertas de doble cinemática con el objetivo de facilitar el acceso al interior. Esta idea se llevó a cabo en el Renault Avantime debido a que las puertas laterales eran enormes y podía suponer un problema su apertura en aparcamientos estrechos, si bien su desarrollo trajo de cabeza a los ingenieros de Renault.
Se dice que el Chico tuvo luz verde por parte de Carl Hann, entonces presidente de Volkswagen (bajo su mandato, Seat entró en el grupo), para llegar a la serie. Incluso se afirma que se llegaron a construir cincuenta carrocerías. Pero con la llegada de Ferdinand Piëch, se le dio carpetazo al proyecto. El Polo siguió como puerta de acceso a la marca hasta la llegada del Lupo (cuyo gemelo español sería el Seat Arosa). Al Lupo lo sucedería el Fox de fabricación brasileña, y por último el Up!
Volkswagen llegó a difundir unas fotografías de una unidad del Chico en color morado, aunque con la misma placa de matrícula que la unidad en verde. ¿Quizá una de las unidades de serie? Podría ser. O bien un cambio de color del prototipo. En cualquier caso, aún se puede ver este modelo injustamente olvidado en AutoStadt, el museo de Volkswagen. Lo que no podemos negar es que fue un auténtico precursor de los modelos de hoy. Todo un grande, Chico.
Jesus Alonso
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