La era de los diésel: Audi A8 4.0 TDI Quattro, cuando el diésel no estaba reñido con el refinamiento

La era de los diésel: Audi A8 4.0 TDI Quattro, cuando el diésel no estaba reñido con el refinamiento

Con 275 CV a menos de 4.000 revoluciones, era un coche superlativo que, 20 años después, todavía es capaz de sonrojar a muchos automóviles modernos


Tiempo de lectura: 5 min.

El Audi A8 es un coche realmente apabullante, como cualquier sedán de representación de su categoría. Su contenido tecnológico habría sido considerado de ciencia ficción hace apenas unos años, mientras que su calidad de fabricación o sus prestaciones, dejarían en ridículo a más de un coche “de postín” con unos cuantos años a cuestas. Y ha sido así desde siempre, desde que apareció por primera vez a mediados de los años 90 y permitió que Audi entrara, por fin, en el segmento de los fabricantes de alta gama. Un coche soberbio, que también se convirtió, como cabría esperar, en el abanderado de la tecnología diésel de Volkswagen, la famosa TDI, que tanto dio que hablar en su momento.

Volkswagen, y por tanto, Audi, se convirtió en uno de los referentes mundiales en tecnología turbodiésel y marcaron, durante mucho tiempo, el camino a seguir en cuanto a evolución de prestaciones y consumos. Es cierto que algunos fabricantes, como BMW o Mercedes, superaron a la firma de los aros en cuanto a refinamiento o suavidad de funcionamiento, pero en prestaciones las cosas siempre estuvieron muy reñidas. El mejor ejemplo que se nos ocurre para recordar aquellas batallas es el Audi A8 4.0 TDI Quattro, un automóvil superlativo animado por un motor diésel V8, que se vendía, allá por 2004, por casi 90.000 euros, un precio que, sumada la subida del IPC desde entonces, se sitúa en 132.240 euros. Un verdadero sedán de alta gama con unas prestaciones que, incluso hoy, se mantienen a un nivel espectacular.

Hablamos del Audi A8 D3, la segunda generación del sedán alemán, también conocido como”Type 4E”, fabricado entre 2002 y 2005. Un coche que, comparado con la primera entrega de la saga, suponía un cambio tan drástico, que casi no tenían ninguna relación. Audi quiso dar un golpe sobre la mesa y evolucionó su sedán hasta unos niveles sorprendentes en aquellos años, tanto, que podía medirse de tú a tú, sin complejos, con el todopoderoso Mercedes Clase S W220, la cuarta generación de la “Sonderklasse” de la estrella –clase especial en alemán– lanzado al mercado en 1998 y considerado por muchos como uno de los mejores Mercedes jamás creados, aunque en realidad, el A8 D3 también tuvo que verse las caras con el Mercedes Clase S W221, que legó al mercado en 2005 y se fabricó hasta 2013.

Audi A8 4 0 TDI (D3) (5)

Más lógico y menos complejo que los V10 y V12; la verdadera evolución del TDI

Pero, independientemente de sus rivales, el A8 4.0 TDI Quattro es, como decíamos, uno de los mejores ejemplos de hasta donde llegó la tecnología diésel. Seguro que a muchos les vendrá a la cabeza el V10 TDI o incluso el V12 TDI que montó el Audi Q7, pero, en verdad, ambos fueron “simples” demostraciones de poderío técnico y tecnológico de Volkswagen que no llegaron más lejos. El V10 TDI solo dio vida al Volkswagen Touareg y al Volkswagen Phaeton, mientras que el V12 TDI solo se montó en el Q7 –y eso sin contar con los conocidos problemas de fiabilidad del V10 TDI, claro–.

El V8 4.0 TDI, era la cumbre de la evolución de la tecnología diésel de Volkswagen durante los primeros años del Siglo XXI. Fue reemplazado en 2005 por un V8 4.2 todavía más potente, con más par y con menos consumos. Y hablamos de algo complicado de realizar; el V8 4.0 TDI tenía dos turbos de geometría variable, dos intercooler, 3.937 centímetros cúbicos, culatas de cuatro válvulas y doble árbol de levas en cada una de ellas, inyección Bosch de hasta 1.600 bares y una larga carrera de pistones de 95,5 milímetros. Todo destinado a lograr extraer 275 CV a 3.750 revoluciones y un par de alrededor de 650 Nm a 1.800 revoluciones –66,36 mkg–. Tenía un depósito de 90 litros y según la marca, gastaba 7,5 litros de media cada 100 kilómetros, es decir, podía alcanzar una autonomía de unos 1.000 kilómetros a poco que se condujera a velocidades legales.

La cuestión es que hablamos de un coche nacido para autobanh, donde las velocidades máximas son absurdas y coches potentes como el Audi A8 4.0 TDI tiene su patio de juegos. La velocidad máxima estaba limitada a 250 km/h, pero podía completar los 400 metros con salida parada en 15,62 segundos y cubrir el kilómetro en 28,05 segundos, nada mal para un sedán de 5.051 milímetros de lago y casi 2.000 kilos de peso. Ojo, cais 2.000, se quedaba cerca de las dos toneladas; hoy día estaría entre los más ligeros de su clase.

Audi A8 4 0 TDI (D3) (3)

Audi no era la única que ofrecía una bestia semejante, estaba el BMW 740d –258 CV– y el Mercedes S400 CDI –250 CV–. También podríamos sumar a la ecuación el Volkswagen Phaeton V10 TDI –313 CV–, pero por caché de marca, habrá quien opine que no es un automóvil a la altura de las expectativas. Sin embargo, una cosa está clara, todos estos coches forman parte de una importante etapa de la automoción y representan el summum de una tecnología que, todavía hoy, está plenamente vigente y es plenamente válida para viajes de largas distancias. Un problema para su posible futuro como coches clásicos, pero una opción espectacular para todos aquellos que, ahora sí, pueden acceder a uno de estos coches para tenerlo en el garaje.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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La historia del automóvil está llena de grandes emprendedores, de ideas arriesgadas, curiosas casualidades, irreconciliables enemistades y muchos fracasos. Es un mundo intenso y fascinante del que muchos hemos quedado cautivados. Cualquier vehículo con un motor me parece interesante, ya sean motocicletas, automóviles, camiones, aviones o barcos; es estupendo sentir la brisa del viento en la cara sobre uno de ellos. Si estáis aquí es porque compartimos afición.

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