Si hay algo en lo que destacaba SEAT a inicios del Siglo XXI, era por su talante deportivo. Todos sus coches salían al mercado con un claro enfoque dinámico, que se corroboraba con las versiones FR, que no eran un simple acabado –eran las versiones deportivas, como los GTI de Volkswagen– y por supuesto, con los Cupra, que se posicionaban como el tope de gama y como las versiones más racing de la gama.
Cupra como sabéis, es hoy una marca independiente y SEAT no volverá a tener más versiones de este estilo en la gama, las variantes dinámicas y deportivas irán a parar a CUPRA y veremos si la firma afincada en Martorell mantiene su producción o dice adiós para siempre, mientras CUPRA ocupa su lugar y se enfrenta a marcas como Alfa Romeo con una gama que, actualmente, es básicamente SEAT a excepción de dos modelos, que son curiosamente los más vendidos: el Born y el Formentor.
Pero dejemos eso que ahora no es importante, vayamos a lo que nos ocupa hoy, que no es otra cosa que recordar a SEAT en sus tiempos guerreros y para ello, vamos a irnos hasta el año 2009, cuando se dio a conocer el SEAT Ibiza Cupra Bocanegra, la versión de producción del SportCoupé Bocanegra que tanto gustó en el salón de Ginebra de 2008. Aquel Ibiza, que también sirvió de adelanto para la llegada del Ibiza Cupra, hacía homenaje al SEAT 1200 y 1430 Sport, más conocido como Boca negra por su frontal, que era una pieza de plástico de color negro casi en su totalidad.
Era una forma de conectar el presente con el pasado deportivo de la marca, justo en un momento en el que SEAT quería potenciar al máximo esa imagen de marca deportiva. Además, los Cupra se habían ganado una fama más que merecida en todo el mundo, así que la conexión entre el pequeño coupé y el Ibiza era obligada. Y para rendir ese homenaje no solo se le puso el apelativo de “Bocanegra”, el frontal se pintó de negro en gran parte, en un claro guiño estético al “viejo” Boca negra. También contó con algunos detalles específicos, como la carcasa de los espejos laterales de color negro, una calandra con rejilla en nido de abeja o unos asientos con tapizado especial que lucían motivos de rombos en el centro de los mismos.
No obstante, lo importante estaba en otros sitios, donde apenas se podía intuir a simple vista, porque el SEAT Ibiza Cupra de aquellos años era uno de los coches más rápidos y eficaces de su categoría, aunque según algunos medios, era tan bueno que podía llegar a aburrir. No olvidemos que la firma española se empeñó en hacer grandes deportivos y en muchas ocasiones, lo lograron. En el caso del Ibiza Cupra, aquella generación montó el bloque 1.4 TSI, que había sido lanzado al mercado un poco antes, pero rendía 180 CV y no 170 CV como en el caso del Volkswagen Golf GT y lo combinó con el cambio DSG de siete relaciones, única transmisión disponible.
Uno de los sistemas que más llamaron la atención, fue el llamado XDS, que simulaba un diferencial de deslizamiento limitado mediante los frenos, un sistema que según las pruebas de la época no funcionaba mal. Además, algunas de esas revistas metieron el modelo en banco de potencia y se llegaron a registrar hasta 192 CV procedentes del 1.4 TSI, una cifra que no está nada mal. Además, montaba suspensiones un 15% más firmes respecto al Ibiza FR y una altura 5 milímetros más baja, también respecto al Ibiza FR, así como frenos AP Racing.
El SEAT Ibiza Cupra Bocanegra era una versión especial y se produjeron pocas unidades, aunque estuvo acompañado en el mercado por el SEAT Ibiza FR Bocanegra, lo que resta algo de exclusividad.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS