¿Cuándo fue la última vez que viste un Rover Metro? Pero no en el desguace, en circulación. Seguramente que hace mucho tiempo, básicamente, porque fueron coches muy delicados y muy propensos al óxido; pero que muy propensos. De hecho, era uno de sus principales problemas, eso, y que en el fondo, era un coche que estaba realmente anticuado cuando se puso en las tiendas. No olvidemos que era una renovación, más o menos profunda, del Austin Metro.
Sin embargo, aunque para muchos es un cochecillo que no merece la pena recordar, en Reino Unido, y para aquellos amantes de los coches canijos, pero matones, el Metro contó con algunas versiones realmente interesantes, capaces de sacarle una sonrisa al más escéptico de los conductores, versiones como el Rover Metro GTi 16v.
Los coches pequeños con motores relativamente potentes, por lo general, suelen ser máquinas de diversión a las que, en ocasiones, no se les presta la debida atención. Es cierto que los Citroën AX GT o Peugeot 106 Rallye son casi coches de culto, pero el Metro GTi 16v ofrece la misma receta pero al estilo británico; y los británicos, de conducción “espirituosa”, saben un rato.
Así, el Rover Metro GTi 16v se presentaba como la opción más potente y deportiva de la gama, aunque como los mencionados AX GT y 106 Rallye, su deportividad radicaba en una notable ligereza, en un tamaño contenido, una agilidad sorprendente y un motor que sin ser espectacular, permitía presumir de una relación peso-potencia bastante buena para el tipo de coche era. Además, si hacemos caso a las revistas británicas como Autocar, su calidad de construcción era “sorprendentemente buena”.
Según la revista Autocar, en una prueba realizada en 1990: ocupa un lugar en las filas de los hatchbacks de alto rendimiento junior como el coche a batir
El Rover Metro apareció en 1990 para reemplazar al Austin Metro y al MG Metro, aunque por debajo de su nueva carrocería, en realidad, estaba el mismo coche. Sí, se realizó un nuevo trabajo de ingeniería con el objetivo de mejorar la base disponible, pero se mantuvieron muchas cosas que, cuando salió al mercado, estaban claramente anticuadas. No obstante, entre los cambios más notables estaba el cambio de posición del eje delantero, necesario para adaptar la plataforma a los nuevos motores de la Serie K, junto con la adopción de una caja de cambios de cinco relaciones de origen PSA.
La receta del Metro GTi 16v añadía nuevos condimentos, como un motor de 1,4 litros que rendía 96 CV –71 kW, unos 96,56 CV para ser más exactos–, encargados de mover un conjunto que apenas rondaba los 840 kilos. Concretamente, hablamos de un cuatro cilindros de 1.396 centímetros cúbicos con culata de 16 válvulas –había una versión con culata de ocho válvulas y 75 CV–, que también rendía 123 Nm. La relación peso-potencia era de 11 CV por litro –o 109 CV por tonelada– y según registros publicados por Fastest Laps, ofrecía prestaciones interesantes.
Por ejemplo, la velocidad máxima era de 185 km/h, que no estaba nada mal para un coche que apenas superaba los 3,5 metros de largo y montaba ruedas con llantas de 13 pulgadas. El 0 a 100 km/h lo completaba en 9,3 segundos, los 1.000 metros con salida parada en 31,7 segundos –con una velocidad de salida de 162,5 km/h– y una aceleración de 0 a 160 km/h en 30,1 segundos. Sí, no te partirá el cuello, pero las revistas de la época hablan maravillas de su agilidad y facilidad para entrar “a saco” en casi cualquier viraje.
En 1992 la denominación Metro desapareció del catálogo de Rover, y en su lugar, se lanzó la Serie 100, el cual, también recibió un ligero lavado de cara y algunas novedades, como un nuevo motor 1,4 16v con 103 CV y 127 Nm el también nuevo Rover 114 GTi 16v. Básicamente, era el mismo coche, con suspensión Hydragas incluida, pero con algunos de sus elementos revisados y un motor más potente.
Con más potencia, las prestaciones mejoraron en igual medida. El 114 GTi 16v completaba el 0 a 100 km/h en 8,6 segundos y la velocidad máxima pasó a ser de 187 km/h.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS