Nada más ver al Peugeot Bobslid resulta sencillo saber que es un prototipo. Que nunca llegó, y que de hecho nunca se pensó, para llegar a serie. Y es que, por interesantes que puedan ser algunas de sus propuestas en lo relativo a movilidad urbana lo cierto es que su diseño no sólo era demasiado atrevido, sino realmente impensable para el mercado del año 2000 en el que fue desvelado. No obstante, resulta interesante analizarlo como un paso más en la historia eléctrica de Peugeot. Pero también como un hito visible en la trayectoria de los modelos pensados por las grandes marcas generalistas para ensayar soluciones eléctricas acompañadas de nuevos tipos de carrocería.
En este sentido, Volkswagen lanzó en 2002 la primera versión del L1. Un híbrido con motor de combustión por debajo del litro de cilindrada capaz de recorrer 100 kilómetros con tan sólo 1,25 litros de gasolina. Cifra en gran parte lograda gracias a una aerodinámica ensayada en base a una carrocería realmente estrecha, ya que los dos asientos se colocaron en fila y no en paralelo como es habitual. De esta forma, el L1 no sólo innovaba con la hibridación, sino también con nuevos tipos de diseño adecuados a la movilidad urbana.
Una mezcla muy similar a la que dos años antes hiciera el Peugeot Bobslid, sumando aún más méritos para el francés al decantarse del todo por la opción eléctrica. Algo que en verdad no era tan raro en la marca del león, la cual estrenó su primer modelo íntegramente eléctrico en 1941 con el lanzamiento del pequeño VLV. Un ensayo nacido de la escasez propia de la guerra, el cual llegó a serie con 377 unidades fabricadas para cubrir las necesidades de movilidad requeridas por médicos, carteros y diferentes cuerpos de la administración pública.
Con el Bobslid, Peugeot daba un paso más en la avanzadilla de los eléctricos que conseguían llamar la atención del público y la prensa gracias a una solución estética radical y futurista
Peugeot Bobslid, tres plazas y tracción en las cuatro ruedas
Durante los ochenta ya empezaron a ser comunes los ensayos eléctricos en diferentes fabricantes europeos. De hecho, algunos de los que se hicieron sobre sus modelos más compactos llegaron a ver la luz en pequeñas series. Ése fue el caso del FIAT Panda Elettra y el Peugeot 106 Electric. Novedosos respecto a lo que había bajo el capó aunque totalmente continuistas en todo lo demás al basarse en modelos ya consolidados – e incluso desfasados – en el mercado. Así las cosas, los fabricantes se dieron cuenta de que para ir creando poco a poco una noción de transición a lo eléctrico hacía falta algo más.
Obviamente ese algo más tenía que ver con la efectividad de las baterías. Hecho tecnológico que aún a día de hoy sigue siendo el gran reto de los eléctricos junto al reciclaje de las mismas. Pero también había que resolver una cuestión de imagen de marca relacionada con la publicidad. Y es que, estos coches pecaban de un planteamiento tan racional como insípido. Por ello se recurrió a los departamentos de diseño, haciendo que lo eléctrico se uniera a imágenes futuristas y rompedoras. De esta forma, si estas nuevas ideas no entraban desde el frío análisis mecánico en un público acostumbrado al rugir de la combustión lo harían desde el envoltorio de sus carrocerías.
Llegados a este punto, los años noventa nos brindaron una avalancha de prototipos poseídos por una rabia futurista como no se había visto desde que la fiebre espacial contagiase a los diseñadores de Detroit en los años cincuenta. En 1994 Peugeot demostró haber tomado nota de todo esto con la presentación del Ion Concept, al que siguieron dos años más tarde el Tulip y el Touareg. Todos ellos con una estética redondeada a la forma y manera de los noventa, pero con soluciones como la puerta corredera en un modelo compacto que llegaron a serie en el 1007 del año 2005.
Al contar con un acceso difícil al habitáculo, las líneas planteadas en el Bobslid nunca tuvieron eco en los compactos de la marca
En este sentido, el año 2000 vio el lanzamiento del Peugeot Bobslid como un paso más. Posiblemente el más atractivo en toda esta saga de prototipos, contando con un esquema de dos plazas en la segunda fila y una en la delantera. Además, presenta tracción en las cuatro ruedas al moverse con motores eléctricos repartidos por ambos ejes con una potencia no declarada por la marca. Como único problema realmente incompatible con el uso diario en la ciudad está la baja altura de los asientos y por tanto el dificultoso acceso al habitáculo, hechos que relegan el planteamiento del Peugeot Bobslid a un ámbito de pequeño vehículo recreacional a la forma y manera de kei cars japoneses como el Honda Beat. Motivo por el cual su diseño no tuvo reflejo en ningún compacto de serie aún siendo realmente curioso imaginar cómo ha de comportarse este modelo con nervio eléctrico y escasa distancia entre ejes en una carretera de curvas.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS