Hoy vamos a hablar del Toyota TS020 GT-1. Pero para ello, nos vamos a ir hasta los años sesenta. Una carambola inesperada, pero que tiene sentido cuando nos fijamos en el nombre de quien puso a punto el avanzado chasis de esta máquina pensada para ganar en Le Mans. Gian Paolo Dallara. Ni más ni menos que uno de los ingenieros básicos para entender la génesis del Lamborghini Miura, construyendo después numerosos monocascos para la F1 y la Indy Car, firmando en los ochenta otra página reseñable al crear el chasis del Lancia LC2 del Grupo C. Por ahora, la última gran intentona seria del Grupo FIAT por reinar en Le Mans con alguna de sus marcas. Veremos qué pasa con lo que en estos momentos andan preparando en Maranello.
No obstante, volviendo al Toyota TS020 GT-1 llama la atención cómo la marca nipona confió en la empresa del ingeniero italiano – especializada en la creación de chasis de cara a la competición – para la base de este modelo, del cual se hicieron dos unidades de calle cumpliendo así con las homologaciones de la FIA. Pero vayamos a 1994. Año en el que Toyota decide ingresar a lo más alto de los Sport Prototipos, sin duda el tipo de vehículo más simbólico de Le Mans desde los años sesenta, pasando por diversos tipos de homologaciones y especificaciones.
De hecho, en aquel mismo 1994 se permitió por última vez el correr de los Grupo C en Le Mans. Un final en el que fueron reemplazados por la espectacularidad de los GT-1 a partir de 1997. Puente de dos temporadas en las que dio tiempo a afinar este modelo, recurriendo incluso a algunas interpretaciones algo torticeras del reglamento de cara a justificar lo injustificable ante la FIA. Por ejemplo, la normativa indicaba que los vehículos deberían llevar un pequeño portabultos a modo de cierta remembranza de los modelos de calle. Hecho discutible de por sí, pues obviamente era de poco sentido poner en estos deportivos de competición elementos relativos a modelos de serie con los que no tenían relación alguna. Pues bien, Toyota consiguió que el depósito de gasolina pasara por ser ese portabultos, aludiendo que antes de la carrera se encuentra vacío. En fin, pura gimnasia mental.
Toyota TS02 GT-1, el primero de su clase
La verdad es que todo lo relativo a la interpretación de los reglamentos es de lo más interesante. De hecho, esto es para el automovilismo algo parecido a lo que en el mundo de la práctica jurídica pueda ser el análisis de la jurisprudencia. No en vano, cuando se habla de Toyota hay muchas anécdotas en este sentido. Desde el 800 Sport de 1965 y parada forzada para ser revisado por los inspectores en los boxes de los 500 Kilómetros de Suzuka 1966, hasta los famosos anillos casi invisibles que mejoraban la presión del turbo en sus coches de rallye de los noventa.
No obstante, debates aparte lo cierto es que para Le Mans 1998 al fin estaba listo el Toyota TS02 GT-1. Depositario de una gran serie de esperanzas tras anteriores participaciones con modelos Supra similares a los de producción, con este Sport Prototipo se consiguió llegar hasta los 600 CV gracias a su motor biturbo V8 a 90º. Todo ello para mover su peso unos ochenta kilos por debajo de la tonelada, pudiendo llegar a una velocidad punta de 380 kilómetros por hora. ¡Perfecto para la recta de la Mulsanne!
No obstante, de las tres unidades del Toyota TS02 GT-1 inscritas en Le Mans 1998 sólo acabó una. Eso sí, en novena posición global. No había sido un estreno del todo desalentador, pero obviamente sí bastante lejano al objetivo previsto. Por ello, se tomaron lecciones de cara a 1999. Y bueno, aunque no se ganó en la general al menos sí se ganó en la clase GT-1.
Además, se construyeron dos unidades de calle que nunca llegaron a ser comercializadas, aún conservadas de hecho por la propia marca japonesa. De haberlo sido, sin duda hubiera merecido la pena verlas rodar por carretera. Porque las modificaciones fueron prácticamente mínimas respecto a las unidades que rodaron en Le Mans. En fin, otra de esas interpretaciones llamativas sobre los reglamentos y las homologaciones anteriormente mencionadas.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS