El Oldsmobile Toronado será recordado siempre como el único Muscle Car con tracción delantera. La tracción delantera se comenzó a usar en Estados Unidos en la década de los 30, cuando Cord puso en circulación los 810 y 812, dos automóviles que eran especialmente innovadores para la época y no solo por su tracción delantera. En Europa la tracción delantera apareció casi al mismo tiempo –de hecho fue antes, en 1931 frente a 1937–, gracias a la fabricación en masa del DKW F1 –anteriormente se había fabricado un triciclo con tracción delantera por parte de BSA–.
Además de ser el único Muscle Car con tracción delantera, también era un coche gigantesco, con 5,36 metros de largo, una batalla de más de tres metros y un peso de nada menos que 2.118 kilos. Tan descomunal como su motor, un V8 de siete litros que rendía 390 CV y 644 Nm de par. Era, sencillamente, una locura, un coche con casi 400 CV y más de 600 Nm de par al eje delantero y con cambio automático de tres relaciones. Eso sí, los frenos eran mediante tambores en todas las ruedas… lo dicho, una locura.
Pero curiosamente, el Toronado siempre contó con algún argumento fuera de lo normal durante su vida comercial y uno de esos argumentos, casi acabado con la propia Oldsmobile. La tercera generación del Toronado apareció después de la crisis del 73 y muy cerca de unas normativas que, en Estados Unidos, cambiaron el panorama del motor durante una larga temporada. Fue cuando los usuarios norteamericanos comenzaron a pensar en reducir el consumo de combustible porque la gasolina era cara. De hecho, el precio se multiplicó por tres…
En Oldsmobile decidieron que la salvación de la industria del motor estadounidense era el diésel y en 1978, lanzaron al mercado el llamado LF9, un propulsor V8 de 5,7 litros diésel, que se desarrolló a partir del V8 5,7 de gasolina. Un motor alimentado por gasóleo al más puro estilo yankee y sí, atmosférico. Era un enorme motor diésel sin turbo, cuya prestaciones se cifraban en 125 CV y 300 Nm de par. Este motor, además de montarlo en varios modelos con carrocería sedán, también se montó en la tercera generación del Oldsmobile Toronado y puesto a la venta en 1979.
Para entonces, el Toronado ya no era el famoso Muscle Car que fue antaño, se había convertido en un coupé “de imagen”, en un coche que no buscaba las mismas sensaciones y los mismos clientes que en sus primeros años. Era más elegante y más distinguido, pero menos deportivo. Lucía la característica línea cuadrada de los coches americanos de los años 70 y 80, con un habitáculo con elevadas dosis de lujo –mucho cuero, madera, cromados por todos los lados… –.
Este motor V8 diésel de prestaciones muy justas, se combinó con un cambio automático de tres relaciones que lo hacían muy, muy lento. El peso del conjunto rondaba los 2.000 kilos y entre otras cosas, anunciaba una velocidad máxima de 155 km/h. No obstante, los americanos se lanzaron en masa a comprar el Oldsmobile Toronado diésel y comenzó la hecatombe para la marca.
Los ingenieros de Oldsmobile no habían diseñado nunca un propulsor diésel y cometieron algunos fallos inadmisibles. Lo primero es que emplearon los mismos componentes del motor de gasolina empleado como punto de partida, incluso la tornillería, lo que provocó que la alta compresión y las altas presiones que se generan en el interior de un propulsor diésel, acabaran por fatigar los materiales y a partir los tornillos. Como cabe esperar, eso provocó que hubiera que reconstruir los motores, con la consiguiente factura y la mala imagen que fue acaparando la marca. Tampoco se puso un componente vital en los diesel, que además, es bastante barato: un depósito para el agua que puede contener el combustible.
Al ver la enorme cantidad de averías graves, Oldsmobile comenzó a ofrecer la posibilidad de cambiar el motor diésel por el Rocket 350, el motor de gasolina de 5,7 litros, que gastaban el doble que el diésel –cerca de 16 litros frente a unos ocho litros–. Se dice que este motor fue uno de los culpables del declive de la marca.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".Estuve leyendo hace un tiempo el tema de los V8 diésel Oldsmobile americanos alucinado del sinsentido que comentáis y tiene toda la pinta de que algún “gominas” de compras/márketing metió la tijera sin tener ni idea pare “reducir costes” (eran tiempos difíciles para los fabricantes useños desde luego por el tema del petróleo…) y de ahí el desastre… porque luego los técnicos americanos han demostrado que son perfectamente capaces de hacer motores diésel fiables si les dejan, ahí están los todoterreno GM que montaron evoluciones del V8 diésel algo más potentes (140-150 CV) sin mucho problema y eternos o su… Leer más »