El Cadillac CTS 2.6 V6 formaba parte del desembarco que hizo la firma norteamericana en Europa a comienzos del Siglo XXI. Un coche que ofrecía ese toque exótico que no tenían los tradicionales miembros del segmento premium pero que, a pesar de los esfuerzos, nunca llegó a ser una molestia real para los intocables BMW Serie 5, Audi A6 o Mercedes Clase E.
No será la primera vez, ni tampoco la última, que los fabricantes estadounidenses intentan hacerse hueco en Europa con sus productos. En ocasiones, han traído coches diseñados para el mercado yankee, sin apenas adaptación, y no han logrado nada reseñable. La única marca que, de verdad, se logró asentar en Europa, es Ford, pero claro, ellos crearon una división a nuestro lado del Atlántico para desarrollar coches para este lado del Atlántico.
En Cadillac parecieron darse cuenta de ello y empezaron a crear automóviles para vender en Europa. Bueno, en realidad empezaron a desarrollar automóviles globales, coches que pudieran vender, con apenas algún cambio mínimo, en su tierra natal y en otros mercados. Así nació el Cadillac CTS, un coche que medía nada menos que 4,83 metros de largo y 1,80 metros de ancho, y se colocaba directamente frente a coches como el BMW Serie 5 e39 primero –hasta 2003–, y frente al e60 después –a partir de 2003–.
La ambición de Cadillac con el CTS no era precisamente poca, pues querer plantarle cara a coches como el e39 no es algo que se pueda tomar a la ligera. Además, en aquellos años Audi fabricaba el A6 C5 –hasta 2004– y luego lanzó el C6, que superaba en todo al Cadillac CTS. Y lo mismo pasó con el Mercedes Clase E, con la generación W210 hasta 2003 y luego, el W211, un modelo que demostró estar a un nivel altísimo en todos sus apartados.
El CTS 2.6 V6 era un buen intento de Cadillac en Europa, que solo desmerecía si se comparaba directamente con sus rivales más duros
Así, pues, ¿qué ofrecía el Cadillac CTS 2.6 V6 frente a semejantes gallitos? Primero, un diseño con muchísima personalidad, aderezado por el exotismo que tiene una marca como Cadillac. Segundo, la imagen que tenía la compañía norteamericana en cuanto a prestigio y lujo, y tercero, un precio algo más accesible frente a sus rivales –costaba 37.300 euros en 2001–. Sin embargo, en el resto de apartados estuvo siempre uno o dos pasos por detrás, o eso al menos decía la prensa de la época.
El Cadillac CS 2.6 V6 era un coche pesado con sus 1.713 kilos. La puesta a punto, aunque específica en los modelos destinados a Europa, hacía especial hincapié en la comodidad, pero una comodidad muy estadounidense, con suspensiones muy blandas y los frenos no soportaban el exigente trato de las carreteras europeas. El diseño interior y sus acabados no estaban al nivel que se esperaba de una marca como Cadillac y se quedaban por detrás de sus rivales europeos. Hay quien dijo que, incluso, estaba por detrás de generalistas como Volkswagen.
Solo el motor se ganó elogios de la prensa, tanto por tacto como por prestaciones, aunque estaba penalizado por un cambio de accionamiento impreciso y muy duro de accionar. Un problema, al parecer, pues el motor tenía un carácter algo puntiagudo. Hablamos de un V6 de 2.597 centímetros cúbicos, con dos árboles de levas en cada culata, cuatro válvulas por cilindro y una compresión de 10:1, que rendía 181 CV a 6.000 revoluciones y 23,7 mkg a 3.400 revoluciones. El cambio era manual de cinco relaciones con desarrollos bien ajustados –una cuarta de 30,6 km/h a 1.000 revoluciones y una quinta de 37,8 km/h a 1.000 revoluciones–.
Motor que movía todo el conjunto con dignidad hasta alcanzar los 223 km/h o hasta completar el 0 a 100 km/h en 9,3 segundos. Los consumos, con una media de 10,5 litros, no eran bajos y a pesar de los 68 litros de capacidad del depósito, no se lograban superar los 650 kilómetros de autonomía.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS