Piensa en un deportivo americano. Ya, deprisa. Posiblemente muchos de vosotros hayáis pensado en el Pontiac Firebird. Y la verdad, vais muy bien encaminados. Al fin y al cabo, aunque el Mustang podría ser la referencia en América – como de Europa el 911- lo cierto es que cuando Iacocca lo ideó no estaba pensando tanto en una verdadera deportividad como tan sólo en un aspecto desenfadado y algo juvenil. La distancia entre ejes y la altura al suelo de la primera generación del mismo así lo demuestran, necesitando de la llegada de Carrol Shelby para empezar a tener otros matices. Y eso siempre desde la base de que el chasis es el chasis, y que por tanto un Mustang nunca va a ser un Lotus.
Más allá de la referencia que es el Mustang está el Corvette. Es más, éste es aún más antiguo y vaya, la verdad es que dar gas a fondo en un C1 con bloque V8 y escueta carrocería en fibra de vidrio suena sin duda emocionante. Sin embargo, siempre ha sido más civilizado y racional de lo que se pudiera esperar en un deportivo americano radical. Un carácter excelente por otra parte, que ha hecho de generaciones como la C5 “ un futuro clásico para disfrutar “ como bien dijo hace unos meses nuestro compañero Javi Martín.
Entonces, ¿por qué hoy nos hemos decantado por hablar del Pontiac Firebird? Pues porque sin duda cuenta con no pocas variantes y generaciones libres de todo complejo, siendo americanas en el más excesivo significado de la palabra. De hecho, diríamos que algunas son encantadoramente horteras. Como las aparecidas a finales de los setenta, con ese enorme águila en el capó rematando una carrocería rotunda como ella sola. Además, el Pontiac Firebird tuvo una gran presencia en competición, haciendo uso de los potentes bloques V8 de aspiración natural con una carburación capaz de aromatizar todo un estadio de fútbol. Es puro exceso, pero por eso mismo tiene encanto. Revisando pruebas de comienzos de los setenta vemos que hasta puede consumir casi 20 litros a los cien si se le exige potencia constantemente. Algunas pruebas mencionan 33, pero eso sólo es en condiciones muy determinadas y, creemos, resulta un dato periodístico orientado a llamar la atención mediante la sorpresa de lo extravagante. De todos modos, es un coche indefendible según parámetros europeos, pero es que justo ahí radica su encanto.
A comienzos de los setenta de este modelo llegaban a España tan sólo algunas poquísimas unidades dentro de los cupos de importación. Además, su precio era el de casi seis Renault 5
Pontiac Firebird, poco visto pero presente en España
A la hora de hacer una breve semblanza del Pontiac Firebird lo primero que ha de decidirse es por qué versión empezar. Al fin y al cabo, como buen coche americano recibió cambios constantes cada año. Es más, poner orden en sus motorizaciones es todo un rompecabezas para arqueólogos del motor. Y eso por no hablar de múltiples actualizaciones estéticas, de equipamiento, en carburación… En suma, hacer una visión panorámica del Pontic Firebird nos requeriría hacer con él todos los Coches del Día durante un mes. Y eso sin tratar los de competición.
Entonces, ¿qué hacer? Pues bien, hemos estado revisando el mercado español para ver cuál es la versión más extendida. O, mejor dicho, cuál fue. Ya que nos gustaría hablar sobre un tipo de Pontiac Firebird recurrente a la hora de llegar nuevo a la Península Ibérica. Así las cosas, yendo hacia atrás – somos de clásicos – parece que los más extendidos fueron los primeros modelos de la segunda serie, lanzada en 1970. Concretamente aquellos que vinieron con motor V8, mucho más característico que los de seis en línea también disponibles hasta 1976 bajo fabricación Chevrolet y hasta 1981 bajo diseño de Buick.
Obviamente estamos hablando de un modelo realmente escaso. Para ello nos hemos ido a las tablas de precios de 1973 y bueno, viendo que el Pontiac Firebird pasaba de las 600.000 pesetas eso nos dice que con esto nos podríamos haber comprado casi seis R5. Además estaban los impuestos, los cuales no empezaron a aflojarse a la importación de vehículos extranjeros hasta los ochenta, dependiendo por tanto bastante de las pocas unidades reservadas en los escuetos cupos de importación o lo que pudiera entrar por ferias como la de Barcelona.
Sin duda es uno de los muscle-car más atractivos, con un carácter indómito donde todo exuda deportividad en el sentido americano
Respecto a cifras, las unidades más comunes de los Pontiac Firebird de segunda serie podían ir desde los 6,6 hasta los 7,5 litros de cilindrada en el caso de los V8. De esta manera los caballajes van desde los 170 CV hasta los 345 CV. Datos que explican los consumos antes citados, sobretodo si se le añade la alimentación mediante un carburador invertido de cuatro cuerpos. En el caso de España las más citadas por la prensa de la época – y recurrentes en el actual mercado de clásicos – se diría que son las de menos cilindrada, dando alrededor de 240 CV para sus más de 1.600 kilos. Sobre el par no hemos encontrado datos fiables acerca de lo que podrían entregar estas unidades, aunque como la potencia máxima la daba con poco más de 4.000 vueltas obviamente esperaríamos una cifra bastante alta tanto en la versión Formula como en la Esprit.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS