Coche del día: Opel Omega 2.5 TD

Coche del día: Opel Omega 2.5 TD

Un gran coche con un motor un poco anticuado


Tiempo de lectura: 4 min.

El Opel Omega 2.5 TD pretendía ser una opción interesante entre los sedanes de gran tamaño con motor turbodiesel, pero según parece, se quedó en el intento. Pero no porque fuera un mal coche, o porque ofreciera pocas prestaciones, en realidad, el problema era el mismo que había sufrido el Omega en sus primeras generaciones: el motor estaba anticuado. La marca alemana se centró en el desarrollo de motores diésel para sus modelos más pequeños –y de mayores ventas– y descuidó su modelo más grande. Un movimiento, no obstante, totalmente entendible, pues el Opel Omega no era precisamente su producto más vendido.

Hubo un tiempo durante el cual, los fabricantes generalistas se atrevían a poner en circulación coches grandes, tan grandes como un Mercedes Clase E o un Audi A6, automóviles con los que se buscaba cierto prestigio aunque, en el fondo, nunca lograban sus objetivos al 100% por cuestiones de imagen. Eso que muchos denominan como “marquitis” y que, en ocasiones, provoca que ciertos productos que merecen la pena, sean pasados por alto. Coches como el Opel Omega pasaron un tanto desapercibidos por no llevar un logotipo en el frontal con mayor enjundia.

También es cierto que no eran coches para todos los bolsillos. El Opel Omega 2.5 TD, por ejemplo, era bastante caro: 5.309.000 pesetas en el año 2000, 31.908 euros sin sumar IPC –54.052 euros si tenemos en cuenta el IPC–. A modo comparativo, un Opel Astra de la época –el Astra G–, con motor 1.8 16v, costaba 2.515.000 pesetas. Así, el Opel Omega 2.5 TD estaba destinado a un segmento donde la imagen de marca suponía la mitad de las ventas y todo lo demás, aunque estuviera a gran nivel, no importaba.

Este era el último caso del Opel Omega, el gran nivel que presentaba en la mayoría de sus apartados, incluso era propulsión y no tracción, detalle técnico con el que se lograba otorgar un tacto más distingo y de mayor categoría. La propulsión ha sido la seña de identidad del Omega en todas sus generaciones, al igual que los motores longitudinales –lógico, por otra parte, en modelos de propulsión–, pero resulta interesante mencionar que la prensa de la época hablaba muy bien de su habitabilidad. El túnel central, en ocasiones, resta espacio habitable y por lo general, se recurre a coches muy grandes para ofrecer el máximo espacio interior.

Con casi 4,8 metros de largo, el Omega era un “señor coche”, pero su motor diésel de 130 CV se quedaba por detrás de los riviales por su veteranía

Opel Omega 2 5 TD (2)

Con el Opel Omega 2.5 TD se tenía, para inicios del Siglo XXI, un coche bastante grande, con una longitud de 4.787 milímetros, una anchura de 1.7786 milímetros y una batalla de algo más de 2,70 metros. Medidas que tiempo después se quedarían pequeñas. Sirva de ejemplo que la última generación del Opel Insignia medía de largo 4.897 milímetros, y en teoría, militaba en un segmento inmediatamente inferior.

Se tenía un coche grande y relativamente potente, pues su motor turbodiésel rendía 130 CV. Es evidente que comparado con los coches que llegaron después, un coche tan grande con “solo” 130 CV podría resultar un poco torpe e incluso lento, pero nada de eso, el Omega 2.5 TD se situaba en la media, o mejor dicho, ligeramente por debajo de la media, pero básicamente porque la veteranía de su motor no le permitía brillar más.

Hablamos de un seis cilindros en línea de 2.498 centímetros cúbicos de origen BMW, que se había usado en el BMW 525 tds e34, es decir, que tenía ya unos años a sus espaldas. La culata, por ejemplo, tenía dos válvulas por cilindro y estaban gestionadas por un solo árbol de levas. En el BMW daba 143 CV, pero en el Omega eran 130 CV a 4.500 revoluciones y 250 Nm de par a 2.200 revoluciones, que llegaban a las ruedas traseras mediante un cambio mecánico de cinco relaciones con un desarrollo en quinta muy largo: 45,6 km/h a 1.000 revoluciones.

La revista Motor 16, en el número 865, pudo registrar unas prestaciones que no eran malas. Por ejemplo, la velocidad máxima era de 200 km/h, el 0 a 100 km/h se completaba en 11,1 segundos, los 400 metros con salida parada se completaban en 17,4 segundos y los 1.000 metros en 32,4 segundos. El consumo medio obtenido durante la prueba fue de 9,4 litros y se recorrieron 745 kilómetros con un depósito. Sin embargo, si te adentras más profundamente en la prueba, descubres cosas como una respuesta perezosa al acelerador, unas recuperaciones por debajo de la media y su sonoridad en frío era muy elevada.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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