El Ford Focus 1.0 EcoBoost apareció en una época en la que todos los desarrollos y nuevas soluciones, se enfocaron en la reducción drástica de los consumos. Una época dominada por los motores turbodiésel y que llevó a los ingenieros a crear algunos de los mejores propulsores a gasolina.
Hace ya muchos años, algo más de 10 años, se impuso una tendencia entre los motores de gasolina: el downsizing. Fue una apuesta clara por lograr, a toda costa, motores de gasolina con los consumos de motores turbodiésel, pero sin perder ese funcionamiento ni ese tacto típico de un gasolina. A base de reducir cubicaje, añadir sobrealimentación, técnicas para reducción de fricciones internas y, en ocasiones, desarrollos bastante largos, se buscaba una reducción de los consumos, y al mismo tiempo, una reducción de las emisiones. Pero no de todas, el enemigo número uno era el dióxido de carbono –el CO₂–, causante del calentamiento global.
Los motores diésel, además de una elevada cifra de par a pocas revoluciones y unos consumos muy contenidos, también destacaban por bajas emisiones de CO₂. Pronto se volvieron el futuro del automóvil y las marcas invirtieron enormes cantidades de dinero. Fue una carrera contrarreloj por conseguir el mejor motor diésel, y fue, no lo neguemos, muy emocionante y divertido.
Para muchos desaparecieron los motores gasolina, estaban condenados al ostracismo, a los coches muy deportivos y a los grandes automóviles de representación, pues entre los coches de alta gama también se impuso el diésel. Sin embargo, el propulsor tradicional de gasolina sobrevivió y marcas como Ford apostaron muy fuerte con desarrollos como el motor 1.0 EcoBoost. Un propulsor de solo tres cilindros, poco menos de 1.000 centímetros cúbicos, pero allá por 2012, capaz de rendir 125 CV. Fue un bombazo y la marca puede presumir de recibir varios precios al mejor motor del mundo.
Cuando se presentó el motor 1.0 EcoBoost, nadie se había atrevido a tanto en un coche del tamaño del Focus y no le salió mal la jugada a Ford
Se estrenó con el Ford Focus 1.0 EcoBoost, un automóvil cuyos consumos estaban al nivel de un turbodiésel, al menos según datos oficiales. Ford decía que con tres cilindros, 999 centímetros cúbicos, turbo –de geometría fija–, intercooler y culata de 12 válvulas –cuatro por cilindro–, podía extraer 125 CV a 6.000 revoluciones, 20,4 mkg a 1.400 revoluciones y, además, lograr consumos de tan solo cinco litros cada 100 kilómetros. Con un depósito de 55 litros, eso eran más de 1.000 kilómetros de autonomía –1.100 kilómetros exactamente–, era una verdadera locura para un motor gasolina.
Otra cosa era la práctica, algo que las revistas de la época ya dejaron claro. De primeras, el consumo de cinco litros cada 100 kilómetros era pura fantasía y el pequeño Ecoboost de Ford era muy sensible al tipo de conducción. Dado el poco desplazamiento, el par a pocas revoluciones era justito y esos 20 mkg –poco menos de 200 Nm– a 1.400 revoluciones no aparecían. El coche andaba y era bastante reactivo para el tamaño del motor, pero hasta las 2.000 revoluciones –mejor un poco más arriba– no había realmente fuerza.
Pero no todo era culpa del motor, ele cambio también tenía parte de culpa, con unos desarrollos tirando a largos, que se combinaban de mala manera con los casi 1.300 kilos que pesaba el Focus 1.0 EcoBoost. No obstante, la marca prometía una velocidad máxima de 193 kilómetros/hora, que no es precisamente poco.
Aun así, no debemos olvidar que hablamos de un Ford Focus, uno de los compactos que siempre ha sido alabado por su comportamiento dinámico y, en esta ocasión, no era diferente. El chasis del Focus era, como cabría esperar, muy bueno, tanto, que el motor se le quedaba pequeño. De todas formas, si el motor fue premiado varias veces, será por algo, ¿no? Además, ha estado en producción más de 10 años e incluso ha recibido hibridación.


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Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS