El Renault Mégane Coupé 1.6 16v RXi era un modelo de lo más interesante allá por finales de los 90. Se presentaba con una imagen de personalidad casi única, unas prestaciones muy dignas y un precio, para el tipo de coche, muy ajustado: 2.480.000 pesetas, 14.905 euros de 1999. Quizá, para muchos, fuera un coche que no merecía la pena, pero en realidad era un verdadero caramelo para quien supiera apreciarlo.
Cuando Renault reemplazó al 19 con el Mégane, sorprendió a muchos con un salto de calidad notable en todos los apartados, pero también con una gama nunca vista hasta el momento. El Renault Mégane presumía de nada menos que seis carrocerías diferentes: cinco puertas, sedán, familiar, monovolumen –el Scénic–, un bonito coupé y hasta un descapotable. No había nada similar en el mercado y solo un par de fabricantes más le siguieron el juego.
La carrocería más popular fue, sin lugar a dudas, la de cinco puertas, el compacto tradicional de toda la vida. En aquellos años, los SUV no tenía apenas importancia en las ventas y los compactos arrasaban, aunque fue el coupé el que más pasiones levantaba. A finales de los 90, el segmento de los coupés “baratos” –o, si lo preferís, coupés medios– tenía un enorme auge y la oferta no ha vuelto a ser igual. Todos los fabricantes, o casi todos, tenían un modelo con carrocería coupé en su catálogo, aunque algunos, como, por ejemplo, Peugeot, le implementaron unas aspiraciones mucho más ambiciosas que las pretendidas por el Renault Mégane Coupé.
Sobrado de personalidad, la carrocería coupé fue la más bonita de la primera generación del Renault Mégane

Obviamente, eso provocó que el Mégane Coupé plagara las calles mientras que su compatriota, el Peugeot 406 Coupé, no era tan popular; era más caro, más exclusivo y menos deportivo. El Mégane Coupé contó con un talante bastante guerrero e incluso en su versión con motor de 1,6 litros, demostraba que su aspecto no era una simple fachada. Algo que descubrieron en la revista Coche actual –número 602–, cuando compararon al Mégane 1.6 16v RXI con el Alfa Romeo 145 1.6 TS. Sí, es una comparativa un tanto peculiar, pero ambos eran modelos del segmento compacto y apuntaban, aunque no lo pareciera a simple vista, al mismo tiempo de conductor.
El caso es que el Mégane Coupé 1.6 16v representaba una opción más que buena, para todos aquellos que querían un coche con un diseño interesante, prestaciones para divertirse los fines de semana, pero con la posibilidad de usarlo a diario como único coche. El motor era parte fundamental en esta combinación de factores, pues con 1.598 centímetros cúbicos, culata multiválvulas, inyección y aspiración atmosférica, rendía 110 CV a 5.750 revoluciones y 148 Nm a 3.750 revoluciones, suficientes para mover los 1.060 kilos que pesaba el coche.
No era un coche espectacularmente rápido, no se le pueden pedir milagros a 110 CV, pero sí era lo suficientemente veloz como para ser divertido e interesante. Por ejemplo, los 1.000 metros con salida parada los completaba en 31,9 segundos, el 80 a 120 km/h en quinta lo realizaba en 14,8 segundos –la quinta tenía un desarrollo de 33,9 km/h a 1.000 revoluciones–, mientras que la velocidad máxima rozaba por muy poco los 200 km/h. Y todo esto con un consumo de poco más de 7,5 litros de media.
Además, el Renault Mégane 1.6 16v RXi era un coche divertido de conducir. Era muy ágil de reacciones, eficaz en curva y muy noble al límite. Solo fallaba la posición del volante, inexplicablemente inclinada…
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS