Coche del día: Ford Focus 1.6 Ghia sedán

Coche del día: Ford Focus 1.6 Ghia sedán

Carrocería “con culo” y motor gasolina de 100 CV, en un mundo dominado por los compactos diésel


Tiempo de lectura: 4 min.

Hubo un tiempo en el cual, las carrocerías de tres volúmenes eran muy apreciadas en España y contaban con una buena demanda, lo que convertía a coches como el Ford Focus 1.6 Ghia sedán, en una de las opciones más interesantes para muchos usuarios. De hecho, a finales de los 90, cuando apareció la primera generación del Focus, era bastante fácil encontrarse con varias unidades del Focus sedán por las calles. Se vendieron tantas que incluso más de 20 años después es sencillo ver unidades todavía en circulación.

El Focus se lanzó al mercado a finales de los 90 para reemplazar al Ford Escort, que tuvo un final de vida comercial un tanto turbio, con dos generaciones, las dos últimas, que no fueron todo lo buenas que se esperaba y no contaron con el apoyo en las tiendas como sí tuvieron las anteriores. Quizá por eso, Ford rompió toda relación con aquella saga de modelos y ni siquiera mantuvo la denominación para un coche que, de esto nadie duda, fue uno de los mejores compactos de su tiempo.

La carrocería sedán, y más todavía con el acabado Ghia, tenía cierto toque elegante y clásico, aunque las formas con las que dotó Ford al Focus le otorgaban una gran personalidad. Por suerte, el diseño del sedán era bastante equilibrado en sus volúmenes y mantenía las características que hicieron famosa la primera generación del compacto de marca norteamericana, pero raíces europeas. Y entre esas características, estaba las cualidades del chasis, algo que siempre fue alabado en la primera entrega del Focus y que el sedán combinaba a la perfección con su mayor talante familiar –el maletero, por ejemplo, ganaba en capacidad frente al compacto tradicional–.

El Focus sedán, cuando llegó al mercado, hizo que todos sus rivales se vieran demasiado clásicos y tradicionales

Había cosas muy peculiares en el Ford Focus 1.6 Ghia sedán, como por ejemplo, un asiento con banqueta regulable en altura, y cuando decimos banqueta, es que solo se mueve la banqueta, el resto del asiento permanecía en su sitio. Tampoco podemos olvidar que para abrir el capó había que usar la llave –había una cerradura detrás del emblema de la calandra–, aunque esto era común en toda la gama y fue bastante criticado, porque además, las llaves de Ford de aquellos años eran muy particulares.

La versión 1.6 Ghia, en un mundo que ya estaba dominado por los turbodiésel, se esperaba que contara con una aceptación por debajo de los TDCi, y efectivamente, así fue, aunque se vendieron bastantes pues ofrecía una buena combinación entre prestaciones, consumos y coste de adquisición. El precio del Focus 1.6 Ghia sedán era de 2.265.000 pesetas, 13.613 euros sin sumar IPC, y solo había un coche más barato: el Peugeot 306 1.6 Boulevard sedán, que costaba 2.032.000 pesetas, aunque era un modelo más veterano y era superado por el Focus en algunos apartados.

En cuanto al motor, parte importante del Focus 1.6 Ghia sedán, era el típico “mil seiscientos”, un cuatro cilindros atmosférico de 1.596 centímetros cúbicos con inyección electrónica y carrera larga –79 por 81,4 milímetros para diámetro y carrera– que rendía unos buenos 100 CV a 6.000 revoluciones y 14,6 mkg a 4.000 revoluciones, capaz de lanzar los 1.091 kilos que pesaba el coche hasta los 185 km/h o desde parado hasta los 100 km/h en 10,9 segundos. Sin embargo, si hacemos caso a lo que decía la revista Autopista en su número 2.137, el desarrollo de las relaciones del cambio era demasiado largo y “mataba”, en parte, las buenas prestaciones del propulsor, que era un poco lento en recuperaciones. Al menos, gracias a una quinta muy larga, en autopista podía presumir de consumos muy bajos, cifrados, según la misma revista antes mencionada, en 5,6 litros cada 100 kilómetros. La media era de siete litros, que tampoco podemos decir que sea mal dato.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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