En 1985 se presentó la nueva apuesta de Ford Europa para el segmento E en el Viejo Continente: el Ford Scorpio. Sucesor del Granada, trascendió las líneas cuadradas de éste último para enfocarse hacia un innovador diseño donde la clásica versión berlina con tres volúmenes se alternaba con la opción “ liftback “, dominada por una luneta trasera de mayor caída a la forma y manera que ya estaban haciendo algunos Citroën imbuidos por los estudios aerodinámicos realizados por Paolo Martin en Pininfarina durante los sesenta. Además, se puso una gran atención en mejorar detalles relativos al equipamiento. De esta manera se incorporaron frenos de disco a las cuatro ruedas en toda la gama, así como una amplia panoplia de innovaciones en el habitáculo destinadas a hacer del mismo un verdadero salón con ruedas.
Algo que se vio especialmente en las versiones Ghia, habiendo sido durante años las más refinadas de entre todas las ofrecidas en la gama de turismos Ford. Pero, ¿por qué? Todo ello encuentra su explicación en la década de los sesenta, momento en el que el gigante americano se encuentra más que interesado en la compra de marcas italianas con el fin de añadir prestigio a su conglomerado industrial. De esta forma, es de sobra conocido su intento de absorber Ferrari, queriendo hacer lo mismo con Lancia. Algo que provocó la intervención del gobierno italiano, promoviendo que finalmente estas marcas se pusieran bajo el amparo de FIAT a finales de la década.
No obstante, Ford no regresó a América con las manos vacías. Y es que justo en 1970 se hizo con el histórico carrocero turinés Ghia. Fundado en 1916, y de sobra conocido entre los gigantes de Detroit al haber sido el taller donde Virgil Exner encomendaba muchos de sus prototipos futuristas. De hecho, no pocos modelos de alta gama fabricados en serie eran carrozados en Italia viviendo un viaje de ida y vuelta. El ejemplo más conocido fue, quizás, el de los espectaculares Chyrsler Imperial LeBaron. Un modelo de altísima calidad que hablaba por sí solo de hasta qué punto Ghia podía refinar sus creaciones, por lo que Ford dedicó el sello del carrocero para distinguir así a sus versiones más lujosas y equipadas.
A mediados de los ochenta el Sierra ya había abierto la veda al nuevo estilo más redondeado en la marca, algo que fue muy rupturista dado el carácter conservador de la gama en este fabricante poco dado a grandes cambios
Ford Scorpio 2.8i Ghia, una berlina cómoda que también admite el día a día
Con un diseño donde el habitáculo prima sobre todo lo demás en lo que se refiere a cómo repartir los volúmenes y los espacios, el Ford Scorpio 2.8i Ghia se presentó en 1985 con la ambición de conquistar el segmento situado justo por encima del Sierra. Pionero a la hora de romper con los antiguos moldes estéticos de la marca, y hoy en día especialmente recordado por sus llamativas versiones deportivas.
Además, la apuesta del Ford Scorpio 2.8i Ghia se basaba en dar mucho por poco. Y es que, comparando su precio con el de algunos rivales de segmento, se podía ver una disminución de precio de hasta el 40 % en lo referido al Scorpio frente a modelos de Mercedes. Algo con lo que intentaba atraer a compradores ávidos de un coche grande y aparente, aunque con posibles escasos para acceder a una gran berlina germana.
No obstante, si el Ford Scorpio 2.8i Ghia contaba con una excelente equipación, ¿dónde estaba el truco? Pues en su motor, el cual marcaba una gran diferencia a la baja respecto a la competencia. Y eso que tenía una buena base, pues se trataba de un V8 con casi tres litros de cilindrada, pero en verdad sólo capaz de entregar 150 CV. De esta manera, nunca se podía llegar a la ansiada velocidad de crucero en marcha larga propia de las grandes berlinas alemanas.
Lo que no brindaba en materia de motor lo daba a nivel de habitabilidad y confort, de forma que finalmente quedaba como una opción interesante para tener un coche de gran tamaño a un precio más que razonable
El Ford Scorpio 2.8i Ghia se movía realmente bien sólo en las marchas intermedias, pero quizás eso tampoco preocupase demasiado a sus compradores. Y es que, al fin y al cabo, encontrar a mediados de los años ochenta un coche así de confortable por su precio resultaba casi una misión imposible más allá del Scorpio. Además, como hemos visto en multitud de casos de poco sirve que una marca popular lance un modelo excelente para un segmento exclusivo. No en vano, llegados a ciertos presupuestos, lo de acceder a una marca premium aunque se tenga un modelo de diseño y prestaciones excelentes por menos precio en la oferta de un fabricante masivo parece contar bastante. Por ello quizás el Ford Scorpio 2.8i Ghia se centró en el punto justo donde podía tener éxito: dar mucho espacio y confort por poco precio aun a costa del apartado mecánico.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS