Si te suena de algo el Mercedes-Benz CLK 63 AMG es porque lo has visto como coche escolta en las salidas de las carreras de Fórmula 1. Esta edición concreta apareció en el año 2007. Como casi todos los Mercedes de alta gama es rápido, caro, lujoso, casi excesivo, y cuenta con la ventaja de poderse utilizar a diario y con una gran sencillez de conducción, apto para todas las manos.
Esta radical versión del CLK, un coupé deportivo de cuatro plazas existente en el mercado desde 2002, lleva unos ilustres apellidos que, aunque la mayoría de nuestros lectores sabrán lo que significan, haremos un breve recordatorio. Por un lado, indica que lleva el poderoso propulsor de ocho cilindros de 6,2 litros alimentado por gasolina, y por otro que ha pasado por las manos de AMG, el preparador deportivo oficial de Mercedes; esto se traduce en una espectacular puesta a punto del chasis, la mecánica y su llamativo diseño de la carrocería.
A modo de breve resumen AMG se fundó en 1967, y procede de la unión de las siglas procedentes del primer apellido de sus fundadores -Hans Werner Aufrecht y Erhard Melcher- y de la ciudad donde empezaron su actividad –Grossaspach, en Alemania-. Su relación en competición con Mercedes comenzó en 1988, proceso que culminó en 1999 con la absorción de AMG por parte de Mercedes.
Como es lógico, tiene algunos detalles que lo diferencia de sus hermanos de gama. Los asientos están forrados en cuero, son multicontorno -se ajustan a la perfección al cuerpo de los ocupantes-, con diferentes regulaciones eléctricas y calefactados. El volante es más grueso y con dos levas de cambio detrás del mismo. El cuadro de mandos ofrece mucha información, destacando un cronómetro para medir y guardar los tiempos realizados en las vueltas en circuito, así como un velocímetro tarado a 320 km/h.
El equipamiento de serie es muy abundante: ABS+EBD, BAS, ASR+ESP, dirección asistida variable, ocho airbags, tapicería de cuero, cuatro elevalunas eléctricos, cierre centralizado con mando a distancia, climatizador bizona, suspensión deportiva, ordenador de a bordo… Las opciones más interesantes son el sistema Distronic -un sistema que mantiene la distancia de seguridad con el vehículo precedente, basado en radar-, techo corredizo eléctrico de cristal, o retrovisores abatibles eléctricamente.
Es un modelo espacioso para cuatro personas, con un maletero decente de 435 litros de capacidad. La versión Cabrio mantiene la misma capacidad con la capota de lona cerrada, reduciéndose a 390 litros si se guarda la misma; esa versión pesa 100 kg más que el coupé debido a los refuerzos estructurales del chasis y carrocería.
Resulta tan potente y exclusivo que ni siquiera competidores como el Audi RS4 o el BMW M3 le hacen sombra. Levantamos el capó y encontramos un soberbio bloque de ocho cilindros en V en posición delantera longitudinal, con una cilindrada de 6.208 cm3. Entrega una potencia máxima de 481 CV a 6.800 RPM, y un no menos desdeñable par motor máximo de 630 Nm a 5.000 RPM.
La culata y el bloque están fabricados en aluminio, con dos árboles de levas en cada culata y cuatro válvulas por cilindro. La alimentación se realiza mediante inyección indirecta, con admisión variable. La potencia se transmite al eje trasero a través de una caja de cambios automática secuencial de siete velocidades (7G-TRONIC).
Este motor es atmosférico. Para conseguir estos elevados valores de potencia se combinan una gran cilindrada y la posibilidad de alcanzar un alto nivel de giro del motor, llegando a las 7.200 RPM. Empuja con mucha fuerza desde el ralentí, aunque es a partir de las 5.000 RPM cuando se muestra pletórico, justo cuando ofrece su par máximo.
Es una pena que la caja de cambios no acompañe, pues resulta lenta incluso en modo manual, tardando mucho en responder desde que pisas el acelerador. En modo automático ofrecía dos opciones: Sport, en la que los cambios se realizan un 30 % más rápido que en la otra opción, Comfort, más orientada a optimizar algo el consumo.
Sus consumos homologados según ciclo NEDC eran de 10 l/100 km en carretera, 21,3 l/100 km en ciudad y 14,2 l/100 km de media. No es el vehículo ideal para ser respetuoso con el medio ambiente, con unas emisiones de CO2 de 338 g/km. Su velocidad máxima está autolimitada a 250 km/h, y acelera de 0 a 100 km/h en 4,7 segundos.
Su comportamiento en autopista es excelente, asemejando una alfombra voladora en línea recta, con un alto nivel de comodidad para ser un deportivo. Solamente tenemos que tener cuidado al acelerar en las curvas, pues es fácil que se vaya de atrás, sobre todo si vamos con el ESP desconectado, aunque este se conecta automáticamente si pisamos es freno en el momento en el que el coche derrapa.
La dirección se muestra notablemente rápida, y los frenos de disco ventilados y perforados -los cuatro- resultan muy potentes y resistentes al trato exigente. Igualmente va bien servido de neumáticos, con medidas 225/40 R18 delante y 255/40 R18 detrás. El esquema de suspensiones es elaborado, acorde con la potencia y peso del coche (1.755 kg), con McPherson delante y paralelogramo deformable detrás; se completaba con muelles helicoidales, amortiguadores telescópicos y barras estabilizadoras.
Este Mercedes-Benz CLK 63 AMG Coupé combina deportividad y comodidad para sus ocupantes solo como la marca de la estrella sabe hacer. Sentir el poderío de su V8 casi en el más absoluto silencio resulta una experiencia que pocos coches pueden ofrecer. Su precio en versión coupé era de 98.700 euros, unos 115.000 euros de hoy.
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...Loco estoy por el Black Series en blanco (irónico cuanto menos), me parece espectacular, bruto y con un V8 sublime.
A mi juicio la mejor época de Mercedes fue esta, su línea de diseño era increíble, y el Black Series el más bonito que han hecho junto al SLR.