El Saab 9-3 Viggen Cabrio es de esos coches complicados de ver por la calle. Un rarai avis que, sin embargo, encandila a todo aquel que lo conoce de cerca. Y cuando decimos “conocer de cerca”, nos referimos a que se pone a sus mandos y lo conduce durante un buen puñado de kilómetros. Básicamente, porque disponía de un motor salvaje, o eso decían los medios de la época.
Saab, Svenska Aeroplan Aktiebolaget, una compañía de lo más particular cuyas creaciones tenía una personalidad desbordante. El 9-3 Viggen Cabrio es un claro ejemplo de ello, aunque en esta ocasión, estéticamente resulta algo más convencional. No por ello, sin embargo, pierde esa personalidad de todo Saab, que se ve reforzado por el propulsor que le da vida, casi la piedra angular sobre la que gira todo lo demás en este coche.
Concretamente, ese corazón tenía cuatro cilindros con 2.290 centímetros cúbicos y cotas totalmente cuadradas: 90 por 90 milímetros –diámetro por carrera del pistón, respectivamente–, culata de aleación con 16 válvulas y un turbo con intercooler que daba seriedad al asunto. Rendía 225 CV a 5.500 revoluciones y 34,9 mkg entre 2.500 y 4.000 revoluciones –unos 342 Nm–.
Los motores turbo de Saab se convirtieron en la referencia por sus prestaciones y carácter
Por cifras, es interesante, pero no sorprendente, sobre todo ahora visto con perspectiva –hablamos de finales de los 90 comienzos de los 2000–, pero en su momento, era sorprendente, pues se trata de un tracción delantera con más de 200 CV. Por aquellos años, la teoría de que los tracción delantera no podían superar cierto límite de caballos todavía sobrevolaba la industria. Y el 9-3 Viggen parecía confirmarlo, porque, según se dice en las pruebas publicadas entonces, las ruedas delanteras tenían problemas para gestionar todo el poderío que podía desarrollar el propulsor.
El 9-3 Viggen Cabrio era todo motor, pero por temperamento; la forma de entregar la potencia era salvaje y las ruedas delanteras sufrían. Pero, por otro lado, si no se hacía uso de todo el potencial disponible, el 9-3 Viggen era un coche confortable y seguro, un Gran Turismo para viajar a velocidades de órdago con elevado confort. No obstante, hay que tener en cuenta que se trata de un confort, digamos, relativo, porque las suspensiones eran más firmes que en el resto de versiones.
La revista Autopista, en una comparativa de lo más interesante, registró algunos datos que corroboran el poderío del motor. El 0 a 100 km/h, por ejemplo, se completaba en 7,04 segundos, los 400 metros con salida parada en 15,22 segundos y los 1.000 metros, también con salida parada, en 27,42 segundos. Las recuperaciones, de 80 a 120 km/h en quinta, se hacían en 9,38 segundos.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS