Más allá de la fama creada por la amplia, bien financiada y estudiada mercadotecnia aplicada desde su lanzamiento en 1964 hasta nuestros días, el Ford Mustang es sin duda uno de los modelos con más impacto en el panorama automovilístico. De hecho, resulta imposible negar la existencia de una amplia legión de seguidores interesados en todo aquello que sea relativo a nuevas versiones, evoluciones y variantes. Sin embargo, aunque este modelo tampoco deja de ofrecer novedades constantes en nuestros días, lo cierto es que la época de mayor efervescencia experimental en torno al mismo se concentró en la segunda mitad de los años sesenta. Prueba de ello es el Mustang Bertone. Otra entre las diversas piezas únicas basadas en el modelo de Ford durante aquella época.
Pero vayamos por partes. Lo primero es situarnos en los Estados Unidos. Concretamente en la ciudad de Dearborn. Lugar donde se establece la sede de Ford pero también la Dearborn Steel Tubing Industries, comisionada por la primera en la fabricación de diversos prototipos que buscasen ampliar la gama del Mustang. De esta manera, en el tránsito de 1965 a 1970 vieron la luz proyectos únicos como una versión de cuatro puertas o el biplaza Shorty. Fruto de acortar la distancia entre ejes buscando adaptar al Mustang a las reviradas carreteras europeas de montaña.
Y aquí llegamos a un punto importante. El de la aceptación del Mustang en Europa. Pues bien, aunque desde el comienzo los más acérrimos de la competición advirtieron en el Mustang un modelo que de deportivo sólo tenía el aspecto – obviando las versiones de Shelby, tan escasas como preparadas -, la verdad es que este 2+2 tan dado a ir en recta como a ser remolón tomando curvas cautivó al imaginario colectivo del motor en el Viejo Continente. Para bien o para mal, la fiebre del Mustang saltó desde América para seducir a cualquier comprador que quisiera un deportivo para el día a día. De hecho, la mejor prueba de ello es el lanzamiento del Capri en 1968 por parte de Ford Europa, adaptando a este mercado la bases del Mustang en forma de un “ pony car “ asumible en Reino Unido, Alemania e incluso Italia.
Más allá de las críticas referidas a que el Mustang realmente no era – en su versión de serie – un coche deportivo al menos en la mentalidad europea, lo cierto es que este modelo sedujo desde el primer momento al mercado siendo incorporado de inmediato al imaginario sentimental del mismo
Mustang Bertone, el misterio del coche perdido
Así las cosas, lo cierto es que no sólo Ford Europa pensó desde 1964 adaptar el modelo a los gustos dados por aquí. Por ello, en 1965 el director de la revista Automobile Quartely pensó en la posibilidad de mezclar la base del Mustang con el diseño de algún carrocero italiano. De esta manera, la creación de Ford se beneficiaría de una estética más perfilada y elegante, además de un interior rematado con mejores calidades. Y vaya, quién sabe, posiblemente la idea sedujera a Ford para emprender el camino de producir una especie de Mustang refinado.
Algo que no hubiera sido tan imposible, especialmente si tenemos en cuenta cómo el prestigioso carrocero turinés Ghia – lugar donde se desarrollaron firmas de tanta calidad como la de Pietro Frua – fue absorbido por el gigante americano en 1973 para rematar las versiones más lujosas de sus modelos de serie. No obstante, lo mejor será dejarse de hipótesis y regresar a 1965. Hablando con ciertas personalidades del motor, el director de la mencionada revista coincidió con Nuccio Bertone en lo interesante que sería exhibir una europeización del Mustang.
Llegados a este punto, Bertone aceptó el reto recayendo en los lápices del joven Giorgetto Giugiaro el trabajo de hacerlo en tan sólo unos meses, pues el modelo debía exhibirse en el Salón de Nueva York de aquel mismo 1965. Tras conseguir el patrocinio de Alitalia – cuyos colores tenemos inmortalizados en el automovilismo gracias su patrocinio de los Lancia Stratos y FIAT 131 Abarth en los rallyes de los setenta – el proyecto echó a andar usando un Mustang de 1964 como base.
Respetando la base del Mustang ofrecido, Bertone consiguió estilizar el modelo hasta el punto de hacerlo pasar por un GT plenamente europeo si no nos fijamos en el caballo de la parrilla
Eso sí, había condiciones. El diseño final nunca debería modificar las dimensiones del Mustang de serie. Y ni mucho menos intervenir en su chasis. Siguiendo estas reglas, el Mustang Bertone se concibió como un refinado GT con menor altura al suelo que el modelo original, además de contar con mucha más superficie acristalada. Una línea fluida y estilizada en la que se puede seguir la pista de algunos GT italianos del momento, siendo imposible saber que bajo ella se esconde un Mustang si no se repara en el caballo de la parrilla. Además, el conjunto quedó muy bien rematado con las llantas Campagnolo en magnesio, así como el habitáculo mucho más lujoso y bien rematado que el producido en serie en la factoría norteamericana. Con todo esto, el Mustang Bertone llegó a tiempo de ser exhibido – con gran éxito – en el Salón de Nueva York. A partir de ahí se utilizó como coche de exhibición en más citas de la época, siendo imposible seguirle la pista a partir de 1966 / 1967. Según hemos podido ver en rumores señalados por algunas publicaciones, el Mustang Bertone se vendió como BMW hizo con los prototipos del 3000 V8 firmados por Pietro Frua. A algún coleccionista que se encaprichó con él en una exhibición. Al fin y al cabo, el Mustang Bertone era un prototipo sí, pero totalmente practicable y homologable. Listo para salir a rodar legalmente. Sin embargo, otros dudan sobre el hecho de la venta. Sea como fuese, lo cierto es que del Mustang Bertone no se ha vuelto a saber nada más. Y es una verdadera pena, pues se trata de una de las mezclas italoamericanas más interesantes en la historia del automóvil.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS