El Ford Focus 1.8 TDCi con 100 CV fue una de las versiones que apareció en el catálogo, tras la ligera renovación que sufrió el compacto del óvalo en el año 2001. El restyling del Focus fue bastante temprano, el modelo empezó su andadura comercial en 1999 y en el 2001 ya tenía un lavado de cara, pero no porque necesitara realmente una puesta al día, el problema, por así decirlo, venía de la competencia.
Los inicios del Siglo XXI fueron un espectáculo en lo que a competitividad se refiere. Era la era de los diésel, con escaladas de potencia, reducciones de consumo y refinamientos de funcionamiento constantes, mientras que los usuarios tenían una oferta difícil de igualar en cualquier segmento que se pusiera la atención. No obstante, los compactos tenían especial peso en las ventas europeas y era en el segmento C donde había más batalla y donde el Ford Focus hizo olvidar completamente al Ford Escort sin apenas esfuerzo. El caso es que, aunque era un gran coche, tenía ante sí a modelos como el Citroën Xsara, el Peugeot 307, el Volkswagen Golf IV o el SEAT León.
Durante aquellos años, la evolución de la tecnología turbodiésel no tuvo límites y pocos fabricantes se quedaron fuera de la lucha. Ford llegó algo tarde, aunque como suele pasar, cuando se puso manos a la obra realmente, demostró porque sus coches siempre están entre los favoritos. Así, el Focus restyling estrenada una nueva versión de su bloque 1.8 TDCi, una variante que permitía ofrecer casi las mismas prestaciones que la versión ya conocida con 115 CV, pero con los consumos del 90 CV y un precio a medio camino entre ambos, el cual podríamos considerar de contenido: 17.890 euros –de 2001–. Solo había un coche más barato, y era, por supuesto, el Citroën Xsara 2.0 HDi con 110 CV, que costaba 16.769 euros.
No hubo grandes cambios con el restyling, aunque sí se dejaba notar en la estética y en algunos detalles del habitáculo y, por supuesto, estrenó el 1.8 TDCi de 100 CV

El motor era el igual que la variante de 115 CV, pero con una configuración diferente. Así, pues, hablamos de un bloque de cuatro cilindros de 1.753 centímetros cúbicos de cotas cuadradas –82,5 por 82 milímetros para diámetro y carrera–, inyección por raíl común, culata de dos válvulas y turbo, pero para la ocasión rendía 100 CV a 3.850 revoluciones y 24,5 mkg a 1.750 revoluciones. Cifras de potencia par que daban un muy buen resultado, pero que se quedaban por detrás de los principales rivales, como el mencionado Xsara 2.0 HDi –110 CV y 26 mkg–, aunque se permitía el lujo de superar al SEAT León 1.9 TDI en cuanto a par se refiere –110 CV y 23,96 mkg–.
Una de las características del bloque 1.8 TDCi era su forma de entregar el par, algo brusca cuando se superaba las 2.000 revoluciones, cuando el coche adquirían una “patada” que parecía querer imitar a los TDI de Volkswagen. No obstante, si la conducción era sosegada en lo que respecta al uso del acelerador –que no quiere decir lenta, por cierto–, el motor 1.8 TDCi de 100 CV demostraba una notable calidad de funcionamiento, con capacidad para subir de régimen de manera bastante rápida sin vibraciones o tirones. Solo había un problema: los consumos eran ligeramente más alto que los anunciados por sus rivales.
En la era de los diésel, la guerra de los consumos fue como la lucha a muerte que tenían los fabricantes japoneses con la potencia de sus motos deportivas –se renovaban cada dos años y se anunciaban ganancias de dos o tres caballos con cada renovación–, si la ficha técnica decía que se gastaba 4,5 litros en lugar de solo cuatro, se podían perder un buen puñado de ventas y las revistas no perdían la oportunidad de levantar polémica con ello. El Ford Focus 1.8 TDCi de 100 CV homologaba 5,2 litros cada 100 kilómetros de media, que según la revista Autopista, se iban fácilmente hasta los 6,9 litros reales, casi medio litro más que sus principales rivales.
¿Un fracaso? Para nada. La autonomía era de 765 kilómetros, pero además, podía completar el 0 a 400 metros en 18,10 segundos, los 1.000 metros con salida parada en 33,57 segundos o realizar el 80 a 120 km/h en quinta en 12,19 segundos.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS