Antes de nada, la primera impresión que genera el Toyota 222D es la de una cierta incredulidad. Al fin y al cabo, incluso los mayores aficionados a la marca japonesa estuvieron no pocos años sabiendo muy pocos datos sobre el mismo. Un misterio alimentado por el hecho de que nunca llegaron a existir unidades de serie, al tiempo que siquiera pudo llegar a las pistas por cuestiones relativas a los cambios en las normativas de la FIA. Además, su aspecto realmente agresivo y prestacional alimentó las malas lenguas, calificándolo algunas veces de posible trampantojo más que de diseño realmente eficaz y pensado para la realidad.
No obstante, lo cierto es que el Toyota 222D fue un intento verdadero por reinar en el Grupo S. Una cuestión demostrada por el tiempo, alejando cualquier duda sobre este modelo para proclamarlo como una auténtica pieza de ingeniería deportiva. No obstante, lo mejor será empezar por el contexto que rodeó o, mejor dicho, se suponía iba a rodear al modelo. El Grupo S. Una categoría que nunca entró en activo, aunque para la misma se estableció una normativa muy específica a la que se adaptaron creaciones como el Lancia ECV, el Audi Quattro RS 002 o el Mazda RX-7 22.
Modelos que, junto al Toyota 222D, nunca llegaron a las pistas debido a la suspensión de los Grupo S antes de nacer. Un hecho fácilmente entendible, ya que estos vehículos se pensaron como sustitutos de los ya de por sí polémicos y extremos Grupo B. Iba a ser, por así decirlo, su relevo doblando la apuesta en materia de espectáculo. Para ello se abrían aún más las normas en materias como peso, potencia y prestaciones al tiempo que se rebajaban sustancialmente – 10 frente a 200 – las unidades de serie necesarias para la homologación. Es decir, con los Grupo S se quería llegar al máximo independientemente de factores como la seguridad. Algo que crujió de pleno cuando los Grupo B fueron fulminantemente prohibidos tras el accidente mortal de Toivonen y su copiloto Sergio Crespo.
Pensados como sustitutos de los Grupo B, los Grupo S iban a ser aún más extremos. Algo que evidentemente quedó prohibido tras la retirada de los Grupo B por el accidente de Toivonen y Crespo
Toyota 222D, la fiera que pudo ser y no fue
Evidentemente, con la prohibición de los Grupo B aún más se dejaron de lado los futuros Grupo S a los que ya se estaban adaptando las marcas con más interés en el Campeonato Mundial de Rallyes de la época. Así las cosas, si los modelos del Grupo B ya son toda una leyenda en sí mismos, los del Grupo S representan uno de los conjuntos más extraños y extremos en la historia del automovilismo deportivo.
No obstante, finalmente las cosas fueron por lares muy diferentes. De esta forma, las marcas apostaron especialmente por las especificaciones del Grupo A. Lo cual en Toyota significó sustituir al icónico Celica Twin Turbo por el más desconocido Supra Grupo A de 1987. Un cambio de rumbo donde los en torno a 600 CV para 750 kilos del Toyota 222D quedaron fuera de lugar.
Cifras que realmente impresionan, haciéndose plantear las enérgicas y sobresalientes cualidades del piloto que se hubiera atrevido a montar en su espartano habitáculo. Todo ello sobre la base de un chasis tubular en el que se alojaba en posición central una mecánica de cuatro cilindros con turboalimentación. Desgraciadamente, son pocos los datos en firme que se revelaron del Toyota 222D, pero uno de los más llamativos es su par de 640 Nm desde bajas vueltas.
Su excelente relación peso / potencia hubiera sido espectacular sobre las pistas, aunque seguramente lo más acertado fuera prohibir vehículos así en nombre de una cierta, lógica y racional seguridad
Una fuerza transmitida al suelo con un sistema de tracción total. Coordenadas que unen al Toyota 222D con lo que fueron los Grupo B, aunque llevando los planteamientos de aquellos hasta las últimas consecuencias. Llegados a este punto debemos reconocer una idea que quizás no compartan algunos aficionados. Y es que, a pesar de ser realmente espectaculares en materia de diseño y tecnología, ciertos coches se puedan ver rodeados de polémica en materia de seguridad ya que, aún en nombre del espectáculo profesionalizado, no todo puede valer. Posiblemente con los Grupo B y las increíbles imágenes que nos dejaron ya fuera suficiente, estando modelos del Grupo S como el Toyota 222D donde deben estar: en los museos de las marcas sin haber entrado a competición.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS