Sin duda Bruce McLaren es uno de los nombres propios más importantes en la historia de la F1. No tanto por su palmarés – su mayor logro estriba en el subcampeonato de 1960 – sino por haber fundado una de las escuderías más icónicas en la categoría reina. De hecho, detrás de Ferrari y Williams es la que más títulos mundiales atesora con un total de diecinueve. No obstante, sus primeros pasos no fueron nada fáciles tras su fundación en 1963 debido a intensos problemas mecánicos. Algo que empezó a solucionarse cuando el McLaren M7A hizo su puesta en escena en 1968. Curiosamente en el Gran Premio de España celebrado en el Circuito del Jarama.
Pero empecemos desde el principio. Nacido en Nueva Zelanda, Bruce McLaren comenzó sus estudios en ingeniería al tiempo que no renunciaba a su pasión por el pilotaje. Así las cosas, ya se estaba fraguando la necesaria dualidad que hizo de él un excelente desarrollador de modelos de competición. Tanto así, que en 1958 se trasladó al Reino Unido para ingresar en las filas del equipo Cooper Car Company. Lugar donde, curiosamente, tuvo por compañero a Jack Brabham antes de que éste fundase también su propia escudería. No obstante, McLaren fue especialmente fiel a Cooper ya que corrió con ella un total de ocho temporadas consecutivas.
Concretamente hasta 1965, aunque dos años antes ya había fundado su propio equipo bajo el nombre de McLaren Motor Racing. De esta manera su papel como ingeniero volvía a primera plana, teniendo como objetivo competir tanto en la F1 como en la CanAm. Y así fue, pues en 1966 se estrenó en la categoría reina con sus propios monoplazas. Eso sí, el estreno no fue nada fácil. Lastrado por la escasa potencia de los V8 proporcionados por Ford para el M2B, los resultados positivos no terminaban de llegar. Además, aunque para 1967 sí consiguieron un V12 – procedente de British Racing Motors – éste no llegó hasta mediada la temporada. Así las cosas, al equipo le faltaba diseñar definitivamente un monoplaza realmente competitivo para poder prosperar en la F1.
McLaren ha sido junto a Jack Brabham uno de los pocos pilotos en la historia de la F1 que ha logrado competir con un coche producido por él mismo
McLaren M7A, al fin un monoplaza al que poder tomar en serio
Tras aquellos dos bandazos con la elección del motor, para la temporada de 1968 con el McLaren M7A todo se presentaba más positivo en materia mecánica. Y es que, durante el año anterior, Cosworth había probado en exclusiva con Lotus su nuevo motor DFV. Sin duda uno de los más exitosos en toda la historia de la F1, habiendo sido protagonista en más de 155 victorias hasta 1983. De esta manera, tras aquellos primeros meses con la escudería de Colin Chapman Cosworth decidió vender libremente su motor a quien quisiera, comprando McLaren cinco unidades de este V8 con 2.993 cm3.
No obstante, más allá de esto el diseño del McLaren M7A corrió por entero a cargo del equipo. En ese sentido, Robin Herd – ingeniero aeroespacial que había trabajado en el proyecto de lo que acabaría siendo el Concorde – se puso manos a la obra con el chasis y la aerodinámica antes de dejar colgado a McLaren con su marcha sorpresiva a Cosworth en 1967. No obstante, antes de aquello dejó avances decisivos a aplicar en el M7A, como el chasis monocasco ultraligero donde el propio motor era una pieza estructural sometida a tensiones, siendo atornillada al mamparo situado detrás del piloto.
Además, otro elemento novedoso fue el de los frenos de disco ventilados. Eso sí, al igual que lo ocurrido con el monocasco estos ya habían sido ensayados previamente por Lotus, siempre agitada por el afán inquieto y experimental de su director. No obstante, mientras en Lotus dieron enormes quebradores de cabeza al literalmente romperse en pedazos debido a los contrastes térmicos, en McLaren funcionaron decentemente al conservar temperaturas más contantes yendo dentro de las llantas.
Gracias al M7A la escudería McLaren empezó a tener buenos resultado e incluso alguna victoria. De hecho, quedó segunda en el campeonato de constructores de 1968, lo cual no es un mal resultado en absoluto teniendo en cuenta que fue el año de estreno de este modelo
Con todo esto, el McLaren M7A ya era un monoplaza muy diferente a sus predecesores. Pero es que además quedaban más novedades como el uso del alerón, el cual comenzó su uso masivo en la F1 precisamente durante aquel 1968. Llegados a este punto, lo cierto es que el McLaren M7A ofrecía al fin un modelo competitivo a la joven escudería. Algo que se notó, ya que estuvo en activo hasta 1971 con tres variantes más allá de la inicial, en las cuales hay incluso una en la que se montó de forma experimental un motor Alfa Romeo por el expreso deseo de Autodelta. Y vaya, las victorias comenzaron a llegar logrando en 1968 el primer gran premio para el equipo ganando en Bélgica. A partir de ahí llegaron tres más y, sobretodo, el inicio de la historia de éxitos para uno de los tres equipos fundamentales en la historia de la F1. La pena es que Bruce McLaren no pudiera ver el resultado de tantos esfuerzos, habiendo encontrado la muerte en 1970 cuando desarrollaba para la CanAm el M8.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS