Actualmente, la gama Abarth se basa únicamente en el FIAT 500, incluso en lo que se refiere a tecnología eléctrica. Pero hubo un tiempo en el que había más opciones dentro de la gama, y no queremos referirnos al Abarth 124 Spider, antes de este hubo otra opción que hoy día casi nadie recuerda: el Abarth Grande Punto.
Cuando en FIAT decidieron que era el momento de que el sello Abarth dejara de ser una versión y pasara a ser una marca, se optó por empezar por el pequeño FIAT 500 porque, en el fondo, fue uno de los coches más míticos en los que ambas firmas trabajaron y además, el 500 siempre ha tenido un enorme tirón comercial. Pero entonces había más hueco en el mercado para otras opciones.
Así, el FIAT Grande Punto pasó por los talleres de Abarth y salió como un coche que, ahora sí, se convertía en una posible opción para los amantes de los automóviles pasionales y deportivos. El Gran Punto, aunque lucía un diseño atractivo y con personalidad, no era un coche que se pudiera tildar como deportivo, era un utilitario popular, cierto, pero no deportivo o, al menos, mínimamente dinámico. Su paso por Abarth añadió eso que faltaba y lo puso a la altura de los SEAT Ibiza Cupra o Renault Clio Sport.
La primera entrega del Abarth Grande Punto estaba equipada con el motor 1.4 MultiAir con 155 CV, una cifra que por entonces no estaba mal, pero que lo dejaba por detrás de sus principales rivales. El Ibiza Cupra, también con un 1.4 turbo, rendía 180 CV, mientras que el Clio Sport disfrutaba de aquel dos litros que a tanta gente encandiló, para el cual, se anunciaban 200 CV. No obstante, como era de esperar, Abarth no tardó en lanzar un kit para aumentar las prestaciones del Grande Punto y ponerlo a la altura de las circunstancias.
Ese kit era el famoso “essesse” –ese ese, o SS, en italiano–, que daba como resultado el Abarth Gran Punto SuperSport, una versión que, ahora sí, podía ponerse a la altura de sus rivales. No era una opción que se ponía en fábrica, sino un kit, como el que monta un sistema de alimentación por gas, que se solicitaba en el concesionario y se montaba en los talleres del mismo. Se montaba un turbo Garrett GT 1446 –a 1,5 bares–, un filtro de aire BMC más abierto y una reprogramación de la ECU, con lo que se lograba extraer 180 CV a 5.750 revoluciones y 270 Nm de par a 3.000 revoluciones.
Con 1.185 kilos, la relación peso-potencia era muy buenas, con 6,6 kilos por caballo. La velocidad máxima se cifraba en 215 km/h, el 0 a 100 km/h en 7,5 segundos y hasta 180 km/h en 28 segundos. También podía completar los 400 metros con salida parda en 15,6 segundos y los 1.000 metros en 28,6 segundos. No era el más rápido del segmento, pero desde luego, era más que suficiente para presentarse como una opción muy interesante para quien buscara algo diferente para divertirse en carreteras de montaña.
Las modificaciones del motor se acompañaban también con otras para el chasis, que formaban parte del kit “Assetto”. La suspensión bajaba 20 milímetros –los medios de la época criticaron que era una suspensión muy firme–, los frenos pasaban a ser Brembo perforados con pinzas de cuatro pistones delante, las cuales se podían ver a través de unas bonitas llantas OZ Racing de 18 pulgadas, las cuales, iban calzadas con neumáticos Pirelli P Zero en medidas 215/40.
El Abarth Grande Punto SuperSport era un coche tirando a radical, pero quizá por eso, fue menos popular que sus rivales. Ahora es una rareza y eso le hace ser un poco más interesante.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS