El Nissan GT-R R35 supuso todo un acontecimiento cuando comenzó con su vida comercial. Era el heredero de los Nissan Skyline, un auténtico deportivo que, por cifras, sería capaz de poner contra las cuerdas a casi cualquier rival y para colmo, el GT-R R35 llegaría a España.
Si hay un coche mítico en la historia de Nissan, sin duda alguna, ese es el Skyline. La leyenda alrededor del coche es abrumadora, de verdadera locura, y no importa la generación ni su vida anterior, cuando un ejemplar sale a la venta, su precio es disparatado. Que todos tengan el volante a la derecha no parece importar gran cosa.
Por eso, cuando se anunció el lanzamiento del Nissan GT-R, el mundo JDM se puso en pie y comenzó a opinar y a especular. Las expectativas que se levantaron alrededor del R35 fueron alucinantes y se comenzó a catalogar, sin siquiera empezar a rodar, como una nueva leyenda. No en balde, era la última entrega de la saga Skyline, aunque no usara esa denominación.
Así, finalmente llegó el día de su puesta de largo y la cifras no dejaron indiferente a nadie. De entrada, el motor era una virguería, un V6 biturbo –con intercooler– de 3.799 centímetros cúbicos, culatas con cuatro válvulas y control variable de apertura de las mismas, cambio automático con seis relaciones y nada menos que 485 CV a 6.400 revoluciones y 60 mkg –más de 550 Nm– entre 3.200 y 5.200 revoluciones.
Heredero de la saga Nissan Skyline, el GT-R fue capaz de superar a deportivos de renombre en prestaciones a cambio de precio muy inferior
Era el Nissan fabricado en serie más potente hasta la fecha y pronto se ganó el título de “el mejor Nissan de la historia”. Ya se sabe, todo lo que sea deportivo y veloz es, automáticamente, lo mejor, y en parte hay razones para ello, al menos en el caso del GT-R, pues atesoraba todo lo que Nissan eran capaz de hacer. Solo la tecnología incorporada era un espectáculo, todo era regulable y contaba con diferentes modos de actuación y se podía visualizar en la pantalla todo tipo de información, desde las temperaturas de todos los elementos, hasta las presiones de caja de cambios y motor… Y no podemos olvidar el sistema de tracción total, considerado uno de los mejores de su época.
La efectividad del Nissan GT-R R35 es brutal, así lo afirmaba Daniel Cuadrado cuando probó para la revista Autopista. Algunas de sus palabras fueron: “el motor empuja con contundencia salvaje, aumentando la velocidad a un ritmo endiablado”; “llega el momento de frenar y lo hace con una precisión digna de un coche de carreras y de los buenos”; “sorprende la velocidad de paso por curva, la más alta de todos los coches que han pasado por nuestro Centro Técnico”. Incluso llegó a decir que se llevaba más fácil que un Audi R8, uno de los superdeportivos más eficaces, pero también más fáciles de conducir.
No obstante, no todo lo que reluce es oro, como cabría esperar. En general, el Nissan GT-R era un coche “de tomo y lomo”, espectacular y rápido como el mejor, pero eso conlleva algunas obligaciones. Por ejemplo, en diferencial trasera era muy ruidoso y podía llegar a cansar cuando se conducía mucho tiempo. El cambio, por su parte, era incómodo en maniobras a baja velocidad. Por supuesto, el diámetro de giro era grande y circular por ciudad era un poco tostón y la visión desde el interior estaba un poco limitada.
De todas formas, ¿a quién le importaban estas cosas? Quien se compraba un Nissan GT-R sabía lo que iba a tener, ¿verdad?
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS