Posiblemente la última década de excesos en el mundo del automóvil fue la de los ochenta. Visualmente llamativa y mecánicamente dominada por prestaciones echadas al galope con la acción de los turbocompresores, en ella incluso se llegó al momento de apogeo de los Grupos B y C en el marco de la competición. Así las cosas, aún quedaba mucho de ese impulso incluso mediando los años noventa. Un contexto donde, de repente, Mazda se planteó la conveniencia de lanzar un modelo sencillo y espartano enfocado en la pura experiencia de conducción deportiva. Eso sí, varios peldaños por encima de su exitoso Miata y algunos otros por debajo del espectacular RX-7. Marco en el que nacía el Mazda RX-01.
Llegados a este punto, lo mejor será empezar por el comienzo. Un comienzo que podemos situar en los años sesenta. Algo que parece muy alejado del 1995 durante el cual fue presentado el Mazda RX-01 en el Salón de Tokio, aunque no por ello deja de ser el tiempo que ve nacer la definición de los deportivos japoneses. Así las cosas, mientras en Occidente los modelos más deportivos de la época se veían marcados por los poderosos V12 y V8 desarrollados en Italia, Reino Unido y Estados Unidos, la industria japonesa aún se encontraba en pañales a nivel tecnológico. De hecho, no fue hasta el lanzamiento del Toyota 2000GT cuando el mundo se dio cuenta de que allá, en un rincón del mapa en Oriente se estaba gestando una industria del automóvil realmente interesante.
Por ello, la deportividad en Japón no se entendió como algo necesariamente prestacional. Lejos de ello se tuvieron que incentivar las sensaciones aportadas por el vehículo a fin de contrarrestar las carencias en materia de motores. Algo que se entendió muy bien en el ámbito de los microcoches, con pequeños bicilíndricos como el Toyota 800 Sports aportando diversión a raudales gracias a su más que escueto peso. En suma, la idea era tender a lo simple para dar protagonismo así a la conexión entre el piloto, el coche y la carretera. Una forma de entender la conducción que, por cierto, es parte indisoluble para la definición de Mazda gracias al concepto Jinba-Ittai. Punto con el que se inició el diseño del RX-01 sabiendo que a veces menos es más.
Estuvo a punto de salir a serie de no ser porque la nueva directiva controlada por Ford lo desestimó. Su posición era la de ocupar el puesto intermedio entre el Miata y el RX-7
Mazda RX-O1, el deportivo que estuvo a punto de llegar a serie
Con líneas aerodinámicas donde la forma va marcada por la función, el Mazda RX-01 se presentó como un proyecto de deportivo capaz de atraer al público entusiasta del Miata pero con posibilidades económicas para acceder a un vehículo bastante más exclusivo y potente. Además, como parte de su identidad portaba el nuevo motor rotativo 13B-MSP. Capaz de entregar 220 CV 8.000 revoluciones por minuto con un par no declarado en el caso de este prototipo.
En este sentido, lo cierto es que si hay una marca que se ha identificado con este tipo de motor es, precisamente, Mazda. Adaptado por Kenichi Yamamoto a partir de los planos del alemán Felix Wankel, el ingenio rotativo entró en la marca cuando ésta adquirió las licencias para su fabricación a finales de los años cincuenta con el apoyo financiero del gobierno japonés. Un proceso que no pudo ser más desalentador en sus comienzos, dando constantes fallos de fiabilidad derivados del desgaste del cilindro y las enormes necesidades de lubricación.
Sin embargo, según fue avanzando la década de los sesenta las constantes pruebas realizadas hicieron que el rotativo de Mazda comenzase a ser creíble de cara a la producción en serie. Especialmente en el ámbito de los deportivos gracias a su potente pero al tiempo progresiva respuesta. Llegados a este punto, en 1967 se lanzó el pequeño Cosmo Sport con sus suaves 110 CV a 7.000 revoluciones por minuto. Punto de arranque para una tradición de motores rotativos en la cual se inserta el Mazda RX-01 junto a modelos como el 787B ganador en Le Mans 1991.
Insistió en una buena aerodinámica, un peso ligero y un motor rotativo en la mejor tradición de la marca desde los años sesenta. Era, sin duda, un proyecto de lo más interesante para los amantes de la conducción deportiva
No obstante, a pesar de haber contado con unas críticas muy favorables por parte de la prensa especializada que pudo probar en carretera abierta el prototipo del Mazda RX-01, éste no llegó a producirse debido la entrada de Ford en el accionariado de Mazda para mediados de los noventa. Mejor dicho, más que la entrada la participación mayoritaria, puesto que los inicios de la presencia americana en la gestión de Mazda están en 1973 con una participación del 25 %. Porcentaje que fue creciendo hasta hacerse con el control de la empresa japonesa en 1996, nombrando al primer director no japonés de la misma. Henry Wallace. Quien mejoró la logística y ayudó al nacimiento de elementos mecánicos tan asombrosos como el motor V6 con tan sólo 1.8 litros al tiempo que decidió dejar en el tintero al RX-01.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS