Coche del día: Opel Monza GSE

Coche del día: Opel Monza GSE

Sus 180 CV y sus casi 4,70 de largo le hacían un coupé en tierra de nadie


Tiempo de lectura: 3 min.

El Opel Monza GSE era, tanto por tamaño como por precio o prestaciones, un coche que estaba en tierra de nadie. Costaba, en 1985, 3.590.234 pesetas, casi lo mismo que un Audi Coupé –3.566.130 pesetas–, pero era notablemente más grande y más potente. Por potencia y por dimensiones, se situaba más cerca de, por ejemplo, un BMW 628 CSi, que costaba la friolera de 7.094.724 pesetas.

Hubo un tiempo en el que una marca como Opel, se podía permitir el lujo de poner en circulación coches que poco tenían que ver con el resto de su catálogo. Coches que podían rivalizar con modelos mucho más caros, aunque, como cabe esperar, con ciertas carencias en materiales como la calidad general, el refinamiento o el tacto. Lo curioso es que, aunque se perdía terreno en esos apartados, no por ello eran realmente peores coches; ni muchos menos. De hecho, en ocasiones, eran grandísimos coches.

Es el caso, por ejemplo, de Opel y un coche muy especial, casi único en la marca: el Opel Monza GSE. El Monza fue un automóvil superlativo, un coupé de cuatro plazas y prestaciones muy respetables, que no ha vuelto a tener lugar en el catálogo de la marca. Sí, ahí ha estado el Opel Calibra y el sucesor, el Opel Astra Coupé –más conocido como Opel Astra Bertone–, pero su planteamiento no era el mismo, ni de lejos, que con el Monza. Este, podía plantar cara al Alfa Romeo GTV V6 y al Audi Coupé, a los que superaba en prestaciones y en tamaño, al tiempo que también podía complicarle la existencia, aunque solo fuera un poco, al BMW 628 CSi e incluso se atrevía a mirar a los ojos al Maserati Biturbo.

La prensa de la época criticó cosas como el volante, con un diámetro innecesariamente grande, aunque se elogió que tuviera aire acondicionado

Opel Monza GSE

Y no decimos esto por decir. El Monza GSE tenía bajo el capó un seis cilindros en línea de 2.969 centímetros cúbicos, árbol de levas en culata, dos válvulas por cilindro, inyección electrónica y entre otras cosas, una compresión de 9,4:1, que generaba 180 CV a 5.800 revoluciones y 25,3 mkg a 4.200 revoluciones. Esto se manaba al eje trasero mediante un cambio manual de cinco relaciones con una quinta de desarrollo claramente pensado para desahogo en autopista: 41,3 kilómetros/hora a 1.000 revoluciones.

Con esto presumía, por ejemplo, de una velocidad de 211 kilómetros/hora, una cifra superior a la obtenida por el Alfa Romeo GTV V6 –209 kilómetros/hora– y superior a la obtenida por el BMW 628 CSi –201 kilómetros/hora–. El Maserati Biturbo se quedaba, con sus 185 CV, un poco por encima –215 kilómetros/hora–. Pero no solo eso, el Opel Monza GSE hacía los 1.000 kilómetros con salida parada en 30,9 segundos y gastaba entre 7,4 y 14,3 litros cada 100 kilómetros, según fuera carretera a velocidad constante o en urbano.

Uno de sus argumentos más interesantes, tenía que ver con sus dimensiones, que permitían un habitáculo casi inigualable por sus rivales. El Monza GSE medía 4.690 milímetros de largo y 1.730 milímetros de ancho, mientras que la batalla era de 2.670 milímetros. En 1985 eran cifras más propias de un sedán de aspiraciones familiares que de un coupé. El peso era de 1.430 kilos, lo que podía considerarse de elevado en aquellos años. No en balde, cabe recordar que era un coupé derivado del Opel Senator.

No todo eran luces, obviamente. El motor, por ejemplo, ya tenía unos años a cuestas y rendía mejor a bajo y medio régimen que en lo alto del tacómetro. A cambio, ofrecía mucha elasticidad y se entendía muy bien con el cambio, lo que ayudaba a circular a velocidades elevadas sin tener que exprimir el motor. Además, las suspensiones no eran especialmente firmes y el aislamiento acústico era bueno, lo que potenciaba la sensación de estar en un GT.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.