El BMW M535i era el paso previo al M5 e28, la primera generación del mítico modelo alemán que, como cabe entender, por entonces todavía no era mítico. El paso previo por prestaciones, por imagen y porque adelantaba lo que se cocía en los hornos de la firma alemana, aunque no por ello perdía algo de interés, más bien lo contrario, porque había muy pocos coches como el M535i.
La Serie 5 de BMW siempre ha sido uno de los modelos más importantes en cuanto a ventas, y en cuanto a imagen, para la compañía. Desde su primera generación, La Serie 5 ha sido un referente en su categoría, principalmente por lo dinámico de su conducción y por su tacto, generalmente más deportivo que sus principales rivales.
Con la segunda entrega del modelo, el e28, las cosas no cambiaron ni un ápice, o más bien sí, pero hacia la vertiente deportiva, con un talante claramente más dinámico y un diseño más estilizado y hasta cierto punto, agresivo. Unas características que se han mantenido durante casi todas las generaciones de la Serie 5 y que se ha visto potenciada en sus versiones más deportivas.
El BMW M535i era una de esas versiones deportivas, que elevó la eficacia del modelo hasta cotas que no se conocían en el segmento. Por ejemplo, J.Brugué, en una prueba de la revista Velocidad –número 1.256–, decía que el M535i era un arma de precisión bajo un aspecto lujoso y acogedor. Por otro lado, Máximo Sant, en una prueba para la revista Autopista –número 1.364–, afirmó que el M535i no era un coche monstruoso pese a su abundante caballería y que el único peligro residía en la facilidad para alcanzar velocidades elevadísimas sin darse cuenta.
Con 1.390 kilos, sus 218 CV le permitían flirtear con los 230 km/h, completar el 0 a 400 ,metros en 15,4 segundos y los 1.000 metros, también con salida parada, en 28,3 segundos
Son opiniones que daban una imagen, más o menos clara, de lo que era capaz del BMW M535i, aunque a ojos de cualquier aficionado actual, las cifras no eran exageradas. Bajo el capó había un seis cilindros atmosférico de 3.430 centímetros cúbicos, con un solo árbol de levas en la culata y solo dos válvulas por cilindro, que rendía 218 CV a 5.200 revoluciones y 310 Nm a 4.000 revoluciones –31,6 mkg–. El cambio era manual de cinco relaciones y contaba con un diferencial de deslizamiento limitado.
Era, curiosamente, un motor que huía de técnicas complejas que se habían empezado a popularizar por aquel entonces, todo lo contrario que cualquier BMW moderno, pero eso no lo hizo peor coche, obviamente. Sin embargo, la caja de cambios tipo dog leg no convenció a Máximo Sant, que destacó la necesidad de marcar mucho los movimientos y de que había que ser muy preciso al mover el selector. Una opinión compartida con su compañero de profesión Brugué.
Uno de los datos más llamativos que se publicaron en las pruebas de la época sobre el BMW M535i, tenía que ver con el consumo. Citando de nuevo a Máximo, el consumo más alto llegó a ser de 22 litros, aunque remarca que “íbamos circulando a un crucero de 200 km/h y con aire de frente”. Brugué, por su parte, afirmó haber obtenido un consumo de 12,6 litros a una velocidad de crucero de 160 km/h.
Si obviamos los consumos, siempre altos en un coche como este, tenemos que destacar que todas las pruebas de la época lo tildaban como un coche muy eficaz, pero exigente cuando se circulaba muy rápido y en busca de sus máximas prestaciones.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS