El Lamborghini Centenario es un ejemplo perfecto de diseño innovador y de las competencias de ingeniería de la Casa del Toro. Así presenta la misma Lamborghini uno de los coches más especiales que se han desarrollado, el Centenario, un automóvil que nació para conmemorar los 100 años que cumpliría Ferruccio Lamborghini en caso de seguir con vida.
Una celebración que llegó al más puro estilo Lambo: exageración, formas radicales y muy agresivas, entradas de aire por todas partes y un corazón V12 de elevada cilindrada y potencia. La representación más pura de la propia Lamborghini, incluso más que coches como en Lamborghini Revuelto. Comparativa más que interesante, porque ambos coches representan dos épocas distintas para un mismo fabricante.
El Centenario fue un coche muy, muy exclusivo. La producción se limitó a 40 unidades –20 coupés y 20 roadster– y se creó aplicando todos los conocimientos que atesoraba la compañía italiana. Así, el chasis, de tipo monocasco, se fabricaba con fibra de carbono –presumía de una rigidez de 35.000 Nm por grado–, al igual que la carrocería, que según la marca, estaba formada por paneles que tenían, todos ellos, funciones aerodinámicas.
Por ejemplo, atrás se esconde un alerón móvil, que puede desplazarse 150 milímetros e inclinarse 15 grados. Aunque no se aclaró en ningún momento nada más con respecto a ese elemento. La marca prefirió centrar la atención de quien leía la información en el que, quizá, sea el difusor más espectacular que ha montado un Lamborghini. Su tamaño es descomunal, abarcando más de la mitad de la parte trasera y siendo el elemento que más influye en la personalidad y espectacularidad de esta parte del coche.
La presencia de tanta fibra de carbono permitió dejar el peso en 1.520 kilos en el caso del coupé, y 1.570 en el caso del roadster, aunque eran datos de peso en seco, es decir, sin fluidos ni conductor. En orden de marcha, con todo ello sumado, es más elevado, aunque tampoco son diferencias muy exageradas.
Otra de las curiosidades que escondía el Centenario, era el eje trasero direccional. Era el primer Lamborghini en montar dicha tecnología, que además de incrementar la agilidad del coche, se adaptaba al modo de conducción seleccionado –Strada, Sport o Corsa– y que trabajaba con un equipo de suspensiones magnetoreológica.
Y para rematar semejante bestia, un gran propulsor atmosférico. Colocado entre los asientos y las ruedas traseras, un V12 de 6.498 centímetros cúbicos –95 milímetros de diámetro de pistón, por 76,4 milímetros de carrera– que rendía 770 CV a 8.500 revoluciones y 690 Nm de par a 5.500 revoluciones. La relación peso-potencia era de 1,97 kilos por caballos, nada mal si tenemos en cuenta que, además, el Lamborghini Centenario contaba con un sistema de tracción total Haldex de cuarta generación, con un diferencial trasero de deslizamiento limitado de tipo mecánico y una caja de cambios automático ISR –Independent Shifting Rods– de siete relaciones.
Espectacular, potente y por supuesto, rápido. La velocidad máxima anunciada era de más de 350 km/h, el 0 a 100 lo completaba en 2,8 segundos, el 0 a 300 km/h en 23,5 segundos, pero sobre todo, podía frenar desde 100 km/h hasta cero en 30 metros.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS