El Pontiac Firebird Trans Am WS6 es uno de esos coches que ya casi no tenemos y ni volveremos a tener en las calles. Un automóvil un poco “anticosial”, de diseño muy agresivo y hasta macarra, un coche ruidoso, que se hace notar, diseñado para llamar la atención de cualquiera forma y para despertar todos los sentidos de quien se pone a los mandos o de quien se cruza con uno por la calle.
Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, siempre ha sabido como hacer de cualquier cosa un show. Ahí están los programas donde el centro de todo es una pareja que se compra una cosa o luego la reforma o bien, resulta que es una competición para ver quién forja la mejor espada –¡¡forjan espadas en sus casas!!–, ¿acaso el automóvil no es propicio para un show? Pues claro que lo es, incluso cuando se habla de productos para vender “en masa”.
La historia del Pontiac Firebird comenzó en 1967, aunque nosotros nos vamos a centrar en la cuarta generación, aparecida en 1993 y fabricada hasta poco después de inicio del siglo XXI. Una generación que llamó muchísimo la atención desde el primer momento por su afilada silueta y su agresiva, muy agresiva estampa. Un diseño muy estadounidense cargado de personalidad y animado por motores V6 y V8 de hasta 330 CV –según versión y año de producción–.
El Trans Am era la versión más potente y radical, y el WS6, en realidad, era un paquete que lo hacía todavía más políticamente incorrecto. Para finales de los 90, el Trans Am WS6 presumía de 305 CV y 454 Nm de par, procedentes del V8 de 5,7 litros LT1, que además, contaba con una nueva entrada de aire en el capó –un nuevo Ram Air como lo explicaba la marca en su momento– que le permitía ganar 20 CV y casi 14 Nm adicionales. Se combinaba con un cambio manual T-56 de seis relaciones proporcionado por Borg-Warner, o bien, de forma opcional, con el cambio automático GM 4L60E de cuatro relaciones.
La lista de cosas que incorporaba el paquete WS6 –el nombre procede del chasis de a era de los 70 para los Trans Am– también incluía barras estabilizodras más dos milímetros más gruesas, una amortiguación más firme –un 24% más rígidos los delanteros y los traseros hasta un 50% más duros–, casquillos más rígidos para la barra Panhard del eje trasero, soporte de transmisión más rígido y unas ruedas más grandes y más anchas, con neumáticos de menor perfil –y llantas cromadas… –.
Según revistas como Road & Track –una publicación norteamericana con muchos años en activo–, el Pontiac Firebird Trans Am WS6 era más una larga espada de dos manos que un pequeño bisturí. Había que conducirlo “de forma implacable” y había que controlar el acelerador con mucho cuidado, porque los giros cerrados podían tomarse en deriva y destruyendo neumáticos con suma facilidad. También decía que la suspensión le hacía parecer nervioso en circulación diaria y que era, sencillamente, un coche ruido en toda circunstancia.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS