El Lincoln Mark VIII es uno de esos coches que solo podían ser creados en Estados Unidos. A ojos de cualquier europeo puede llegar a resultar un coche de líneas extrañas, de dimensiones enormes, pero en Estados Unidos era un coupé de aspiraciones muy lujosas, con un V8 que enamoró a todo el que se puso a sus mandos y una tecnología poco vista en un coche de su tipo.
Si algo molesta a los fabricantes de Estados Unidos, es que lleguen los europeos y les roben ventas. Estados Unidos, como seguramente ya sabréis, es un país orgulloso y sus empresas también lo son, en ocasiones mucho más, así que siempre buscan la forma de superar a esas marcas foráneas que llegan para invadir su mercado. Esa búsqueda suele dar resultados interesantes, como el Ford Mustang, el Chevrolet Corvette o, en esta ocasión, el Linoln Continental Mark VIII, más conocido comúnmente como, simplemente, Mark VIII.
La saga de los Lincoln Continental se remonta hasta muy atrás en el tiempo, hasta la década de los 50 y acabó con el Mark VIII en 1999. Hubo un intento de resucitar la saga en 2004 con un prototipo, el Mark X Concept, pero nunca llegó a producción. También es cierto que Lincoln, la firma de lujo de Ford, lleva desde entonces de capa caída aunque no ha dejado de intentar recuperar su posición en el mercado.
El Lincoln Mark VIII se lanzó al mercado para, precisamente, plantar cara a los coupés de lujo que llegaban desde Europa y Japón y lo hicieron al más puro estilo yankee: era un automóvil absurdamente grande. Sirva de ejemplo que era 11,9 centímetros más largo que un Cadillac Eldorado, pero nada menos que 40,1 centímetros más largo que un Lexus SC400, un coche que tenían en la mira como uno de los principales rivales. Concretamente, se iba hasta los 5,25 metros de largo, mientras que su anchura era de 1,89 metros y su altura, de unos contenidos 1,36 metros. Eso le daba un aspecto “muy custom” –el mundo custom siempre aboga por el “low and long”, bajo y largo–.
De diseño puramente estadounidense, buscaba plantar cara a los coupés de marcas como Infinitio o Lexus, que habían logrado atraer la atención de muchos compradores
Obviamente, dichas dimensiones tenían sus consecuencias, como un peso de 1.728 kilos, que en 1992, cuando se puso en circulación, era una pasada. También tenía como consecuencia un habitáculo enorme y, como cabría esperar, una conducción que apostaba más por el confort que por una conducción dinámica y deportiva. Y como ejemplo, algunos datos. Tardaba 6,8 segundos en alcanzar las 60 millas/hora desde parado, es decir, 96 kilómetros/hora. Las 100 millas/hora las alcanzaba en 17,7 segundos –160 kilómetros/hora– mientras que el 0 a 400 metros, lo completaba en 15,3 segundos.
El motor era un V8, por supuesto, atmosférico, con 48 válvulas y 4.601 centímetros cúbicos. Rendía 280 CV a 5.500 revoluciones y 386 Nm de par a 4.500, que llegaban a las ruedas traseras a través de un cambio automático de cuatro relaciones. Transmisión, por cierto, que se ganó halagos por su suavidad, al igual que el motor, que fue catalogado de muy elástico, suave y siempre repleto de par.
La conducción del Lincoln Mark VIII estaba condicionada por la suspensión neumática de control electrónico, cuyo funcionamiento era adaptativo y tenía cosas como una función que bajaba la carrocería con respecto al suelo cuando se superaban las 55 millas/hora –los 88 kilómetros/hora–. La dirección era de asistencia variable, tenía control de tracción…
Por desgracia, los esfuerzos de Lincoln no tuvieron grandes resultados. Se vendieron 126.103 unidades entre 1993 y 1998, aunque, todo sea dicho, según fuentes estadounidenses, la mayoría siguen en circulación actualmente.


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Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS