Los deportivos americanos clásicos siempre han diferido de los europeos. Grandes, más pesados de lo que cualquier ingeniero británico podría soportar, generosos en el recorrido de las suspensiones, reticentes a la hora de girar… No son vehículos pensados para carreteras de montaña o tramos de curvas como cualquier conductor con ínfulas de piloto en Italia o Francia pudiera desear. Sin embargo, también es cierto que todo esto les da un carácter muy especial gracias a sus aspectos musculosos, amplios interiores y generosas potencias pensadas para ser entregadas en rectas llanas como las que suelen abundar en los Estados Unidos. Precisamente el contexto donde una berlina deportiva como el Chevrolet Impala SS de 1994 saca lo mejor de sí.
Un tipo de vehículo deportivo, que aún teniendo un claro sabor americano, no era del todo ajeno a lo que se había hecho en Europa sólo unos años antes. De esta manera, se pueden ver similitudes obvias con el Opel Lotus Omega de 1990 – el coche preferido de las bandas de asaltantes británicas para darse a la fuga – o el Lancia Thema 8.32 de 1986 – equipado con el motor del Ferrari Mondial Quattrovalvole -. No obstante, huelga decir que ambos modelos son mucho más refinados que el Chevrolet Impala SS. En primer lugar por los acabados, luciendo unos interiores mejor planteados y rematados que el del americano. Y en segundo obviamente por la tecnología, ya que mientras en el caso del Lancia éste cuenta con la finura de una mecánica firmada por Ferrari en el del Opel la puesta a punto la realizó ni más ni menos que Lotus.
En cualquier caso, todos estos modelos están unidos por la idea de incorporar un motor potente a una berlina bien parecida generando así un coche prestacional al tiempo que familiar. Eso sí, siempre con su punto nervioso. Algo que se ve perfectamente en el Chevrolet Impala SS, cuyas modificaciones visuales respecto al resto de la gama provienen del diseñador John Moss. Un claro referente en la estética americana, siendo conocido por sus diseños con claros guiños a la época dorada de los Hot Rod. De esta manera, nuestro protagonista empezó a venderse sólo en negro, destacando así el hecho de esconder un deportivo imponente bajo la apariencia familiar. Una característica que siempre va en la definición de berlina deportiva, evidenciada aquí gracias a pistas como la clara reducción de altura en las suspensiones.
Motor V8 con gran cilindrada. Mucho par desde bajas vueltas. Cambio automático. Acabados sencillos. Todo ello ayuda a sumar cualidades típicamente americanas a esta berlina que incluso fue usada por la policía
Chevrolet Impala SS, una reacción frente a los modelos japoneses
Los años ochenta contemplaron el ascenso de modelos y proyectos pensados en la falsa conciencia del crecimiento ilimitado. Sin embargo, con la llegada de los noventa sobrevino una contracción del consumo provocada por fases de menor liquidez. Es decir, otra crisis cíclica en la marcha del capitalismo internacional. Un hecho histórico responsable de bajar los pies a la tierra a la industria automovilística, en la misma forma y manera que ocurrió tras el Crack del 1929 o la primera Crisis del Petróleo.
Por ello, las berlinas deportivas comenzaron a languidecer experimentando una notable bajada en las ventas al tiempo que BMW dejaba en el tintero incorporar un motor V16 a un Serie 7. No obstante, en el caso del mercado americano había un problema añadido para los grandes de Detroit. La llegada masiva de modelos japoneses, capaces de fascinar exponencialmente a los compradores americanos gracias a su mezcla de efectividad y carácter deportivo a buen precio. Un abordaje que además pilló a las marcas nacionales con productos poco interesantes, viviendo en no pocos casos del prestigio adquirido por los muscle car de primera época.
Así las cosas, Chevrolet vio en la creación de un modelo extravagante y llamativo la posibilidad para llamar la atención sobre su berlina Impala. Otro de los muchos trucos publicitarios usados por multitud de empresas desde los sesenta, materializado aquí en la presentación del Chevrolet Impala SS. Un vehículo con casi cinco metros y medio y 1.915 kilos, pero con un V8 de 5,7 litros modificado para entregar 260 CV. Aunque eso sí, se trata de un modelo típicamente americano con pocas sutilezas en ingeniería. Prueba de ello es el chasis de largueros.
En pleno ocaso de las berlinas deportivas el Impala SS fue la muestra de cómo la industria norteamericana entendía este concepto que tan bien habían entendido BMW, Lancia u Opel
Pero bueno, ya lo decíamos unas líneas más arribas. Precisamente este carácter bruto y poco afinado es la seña de identidad en muchos deportivos americanos, logrando así un comportamiento dinámico apreciado por no pocos aficionados. Respecto a las suspensiones éstas eran un poco más duras y rebajadas, asentándose el conjunto en unas llantas de 17 pulgadas. En general y en resumen, el Chevrolet Impala SS es una berlina deportiva a la americana. Grande. Llamativa. Con motor V8 de gran cilindrada. Capaz de entregar mucho par desde bajas vueltas. Y vaya, visualmente amenazante sí. De hecho, al contrario que el Lotus Omega ésta no fue usada por los ladrones sino por los policías de los Estados Unidos.
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Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS