Aunque sólo se conservan algunas fotografías, el Chrysler Norseman es una de las creaciones más significativas e influyentes en toda la trayectoria de Virgil Exner. Sin duda el hombre clave para el diseño automovilístico norteamericano durante los cincuenta, responsable de asentar el estilo Forward Look. Ése en el que la obsesión nacional por el futurismo y la carrera espacial se tradujo en enormes aletas traseras, apliques cromados y volúmenes propios de un cohete a la luna dominando así la estética de las carrocerías en fabricantes como General Motors, Studebaker o Chrysler. De hecho, tras formarse en su juventud con Harley Earl y Raimond Loewy la carrera de Exner tuvo sus momentos más brillantes en esta última empresa.
Contratado en 1949, Virgil Exner pudo codearse en Chrysler con algunos de los mejores estilistas del momento. Tanto así que incluso se vivía un cierto ambiente internacional, coincidiendo con el italiano Luigi Segre. Un hombre muy relacionado con el carrocero turinés Ghia, quien facilitó la fabricación en Italia de prototipos como el Chrysler Norseman, el K-130 o el influyente Firearrow II durante los años cincuenta. Algo que no se hizo por simple capricho o “ finezza ”, sino por la mayor experiencia de Ghia fabricando modelos únicos que las masivas cadenas de montaje instaladas en los Estados Unidos.
De hecho, los trabajos de la casa italiana sobre diseños llegados desde Michigan gustaron tanto al otro lado del Atlántico que en 1970 fue definitivamente absorbida por Ford. No obstante, si hablamos de absorciones el Chrysler Norseman tiene mucho que decir. Tragado por las aguas del Atlántico durante el naufragio del transatlántico Andrea Doria a unas 240 millas al noroeste de Nueva York. Puerto al que debería haber llegado de no haber sido por el terrible accidente marítimo dado en 1956, cuando un buque colisionó de forma transversal con el costado del Andrea Doria enviándolo al fondo del mar arrojando un saldo de 51 fallecidos. Una de las peores tragedias marítimas tras la Segunda Guerra Mundial.
Más allá de la estética espacial, Virgil Exner diseñó soluciones muy interesantes como la que se ve en este prototipo, cuyo techo se sustenta sin necesidad de pilares A ni B.
Chrysler Norseman, el anuncio de un nuevo diseño
Las razones que subyacen a una determinada estética pueden ser mucho más profundas – y racionales – de lo que se pudiera pensar. En este sentido, aunque las diferencias entre los volúmenes americanos y los europeos sólo se entiendan dentro de las distintas tradiciones automovilísticas representadas, también interfieren factores relacionados con la economía. En primer lugar con la gestión de los recursos minerales, evidentemente necesarios para la fabricación de vehículos. Un área al que los Estados Unidos tuvo mejor acceso como también ocurrió en materia de hidrocarburos.
Así las cosas, este contexto definido por la abundancia de materias primas y combustibles favoreció la aparición de coches enormes con motores de cilindrada generosa. Más aún si tenemos en cuenta el factor geográfico, con un país repleto de carreteras rectas y llanas comunicando entre sí ciudades pensadas por y para el tránsito de los automóviles a través de anchas avenidas con multitud de puestos de aparcamiento. No obstante, a comienzos de los cincuenta Virgil Exner empezó a pensar en la posibilidad de hacer modelos ligeramente más pequeños.
Una propuesta representada en el Firearrow II, pero también en el perfil tendente a la baja en su delantera del Chrysler Norseman. Algo que denota una creciente preocupación por la aerodinámica y el rebaje de la altura en los inmensos radiadores, aunque sin embargo no llega a ser la principal novedad presentada por este prototipo. Lejos de ello ésta se encuentra en el techo, aunque lo mejor será ir por partes. Y es que el Norseman no se diseñó desde fuera hacia adentro, sino justo al revés. De esta forma, Exner primó ante todo la visibilidad y el acceso al habitáculo, creando amplios paneles acristalados y unos voladizos que no dificultaban la visión de la carretera desde la óptica del conductor.
A pesar de sus grandes dimensiones, este coche estaba diseñado de adentro hacia afuera rebajando la altura del morro para ampliar la visibilidad
En este sentido, el mayor reto técnico del Chrysler Norseman estaba en la sustentación de su techo debido a la ausencia de pilares A. Todo un reto respecto a la instalación del techo, ¡más aún si se tiene en cuenta que tampoco hay pilar central! De esta manera el panel que cierra el habitáculo sólo se sustenta en los pilares que encajan con la caída a lo fastback. Un verdadero alarde de ingeniería al servicio de la visibilidad y el espacio interior. De haber salido a serie, sin duda hubiera sido una interesante solución para viajar cómoda y tranquilamente en un verdadero salón con ruedas. Muy inteligente – y osado – por parte de Exner el diseño de este techo.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS