El SsangYong Korando KJ 2.9D hizo acto de presencia en el mercado español en 1997, después de varios retrasos en su lanzamiento en Europa. Llegaba con características de auténtico todoterreno, con una imagen con bastante personalidad, pero también con retazos de algunos de sus rivales más duros pero, sobre todo, presumía de motores de origen Mercedes.
SsangYong –hoy KGM–, a finales de los años 90, era un fabricante que buscaba abrirse un hueco en Europa con productos más o menos interesantes, pero a los que faltaba, como siempre ocurre, un mayor conocimiento de la marca por parte de los usuarios. Los primeros pasos fueron con cuidado, con modelos que apuntaban a segmentos donde tendrían cierta aceptación y con tecnología que se tomaba prestada de marcas reconocidas, como es el caso de los motores diésel, que los suministraba Mercedes.
Esa cuestión, los motores Mercedes, permitió que el SsangYong Korando KJ 2.9D generara una buena expectación, ya que se tomaba un motor de conocida fiabilidad, al tiempo que se montaba en un coche que ofrecía una más que interesante relación calidad-precio. Concretamente, el SsangYong Korando con el motor diésel de 2,9 litros costaba 3.290.000 pesetas, 19.774 euros de 1997 y se posicionaba como una opción especialmente atractiva comparado con los posibles rivales, sobre todo si se tenía en cuenta el equipamiento.
A nadie se le escapaba sus fuentes de inspiración para su diseño

Como suele ocurrir cuando no se conoce una marca, la percepción que tenía el público en general era de coches con una calidad justa y no del todo fiables, aunque en la práctica, en realidad, eran coches muy aceptables. La revista Coche actual, en el número 480 –publicada a primeros de julio de 1997–, incluyó un contacto con el Korando KJ 2.9D y algunas de las declaraciones merecen la pena ser rescatadas.
Aquel contacto, firmado por Alfonso Silvestre, destacaba, por ejemplo, la sensación de robustez y el buen ajuste de todos los componentes. parecer, se escurría un poco–. Especial mención se llevó el trabajo de la suspensión, suave y bien puesta a punto para circular fuera del asfalto, sin que su conducción en carretera fuera un problema. Al mismo tiempo, el sistema de tracción total de accionamiento eléctrico, hacía su trabajo como cabría esperar.
Lo único que no se llevó tan buenas críticas fue el motor. Era el cinco cilindros de 2.874 centímetros cúbicos, dos válvulas por cilindro, inyección indirecta y sin sobrealimentación, que rendía 100 CV a 4.000 revoluciones y 191 Nm a 2.400 revoluciones. No era un motor especialmente moderno, y aunque era fiable y duro como una roca, tenía que tirar de un conjunto que pesaba 1.785 kilos. Aunque el desarrollo de las marcas era bastante lógico –la quinta, la más larga, era de 34,7 km/h a 1.000 revoluciones–, las prestaciones eran muy limitadas: 138 km/h, 0 a 100 km/h en 19,7 segundos y el consumo se podía ir hasta los 12,9 litros en circulación urbana.
En realidad, el SsangYong Korand KJ 2.9D no era mal coche –sobre el papel, aquí no tenemos en cuenta posibles averías–, pero la marca no era muy conocida y su éxito en el mercado fue el justo.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS