El Talbot Samba S apareció en el verano de 1982 con un objetivo claro: ofrecer un poco más de lo que ofrecía el Samba GL que, al parecer, se había quedado corto para muchos usuarios. El Samba S era, por tanto, una variante más prestacional, más deportiva, pero sin llegar a la radicalidad del Talbot Samba Rallye, que básicamente era un coche de competición para andar por las calles. No obstante, el equipamiento del nuevo S no era, que podamos decir, muy completo.
La sinergia entre marcas no es algo de ahora, ya se había puesto en práctica antes aunque, todo sea dicho, no era tan descarado como se hace hoy día. Un ejemplo de esa sinergia entre marcas con un buen puñado de años, es la que dio como resultado tres coches: el Peugeot 104, el Citroën LNA y el Talbot Samba. Son casi el mismo coche y comparten muchas cosas, pero tienen rasgos y detalles propios y no son meras copias, como se hace actualmente.
El Talbot Samba fue el último del trío en llegar y representaba el primer modelo de “la nueva” Talbot, que tomaba como punto de partida la adquisición de PSA de Chrysler Europa –curiosamente, también fue el último modelo comercializado por Talbot– y, entre otras cosas, tenía un talante más dinámico y deportivo que sus hermanos. El Citroën LNA y el Peugeot 104 siempre fueron coches descaradamente urbanos y salvo alguna versión suelta, como el Peugeot 104 ZS y sus 93 CV, todo era sencillo y sin muchas aspiraciones. No así en Talbot, que tan solo un año después de su inicio de comercialización, ya tenía versiones consideradas de altas prestaciones.
Aunque era una versión deportiva, nada más allá de un par de logos y unas rayas rojas en la carrocería, hacían pensar lo contrario. La sencillez era la tónica general en el Samba S, como en todas las versiones del modelo. Eran otros tiempos y otra forma de entender un coche urbano sencillo, práctico y barato, no importa si se buscaba un poco más de picante, todo era bastante espartano, incluso a nivel estético. Pero claro, con un motor de 80 CV, a poco que se cargara el coche de equipamiento, se perdían prestaciones.

Deportividad al más puro estilo ochentero; nadie diría que es una versión más dinámica y prestacional, salvo por el anagrama en las aletas delanteras y la característica línea roja de las molduras y el paragolpes
El Talbot Samba S recibió un motor Douvrin, de 1.360 centímetros cúbicos –que, según Motor 16, se podía encontrar en el Renault 14– de carrera ligeramente larga –75 por 77 milímetros–, un solo árbol de levas en la culata, dos carburadores para alimentación y una compresión de 9,3:1. Por supuesto, no había turbo de ningún tipo, pero la potencia era de 80 CV a 5.800 revoluciones y el par ascendía hasta los 11,2 mkg a 2.800 revoluciones. Cifras que se gestionaban mediante un cambio manual de cinco relaciones de desarrollos cortos –la quinta era de 29,7 km/h a 1.000 revoluciones– y tracción delantera.
No había muchas concesiones al confort, con un equipamiento justo y unas prestaciones totalmente espartana, sin detalle alguno en un habitáculo que, al menos, recibía un tablero rediseñado con un pequeño tacómetro –inexistente en el resto de versiones– y algunos avisadores luminosos. De todas formas, quien se compraba un Samba S estaba dispuesto a prescindir de muchas cosas y así, presumir de un peso de solo 800 kilos y de un comportamiento deportivo, que permita un circular muy veloz pero, sin embargo, delicado al límite. De primeras, el Samba S era un coche subvirador en curvas muy cerradas gestionadas muy fuerte, pero en curvas amplias de radio continuo o en aquellas que se cierran progresivamente, el coche respondía con un pequeño, pero brusco, derrapaje del eje trasero al salir de los virajes.
El Talbot Samba S tenía un precio de 838.822 pesetas, unos 5.042 euros de 1982. A cambio, ni siquiera tenía cierre centralizado, elevalunas eléctricos o un mísero testigo de reserva para el depósito de combustible. El consumo medio era de 8,8 litros, que con un depósito de 40 litros no daba para más de 400 kilómetros. Tampoco era capaz de alcanzar los 170 km/h, pero hacía los 400 metros con salida parada en 18,2 segundos y los 1.000 metros, también con salida parada, en 33,4 segundos. El 0 a 100 km/h lo realizaba en 9,1 segundos.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS