El Jeep Grand Cherokee 5.9 V8 Limited fue la versión más especial de la primera generación del 4×4 norteamericano, pero antes de centrarnos en ella, hagamos un repaso a la historia de este modelo presentado en el North American International Auto Show de Detroit de 1992.
Su gestacíon había comenzado muchos años antes, cuando la American Motors Corporation (AMC) era la propietaria de Jeep. Encargaron al equipo de diseñadores, con Giorgetto Giugiaro entre ellos, el desarrollo del sustituto del Cherokee en un proyecto denominado internamente XJC, conocido por ser uno de los primeros en recurrir al diseño por ordenador.
Sin embargo, la compra de Jeep por parte de Chrysler retrasó el plan, así que cuando estuvieron listos para sacarlo al mercado se toparon con un segmento creciente, el de los SUV de lujo, cuyo máximo representante era el Ford Explorer lanzado en 1990.
Por tanto, como el Cherokee aún mantenía un buen nivel de ventas y el nuevo modelo resultaba más grande y lujoso, se decidieron a lanzarlo como complemento a la gama, satisfaciendo al mismo tiempo a quienes echaban de menos el Grand Wagoneer de los 80. El éxito del Grand Cherokee fue inmediato, con unas ventas que superaron las 200.000 unidades el primer año, alcanzando el millón apenas un lustro después.
Fue el primer SUV de lujo en contar con airbag para el conductor, así como un novedoso sistema de antibloqueo de frenos para las cuatro ruedas. Años más tarde incluiría también la primicia de los cuatro frenos de disco.
La gama inicial estaba compuesta por dos motores de gasolina, un 4.0 de seis cilindros en línea de 190 CV y el 5.2 V8 con 220 CV, en acabados Laredo y Limited (en otros mercados hubo uno más básico). Después, pensando en Europa principalmente, se introdujo el motor 2.5 TD de origen VM. Hacia el final de su vida comercial, allá por el año 97, llegó el tope de gama que nos ocupa hoy.
Mucha potencia y buenas prestaciones, pero, sobre todo, un sonido al arrancarlo capaz de poner los pelos de punta
Empleaba un V8 tomado del Dodge Ram con nada menos que 5.899 cc, con el que se conseguían 472 Nm de par y 237 CV, convirtiéndose así en el 4×4 más potente de los que se vendían por aquí, superando en caballos a modelos como el SsangYong Musso E32 o Range Rover 4.6 con 220 y 225 CV, respectivamente. Su velocidad máxima se limitó a 200 km/h y se homologó una aceleración de 0 a 100 km/h de 8,2 segundos.
La caja de cambios era una automática de cuatro marchas (o tres velocidades más el kickdown). Más allá de las cifras, lo realmente interesante de este V8 era su rugido al arrancarlo, un sonido ronco estremecedor que entreveía las posibilidades del V8 camuflado tras una carrocería de imagen discreta discordante con lo que se escondía bajo el capó.
Y es que los cambios en la carrocería con respecto a otros Grand Cherokee fueron sutiles, especialmente si lo comparamos con el diésel, motorización que por entonces copaba en el segmento cerca del 90 % de las ventas. Es cierto que tuvo que rediseñarse la rejilla, desplazándola ligeramente hacia afuera para dar cabida al motor modificado.
Se colocaron asimismo unas discretas tomas de aire sobre el capó y las llantas de 16 pulgadas presentaban un nuevo diseño de cinco brazos. Todo ello con una carrocería totalmente pintada que dejaba atrás los bajos de plástico gris de anteriores versiones más básicas.
En el habitáculo se hizo énfasis en los detalles de lujo de los que ya hacía gala el anterior Limited. El cuero que tapizaba los asientos era de mejor tacto y calidad, mientras que para el salpicadero se recurrió a la madera de arce.
Los mecanismos eran completamente eléctricos, incluyendo asientos calefactables o techo solar. En definitiva, contaba con un interior de berlina de lujo que combinaba el confort con las aptitudes offroad esperables en un vehículo como este Grand Cherokee.
Para ello montaba un sistema de tracción total permanente denominado Quadra-Trac con diferencial central viscoso y trasero autoblocante con la base de un esquema de eje rígido con muelles helicoidales, una geometría más eficaz en campo que en carretera, donde otros rivales con suspensiones más sofisticadas le superaban en comportamiento.
No significaba que el Grand Cherokee se desenvolviera mal en asfalto, con una gran sensación de aplomo sobre superficies en buen estado y una capacidad de absorción en firme rotos que redundaba en un elevado grado de confort para los ocupantes.
El primer pensamiento al acercarse a un vehículo como este Grand Cherokee 5.9 V8 debía de ser “cómo tiene que chupar esto”
Y, efectivamente, era así. La marca homologaba un gasto de 26 litros en ciclo urbano y 13,3 en carretera, resultando la media en uso mixto de 18 litros cada 100 kilómetros, lo que se traducía en un consumo real más cercano a los 20 litros. Eso sí, la capacidad del depósito de combustible admitía 87 litros, por lo que la autonomía no quedaba tan mermada a la hora de realizar viajes de larga distancia sin prisas.
Quizá fuese este el elemento más disuasorio al plantearse la compra de un Grand Cherokee 5.9 V8, pues la tarifa de la que partía esta versión no resultaba tan desorbitada como la de un Range Rover V8 HSE. En 1997 costaba 7.600.000 pesetas, unos 71.000 euros de hoy.
Sin embargo, el Ford Explorer, el gran rival al que habían decidido plantar cara cuando se lanzó el Grand Cherokee, que se vendía en España en la época y que acababa de recibir una ligera actualización y un motor V6 potenciado a los 206 CV, costaba algo menos de 30.000 euros, así que la diferencia entre ambos resultaba evidente y difícil de justificar si lo que se buscaba era un 4×4 potente y lujoso.
Eso sí, el Jeep Grand Cherokee 5.9 V8 Limited era lo más de lo más en todos los sentidos, y ya se sabe que siempre hay gente dispuesta a pagar por tener un coche imbatible y único.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS