Más allá de los aficionados a los rallies actuales, lo más normal al pronunciar el nombre de Škoda es que nadie lo asocie con deportividad. Sin embargo, tanto en modelos de competición como la barchetta Spider B5 a otros de serie como el Škoda Garde la marca del Este tiene más nervio del que se pudiera presuponer. Especialmente cuando hablamos de una empresa fundada en 1895 por un librero con ganas de vender bicicletas. El inicio de una azarosa historia en la que utilitarios y vehículos industriales han compartido protagonismo con descapotables y todoterrenos.
Por ello, Škoda cuenta con una de las historias más ricas y fructíferas en todo el panorama europeo. Altamente desconocida por habernos separado durante décadas un telón de acero divisorio entre la Europa aliada con la OTAN y la comandada por el Pacto de Varsovia. Un hecho histórico que además condicionó el desarrollo de la marca, limitada por el rígido marco de la economía planificada bajo el socialismo de estado. No obstante, sus creaciones deportivas no se limitaron a pequeños destellos como el 1100 OHC de 1958 con carrocería en fibra de vidrio y un transaxle combinando caja de cambios y diferencial.
También hubo algunos espacios para pequeños deportivos de serie aún estando Škoda bajo los rigores de un gobierno que exigía sobrios y sencillos familiares. Entre estos huecos excepcionales, lo más significativo es el 110 RS. Un modelo esencial para comprender al Škoda Garde, ya que éste se justifica en el hecho de querer seguir la senda marcada por él en 1.970. Una senda que incluso lo llevó más allá de los países del bloque socialista, llegando a competir en el Rallye de Montecarlo y el Campeonato Europeo de Turismos con el apodo de “Porsche del Este”.
Škoda Garde, la continuación del todo atrás
El 110 RS fue una excepción ya que se pensó y comercializó con criterios más parecidos a los de una empresa occidental que a los de una del este. Sin embargo, debates sobre planificación económica aparte lo cierto es que este modelo se vendió en cifras superiores a las 57.000 unidades aún siendo el 93 % para la exportación. Un éxito sin paliativos para este pequeño y ligero deportivo con el motor descolgado tras el eje trasero a la forma y manera de un Porsche 911.
Sin embargo, su carácter exótico no impidió que Škoda siguiera su camino como empresa que proveía de forma eficiente y sobria soluciones de movilidad a los ciudadanos del Este. Así las cosas, en 1976 se presentó el 120. Un sedán de proporciones modestas. Robusto y espartano con las carreteras mal asfaltadas en mente.
Todo un ejemplo de automóvil del campo soviético con sus virtudes y desventajas, entre las cuales se encontraban unas terminaciones cuestionables y poco aplomo en cuanto se le pedía un poco más de la cuenta
De todos modos, se vendió hasta 1.990 y lo cierto es que llegó a ser uno de los modelos más comunes en el este de Europa dando una gran lección de practicidad y ajuste a las condiciones objetivas del momento y lugar. Característica que no impidió la aparición en 1981 del Škoda Garde, su variante coupé con caída fastback conectando con el éxito del 110 RS. En este caso, el motor también quedaba descolgado tras el eje trasero asegurando unas inercias que ya eran difíciles de encontrar en cualquier pequeño deportivo. Más aún en una época donde esta posición del motor no sólo había caído en desuso frente a la combinación de motor y tracción delanteras, sino que incluso únicamente se encontraba en los poderosos 911.
Respecto a la potencia, ésta se fijaba en 54 CV al llevar el mismo motor de 1,2 litros montado en el 120. Suficiente para sus 855 kilos, asegurando un vehículo mucho más divertido y complejo de conducir de lo que pudiera parecer. Un comportamiento que ha hecho del Škoda Garde un vehículo deseado entre ciertos aficionados a no tomar curvas sino trazar ángulos. Justo la forma en la que muchos conductores sacan todo el partido posible de otros modelos con motor colgado detrás del eje trasero como el Alpine A108 y A110 o los 911 clásicos. Una familia reducida a la que, a pesar de sus prestaciones modestas, el Škoda Garde pertenece sin ningún complejo.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS