Ya desde finales de los años setenta, Marcelo Gandini en Bertone y Giorgetto Giugiaro en Italdesign estaban enfrascados en una pugna por el futuro. Gracias a ella, aparecieron prototipos tan estimulantes como el Volvo Tundra. Todo un atisbo de modernidad que, tras ser rechazado por los responsables de la casa sueca, se tomó por los de Citroën como base para su popular y exitoso BX. No obstante, en el gran despliegue de diseños realizado por ambos diseñadores durante aquellos años, el Lancia Orca de 1982 es uno de los más interesantes al tiempo que, todo hay que decirlo, más desconocidos.
De hecho, algunas personas han querido ver en él las líneas maestras del R21. Y bueno, lo cierto es que no andan del todo desencaminadas. Sin embargo, la función de este prototipo firmado por Italdesign fue continuar el experimento realizado con el Lancia Medusa. Un modelo conceptual – ni Lancia ni Italdesign especularon jamás con el poder llevarlo a serie – donde se exploraban las posibilidades de conjugar lo mejor posible la aerodinámica con la habitabilidad. Un par de conceptos más difíciles de conciliar de lo que pudiera parecer, ya que una de las cuestiones básicas para que todo habitáculo familiar sea práctico y agradable es la altura del mismo.
Es decir, no se puede obligar a la gente a hacer a diario los equilibrios necesarios para entrar y salir de un, pongamos, Alpine A108. De hecho, cualquiera que con más de un metro setenta haya usado este tipo de berlinettas sabe, perfectamente, que la elegancia en las formas se pierde completamente en el lapso de tiempo requerido por el acceso o la salida al coche. Así las cosas, Italdesign usó la plataforma de un Lancia Beta para alargarla y, al tiempo, revestirla con un aspecto completamente nuevo en el que se creaba un automóvil diseñado “ desde dentro para fuera “. Algo de lo que aprendió bastante Giugiaro, usando todo este conocimiento en no pocos de los modelos del segmento D diseñados por él durante la década de los ochenta.
Desde finales de los setenta de Italia estaba llegando un diseño futurista que, a la postre, condicionó a todo el automovilismo de masas europeo durante la década siguiente
Lancia Orca, futurismo en el día a día
Cuando a finales de los años setenta Lancia lanzó el Delta, por encima de éste se encontraban modelos como el Beta Trevi o, claro está, el elegante Gamma diseñado por Aldo Brovarone en Pininfarina. Así las cosas, lo cierto es que la marca italiana no contó con un modelo creíble para competir con las berlinas alemanas – el Trevi nacía anticuado y el Gamma Coupé era un modelo para entendidos dirigido a un nicho de mercado muy selecto – hasta la llegada del Thema en 1986.
Puestos en esta tesitura, no resultaba del nada extraño que Italdesign se animara por su cuenta y riesgo a producir un prototipo no encargado por Lancia. Todo ello bajo una estrategia bastante manida entre los carroceros italianos: crear modelos con los que intentar seducir a los fabricantes de cara a una hipotética salida a gran serie. No obstante, ni que decir tiene que el Lancia Orca quedó en simple fase de prototipo. En fin, quizás hubiera sido un coche mucho más apto para Renault, necesitada de algo muy moderno con lo que hacer frente al BX.
No obstante, especulaciones aparte lo cierto es que el Lancia Orca se basó en la plataforma de un Delta 4×4 Turbo. Todo ello para disfrutar de 140 CV gracias a la cilindrada de 1.6 litros, además de un sistema mediante el cual la tracción total sería desconectable. No está nada mal, ya que avanzaba ni más ni menos que en 1982, la posterior moda por las berlinas dotadas de tracción en todas las ruedas y no sólo propulsión trasera o tracción delantera.
Más allá de todo lo aprendido a la hora de conjugar aerodinámica y habitabilidad, el Lancia Orca pasó a la historia por lo llamativo de su puesto de conducción
Además, el coeficiente aerodinámico quedaba en Cx 0,245 gracias a su carrocería pulida en los volúmenes. Sin duda, un punto a favor del Lancia Orca en lo que a hipotéticos consumos en autovía se pudiera haber referido. Asimismo, el habitáculo desplegó todo el futurismo posible, mostrando uno de los puestos de conducción más llamativos en toda la década de los ochenta. Es más, el volante lleno de botones en su parte central siempre es una de las imágenes más manidas cuando se quiere ilustrar hasta qué punto llegó la fiebre experimental durante aquella década.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS