Coche del día: Lexus LS430

Coche del día: Lexus LS430

Ponía coto a la soberbia alemana en el segmento de los sedanes de representación


Tiempo de lectura: 4 min.

El Lexus LS430 es, sin lugar a dudas, uno de los coches más impresionantes de comienzos del Siglo XXI. En solo tres generaciones, el sedán japonés fue capaz de poner contra las cuerdas a los gallitos alemanes y fue capaz ocupar garajes que antes habrían sido cosa de BMW, Mercedes o Audi; Jaguar, en sus buenos tiempos, también podría haber estado en la pelea, pero Lexus les dejó absolutamente fuera.

La historia de Lexus es interesante. La creó Toyota para exportar determinados modelos a Estados Unidos, coches como el Toyota Celsior, uno de los mejores automóviles creados por la firma japonesa. Ese Toyota Celsior se llamó Lexus Ls400 y puso el mercado premium estadounidense patas arriba. Bueno, el estadounidense y el europeo, pues tan solo un año después, el coche comenzó su andadura en el Viejo Continente.

Desde entonces, el modelo japonés ha sido uno de los actores destacados en el segmento más premium, con una especial importancia a comienzos del Siglo XXI con el lanzamiento de la tercera generación, el Lexus LS430. Ya se habían cumplido tres años desde aquel esperado efecto 2000 y el sedán nipón se había preparado a conciencia, aunque sin perder ciertos rasgos tradicionales. No era tan peculiar estéticamente como un BMW serie 7, ni tan tecnológico como un Mercedes Clase S ni tampoco presumía de una fabricación íntegra con aluminio, como hacía Audi o incluso Jaguar.

El Lexus LS430 mantenía la esencia del modelo inicial, es decir: calidad, robustez, suavidad de mandos, máxima fiabilidad, pero mantenía su imagen y su planteamiento tradicional. Cosas como el freno de estacionamiento accionado con el pie, un selector para el cambio automático convencional –BMW lo había trasladado a la columna de dirección, por ejemplo– y hasta el motor se mantenía, hasta cierto punto, en un apartado más convencional que los rivales. Y era eso, precisamente, lo que permitía presumir de una fiabilidad a prueba de bombas o un funcionamiento refinado y notablemente suave de todos sus mandos.

No presentaba el diseño más rompedor, y el aspecto general del interior era muy clásico, pero la calidad estaba a un nivel altísimo

Lexus LS430 (2)

No obstante, el LS430 tenía cosas realmente alucinantes que hacía honor a su condición de sedán de representación. Por ejemplo, las salidas de aireación, situadas en lo alto de la consola central, estaban motorizadas y se movían de lado a lado, como un ventilador, para evitar flujos continuos que, en ocasiones, pueden resultar molestos. Y no podemos pasar sin mencionar unos asientos traseros con calefacción, masaje y mandos para gestionar el equipo de música.

Detalles que contrastaba con su propulsor. Un V8 de aspiración natural, 4.293 centímetros cúbicos, distribución variable en admisión, dos árboles de levas por culata, cuatro válvulas por cilindro, inyección, y unas cifras bastante conservadoras: 281 CV a 5.600 revoluciones y 42.6 mkg a 3.500 revoluciones. La caja de cambios, por convertidor de par, tenía cinco relaciones y una quinta muy larga –50,3 kilómetros/hora a 1.000 revoluciones– y pisaba el asfalto sobre ruedas 225/55 17.

Todo esto, aunque muy respetable, no aclara lo que realmente ofrecía el Lexus LS430. De entrada, era uno de los coches de su categoría más ligeros: 1.830 kilos. También marcó la pauta en cuanto a calidad de fabricación, con unos ajustes de nivel espectacular, una calidad de materiales por encima de la competencia y una sensación general de bienestar que marcas como BMW o Audi eran incapaces de alcanzar.

La suspensión neumática, con dos modos, mantenía una suavidad que se volvió “marca de la casa”, el aislamiento del habitáculo mantenía todo el calma hasta que se superaban, con creces, los 160 kilómetros/hora. La dirección era suave, casi sedosa –aunque un poco lenta y nada informativa– y los frenos, aunque potentes, tenían una puesta a punto que primaba una actuación “educada” sobre el pedal.

Y no era precisamente lento. La velocidad máxima era de 250 kilómetros/hora –limitador mediante–, completaba los 400 metros con salida parada en poco más de 15 segundos y los 1.000 metros en algo menos de 30 segundos. Incluso gastaba poco: 11,4 litros de media, lo que permitían, gracias a un depósito de 84 litros, una autonomía de 737 kilómetros.

¿Cuánto costaba? Pues nada menos que 81.310 euros –en 2003–.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.