Tras unos soberbios años ochenta en materia de competición, Peugeot entró en lo más granado del Campeonato Mundial de Resistencia en los noventa gracias al Peugeot 905. No obstante, a pesar de todo lo ocurrido en la década anterior su aparición fue más fruto de una serie de coincidencias y prohibiciones que de una decisión meditada con años de antelación. Una historia en la que, para poder poner orden, hemos de remontarnos hasta 1982. Y es que en ese momento Jean Todt tomó las riendas de Peugeot Sport. Curtido como copiloto en el equipo Talbot que ganase el Campeonato Mundial de Rallyes con el Talbot Sunbeam afinado por Lotus, este francés que ha llegado a ser presidente de la FIA echados los años tenía fama de organizar debidamente un equipo.
Y vaya si lo hizo. Metódico y afinado con multitud de pequeños detalles vitales para marcar la diferencia en lo más alto de la competición, Todt se fue directo a lo que mejor conocía. La cima de los rallyes. Así las cosas, sus decisiones fueron claves en el desarrollo del Peugeot 205 Turbo 16. Uno de los coches más soberbios del Grupo B, campeón en 1985 y 1986 tanto en constructores como en pilotos haciendo gala de un dominio absoluto. Además, Todt supo ver el potencial del Dakar, creando para el mismo a los espectaculares 250 T16 y 405 T16. En 1987 y 1988 ganó el primero de estos dos, mientras que en 1989 y 1990 lo conquistó el segundo. Tres de estas victorias con Vatanen, pero una con Kankkunen que había sido campeón del mundo de rallyes en 1986 precisamente llevando un Peugeot.
Llegados a este punto, aunque hoy en día Peugeot no sea una de las marcas más emocionantes en el panorama europeo, hay que reconocer su magnífico desempeño durante los ochenta. No obstante, su dominio era siempre sobre tierra. Entonces, ¿por qué dar el salto al asfalto con el Peugeot 905? Para ello la razón hay que buscarla en 1986. Concretamente en una de las reviradas curvas del Rallye de Córcega donde Henri Toivonen y su copiloto Sergio Cresto encontraron la muerte a lomos de su Lancia Delta S4. Un terrible accidente que colmó la paciencia de la FIA y no pocos equipos, resultando en la prohibición del afamado Grupo B.
Desde que en 1982 Jean Todt se pusiera al frente de Peugeot Sport los éxitos en competición empezaron a llegar con dos títulos de constructores y pilotos en el WRC así como cuatro Rallye Dakar
Peugeot 905, a la conquista de Le Mans
La prohibición del Grupo B en 1986 tuvo un enorme impacto en Peugeot Sport. Al fin y al cabo, su magnífico 205 Turbo 16 quedaba en entredicho así como todo el esfuerzo puesto en el Campeonato Mundial de Rallyes. Por tanto, Jean Todt desvió esfuerzos hacia el Dakar pero también hacia una nueva meta nunca antes lograda por la marca del león: Le Mans. Una carrera que, a pesar de ciertos episodios deportivos protagonizados por Peugeot antes de la Segunda Guerra Mundial, se le resistía para ser patrimonializada en los ochenta por los Porsche 956 y 962.
De esta manera, el desarrollo del Peugeot 905 empieza con el diseño de un chasis monocasco en fibra de carbono por la aeronáutica Dassault. Rígido pero sobretodo muy ligero, ayudó a dejar el conjunto en unos 750 kilos. No obstante, la mayor atención en este coche pensado para el Campeonato Mundial de Resistencia radicó en su motor. Eso sí, para entenderlo adecuadamente primero hay que señalar un cambio de normativa. Aquel que prohibía el uso de la sobrealimentación para el comienzo de los noventa.
Algo que en absoluto fue baladí, ya que veníamos de la época dorada de esta tecnología. Capaz de llevar a algunos modelos hasta potencias de órdago gracias al efecto del soplido. Para muestra de ello quizás el mejor caso siquiera esté en el Campeonato Mundial de Resistencia sino en la CanAm. Más de 1.500 CV podía entregar una versión allí preparada del Porsche 917. Paradójicamente, un verdadero icono de Le Mans. Pero volvamos al Peugeot 905. Y es que, debido a esta nueva normativa, los fabricantes tuvieron que partir de cero en el diseño de nuevos motores. Por decirlo de alguna manera las condiciones se igualaron volviendo al punto de partida. Un golpe de efecto que dejó por un tiempo fuera de sitio a Porsche dando vía libre a Peugeot ya que ésta justo se encontraba en un frenético proceso de desarrollo.
Las dos victorias en Le Mans fueron una antesala perfecta para el salto a la F1, siendo la segunda especialmente recordada gracias a lograr los tres primeros puestos
Finalmente, el motor del Peugeot 905 quedó como un atmosférico V10 de 3,5 litros y algo más de 600 CV. Toda una joya fundida en aleación ligera con doble árbol de levas en cabeza. Así las cosas, su estreno se produjo en 1990 durante las dos últimas carreras del campeonato. Prometedor, pero aún necesitado de mucho desarrollo. En 1991 logró ya su primera victoria en la mítica carrera de Suzuka, pero sin embargo el resto del año vivió una gran decaída con averías y falta de rendimiento incluido. Por ello, para 1992 recibió tal serie de mejoras que ya se puede hablar del primer derivado a partir del Peugeot 905 original. Todas ellas bastante efectivas – mejoras aerodinámicas y unos veinte caballos más en el motor – ya que al fin le dieron a Peugeot la ansiada victoria en Le Mans. Revalidada al año siguiente con un los tres primeros puestos en la mítica carrera más nueve victorias en un total de diecisiete celebradas en aquella temporada. Sin duda el mejor remate a los éxitos emprendidos por Jean Todt en Peugeot desde 1982.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS