Podría decirse que el Rover 220 Coupé Turbo fue la guinda para una de las épocas más dulces de la marca británica. Corría el año 1992 y los ingleses habían recuperado la fe en Rover tras un periodo un tanto nefasto con los Montego o Maestro que fue recuperándose con la primera Serie 200. Ya en la segunda, con plataforma del Honda Concerto y en la que Rover tuvo mayor influencia, las ventas se recuperaron y el nuevo compacto de la firma cosechaba cierto éxito.
De hecho, llegaron a ofrecerse hasta cinco carrocerías: 3, 4 y 5 puertas, Cabrio, familiar o este coupé que nos ocupa hoy. El 200 Coupé -inicialmente 216 y 220, denominado internamente como Tomcat- combinaba las líneas lujosas y elegantes que habían caracterizado a otras carrocerías de la familia 200/400 con un toque de deportividad hasta crear un conjunto de gran belleza que pronto ganó un buen número de seguidores.
Se trataba de un coupé de 4,27 metros de longitud, 1,68 m de anchura y una recortada altura de apenas 1,4 m. Su generosa distancia entre ejes de 2,55 m permitía acomodar a cuatro adultos con un nivel mínimo de confort con la limitación en la altura de las plazas traseras, quedando aún espacio para un maletero de algo más de 300 litros. No obstante, su rasgo más distintivo era su techo de cristal tipo targa con dos paneles desmontables unidos por una barra central que igualmente podía extraerse.
La gama inicial estaba compuesta por motores aparentemente tranquilos que encajaban con su carácter burgués, pero unos meses después de su puesta en escena llegó la gran sorpresa: una versión turboalimentada del 220 con dos centenares de caballos, potencia inusual por entonces en un coche del tamaño de este Rover y además con tracción delantera.
De esta forma Rover transformó su inofensivo coupé en un «matagigantes» capaz de poner contra las cuerdas a modelos de renombre, creando un coche explosivo e indómito, un temperamental purasangre al que le costaba ser domado. Los ingenieros tomaron como base el motor de la Serie T que montaba el 820Ti, un bloque de 1.994 centímetros cúbicos potenciados hasta los 200 CV desde los 180 CV originales.
Con las cifras en la mano, se convertía en el Rover más potente y rápido fabricado hasta la fecha, pues homologaba una velocidad máxima de 241 km/h y prometía una aceleración de 0 a 100 km/h en 6,2 segundos. Unos datos que le ponían al nivel de coches tan vistosos como Lancia Delta HF Integralle, Ford Escort Cosworth u Opel Calibra Turbo 4×4.
Frente a ellos, el Rover 220 Coupé carecía de la tracción total. Para suplir esta carencia se montó un diferencial autoblocante Torsen montado por primera vez en un vehículo de tracción a las ruedas delanteras. Este sistema definiría el comportamiento de su bastidor.
Porque hemos conocido casos en los que el chasis era incapaz de digerir el potencial del motor (algunos Opel o el Saab 9.3 Viggen, por ejemplo) y este Rover 220 Coupé Turbo fue otro ejemplo de ello. Apenas hubo modificaciones con respecto al 220 en cuanto a geometría de suspensiones, frenos o dirección. Tan solo se aumentó la anchura de los neumáticos hasta 195 en vez de 185 y se endurecieron los amortiguadores.
Asimismo, el detalle del techo tipo Targa al final restaba algo de rigidez estructural con respecto a un techo de chapa convencional. Así las cosas, había que pilotar más que conducir este Rover a poco que forzásemos el ritmo. Esto era tarea fácil, pues el caballaje entraba de lleno a unas 2.300 RPM empujando de forma pletórica y contundente con una fuerza que había que saber administrar.
Mano firme o experta para dosificar el potencial o, llegado el caso, controlar una dirección ultra sensible en vías rápidas y una tendencia a cerrar la trayectoria en curvas más lentas, momento en el que se mostraba también la descompensación de sus tarados de suspensión, pues eran blandos en extensión y secos en compresión.
Si el acelerador se trataba con mimo, el Rover 220 ofrecía una precisión y motricidad encomiables, pero entonces perdía toda la gracia de ese extra de potencia con respecto a un 220 sin turbo, una versión a todas luces más recomendable para la mayoría de conductores que quisieran un coupé atractivo, con prestaciones dignas y un comportamiento equilibrado. Difícil resistirse sin embargo por un precio de lo más tentador.
Costaba en 1993 el equivalente a 20.400 euros (37.000 de ahora con la inflación ajustada) y no había coche con semejante nivel de prestaciones que se le acercara en precio
Pese a la calamitosa situación de Rover desde la segunda mitad de los 90, el 200 Coupé, ya fuera con turbo o sin él, se convirtió por derecho propio en uno de los modelos de la marca más emblemáticos de las últimas décadas, y sin embargo es posible encontrarlos a precios razonables actualmente en el mercado de segunda mano.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Me flipa este coche pero más aún el 216 gti como el que usaban en las copas dunlop llevo años tras uno y me apena no encontrar ni maquetas.
Pero la gente no para de meterme miedo con que no compre un rover…. Y que no es el mismo motor del concertó, ¿qué hay de cierto en esto?
Algunos 216 GTI montaban motor Honda, el mismo que llevaba el CRX.
En ese caso que maravilla. =) de aspecto me gusta más aún que el honda.
Sin duda un gran tapado y un coche que a día de hoy se mantiene a unos precios coherentes respecto a su coetáneos, una pena lo que paso con Rover-MG.